Amor de noche

Está conmigo ahora, mi eterna visitante,
instructora fiel en el arte
de la soledad. No descansará
hasta revelármelo todo sobre el amor
y abandonarme para que memorice la lección.

Ahora mismo se desnuda ante el espejo
mientras espero, acostado, lo que me enseñará esta noche
sobre cómo existir sin ella una hora más.
Sé lo que dirá: “No me mires.
Me siento culpable, viniendo así
después de tanto tiempo. Y no sé qué hacer.

Nótese con qué facilidad me ha persuadido
de que cada noche a su lado será la última.
Ángel inmisericorde, tu trabajo ha sido
enseñarme a vivir finalmente sin ti.

Hugo Williams


El carnicero

El carnicero corta ternera para dos.
La carne oscura y frágil cae sobre el cuchillo. 

En su cara hay dolor al partir los tendones
y levanta la vista con alivio al pesarla. 

Es un joven rosado y tiene pestañas blancas,
igual que un buey. Me atiende siempre últimamente. 

Siento que sabe cómo vivo. Lo que nos gusta
comer cuando hace frío. Que alguien que habla 

con acento extranjero solo sabe hacer ternera.
Sobre el papel manteca escribe el precio 

y me entrega el paquete con gentileza. Sella
oficialmente mi matrimonio con su sonrisa. 

Hugo Williams


Esperando para seguir 

Yo pasaba las páginas despacio, con atención al auto,
hasta que al fin mi padre era joven de nuevo, un soldado,
o echaba la cabeza para atrás, el pelo con gomina
cuando iba al Derby antes de la guerra.
Me quedaba mirando su fama y su belleza
y me creía que eran lo mismo.
En donde me crie la belleza era todo.
Hacía que te rieras, te broncearas.
Hacía que hablaras con confianza.
“¡Qué joven más amable!”, solía comentar mi madre,
“¡Tan buenmozo!”. Si estaba solo en casa,
yo estudiaba mi rostro en busca de excelencia
y frente al gran espejo en la escalera
le levantaba el cuello a la camisa
y blandía una espada a mi reflejo:
“Hugh Williams, ¡todavía más buenmozo con su traje Regencia!”
El ruido de las ruedas en la entrada
marcaba que tenía apenas un minuto
para poner las cosas donde estaban
y bajar siendo yo mismo de vuelta. 

Hugo Williams



La pareja de arriba

Bajando la escalera eran zapatos
en lugar de chinelas, se escapó con la ropa
y al salir dio un portazo y yo la vi
caminar en zigzag, como desnuda, al auto. 

No siempre estaba junto a él, arriba,
pero igual parecían puros, como nosotros,
su amor y el nuestro afines. La partida 

nos fascina y asusta. Despertamos
y hablamos excitados de nosotros,
como dos invitados. 

Hugo Williams



Leyenda
 
Las X oscurecen el mapa de Londres
en los lugares donde hicimos el amor.
Las huellas van de atrás para adelante
desde Chelsea hasta Ladbroke Grove.
 
Los corazones alados acompañan nuestro itinerario.
Las flechas llameantes significan intención.
Los garfios son miradas amorosas.
Las esposas tienen buenas intenciones.
 
Los cuchillos y tenedores son para cenar afuera.
Los vasos de vino son para el romance.
Los esqueletos marcan los clubes latinoamericanos
donde solíamos ir a bailar.

Hugo Williams


Lo sabe todo el mundo 

Todas las cosas, todas las acciones,
una luz que se enciende de repente,
una puerta que queda abierta,
esconden una marca al agua
de dicha o de desdicha,
ilusión o desilusión,
que puede revelarse a veces
en la expresión de un rostro. 

Unos nenes que lloran en la casa de al lado,
los muchachos que van camino a trabajar,
ese solo de saxofón
en “I’m Gonna Be a Wheel Some Day”,
pueden causar tristeza o dar consuelo
dependiendo de cierto olor a ajo
que sube a la deriva
desde el piso de abajo, o del sonido
de las carreras de caballos. 

Vivimos en un sitio diminuto
en donde cada cosa está ligada
a otra cosa, más preciosa.
El ladrido de un perro, la cabeza que niega,
los golpes imprevistos a la puerta
nos empañan de lágrimas los ojos.
Un paquete de virulana
es lo más parecido a la felicidad. 

Hugo Williams


Por favor ven tarde

Por favor ven tarde,
cuando casi haya renunciado a ti
y me dedique a examinar la sala
creyendo que todos son tú.
Por favor no vengas
hasta que no empiece a echarte de menos
y pensar que nunca te veré de nuevo,
rezando por que te hayas perdido.
Hazme sufrir,
que me pregunte qué estás haciendo
en el otro extremo de la ciudad,
con el camisón puesto.
Haz que implore misericordia
cada vez que eliges una revista.

¿Estás mirándote en el espejo,
recordando de repente que existo?
Ya voy por mi segundo café,
comiéndome los granos de azúcar de mi taza.
¿No has salido aún?
Me parece que no quiero verte después de todo.
La verdad es que no me gustas.
Prefiero estar solo.
Ya sé que todo ha acabado entre nosotros
pero sigo estando aquí,
leyendo el periódico
sin comprender una palabra.
Si ahora entraras aquí, no te reconocería.
Ni pienses en acercarte
hasta que no me haya vuelto un poco loco de amor por ti.

Hugo Williams


Zombi

Estoy muerto en teoría, me dicen,
pero recuerdo haber estado vivo
como si fuera ayer.
Me cubre el barro, igual que a un zombi,
y doy vueltas nadando
en las tormentas de una nueva tumba. 

Me acuerdo del mundo
y de cómo era todo allá arriba
a causa de un amigo
que me chupa la sangre.
Me mantiene con vida,
del modo en que un recuerdo tiene vida.

Hugo Williams
















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