Amor

No he conocido el amor
–motivo de mis cantares.
Sombra de un pájaro enorme
que entre mis manos no cabe,
desde la luz se proyecta
sobre mi limpio paisaje.
No he conocido el amor
fecundador de mis frases.
Que al amor oculto y solo,
“amor” no lo llama nadie

Irma Cuña



Neuquina

Nací en Neuquén, oasis del desierto.
Inmenso reino del potente viento,
millonario de arenas y de piedras,
Arauco triste de gente nueva:
tengo el alma aborigen y labriega.
Nací en Neuquén, nostálgico del indio
para quien fue "el audaz y el atrevido";
el extranjero lo pobló de arados,
de frutales, de viñas y de álamos,
pero él siguió soñando con las tribus.
Nací en Neuquén y por las noches hondas,
cuando todo se acalla, mi alma loca
trepa las bardas, atraviesa el río,
y tras la Cruz del Sur halla el camino
que conduce al secreto primitivo.
Y cuando lejos parta no habrá olvido
para mi valle, mi arenal, mis ríos,
ni el salvaje furor del viento terco:
nací en Neuquén, sonrisa del desierto
y en él quiero dormir el largo sueño.

Irma Cuña


No me dejes caer

Y tan profundo
que sólo el aire me rodea.
Y perduro en el aire descendiendo.
Sostenme, mi Señor.
Álzame,
serenamente me protejas
de la terrible ira de mi pánico.
Ciega,
insensata,
adormecida.
Cúbreme con Tus alas
reconfórtame
restáurame y destruye el desespero.
Sálvame del demonio de este vórtice.
Cércame
con tu paz, apenas cierta.
Aduérmeme
Padre.
Acampe El Ángel de Jehová
en mi casa.
Cubra mi alma.
Óyeme, mi Señor.
No me abandones.

Irma Cuña



No podrás dos veces retomar el sueño

III

No podrás dos veces retomar el sueño.
Cuídate de su agua.
Una vez cae el corazón entre los muertos
    con la pesadez grave de los espacios:
sólo una vez naces así
sin rosa
sin pez
sin fruto.
Todos los días del hambre se suceden después inexorables.

Tú no creerás que has partido
hasta apretar el viento entre los dedos,
y yo me desespero para decirte que huyas río arriba
con tu única siembra.
Ahora.

Nunca después remontarás las fuentes.

Y te crecerán alas invisibles
    en la región del alma donde no hay aire,
y una aleta triangular buscará el filo inútil de las olas,
y un dedal de acero guardará la espina de las primaveras
    cuando el sol salga por occidente.

Nada retorna.
Tú dormías
y pasaban los coros de la ofrenda.
Más te valiera dormir ahora.
(En el andén rectangular se despiden parejas y se besan.
En el muelle respiran los viajeros.
Una playa redonda
se recuesta a dormir bajo la arena.
Alto, sonríe el bosque visionario.)

Tú estás en la marea enloquecida de las algas.
Nada vuelve.

Irma Cuña


Palmira Painefilu

En tu gran corazón de niña seria,
Palmira Painefilu,
¿estaré todavía?
Sería bueno saber que has olvidado,
porque el amor te dio un albergue,
a la hermana maestra
que intentó revelarte el valle verde,
los afelpados troncos del canelo,
las hojas del otoño entre los notros
y el latido retumbo de los lagos.

Palmira ¿has olvidado?
¿O todavía estoy en tu piuqué,
como cuando me iba?

Aunque alcancé a llegar a tu silencio
y albergarme yo misma entre tu orgullo,
–ambas espejos de la tierra–
por dos despojamientos diferentes
¿qué oscuro resultó reconocernos!

Irma Cuña


Soledad

El que ama la soledad
ama una esfera de fuego
con que aleja a los demás,
mientras él se quema dentro.
El que ama la soledad
lleva sus penas ardiendo.

Irma Cuña



Tiempo

Volver del sueño con la ciega frente
y el alma ajena, como los manzanos
que nunca dieron esos frutos sanos,
rojos y dulces de mi valle ausente.
 Volver de todo lo que fue valiente
con la derrota de los seres vanos.
Nada en el pecho ni en las huecas manos;
sólo la pena: dolorosamente.
 Regreso inútil –como buen regreso–,
¡sigue de vuelo sin mirar tus alas!
Nunca has estado mutilado y preso.
Gira la tierra con sus horas malas
pero no vuelve lo que se ha perdido.
Breve es el tiempo para tanto olvido.

Irma Cuña






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