A’wá ló’

—Nìgùma
tsínuu a’wa ló’
gajmaa mbro’on,
numuu rúkuè,
tsàán xàbò jùbá ñajuán ló’
gida’ àgoo rajuan ló’
mikhuíí
ná mixtí timíí a’gùán
drígoo ajngáa ló’ —ni’than xiñu’.


Nuestra voz

—Nuestra voz
brotó con la noche,
por eso,
los de La Montaña
tenemos bajo la lengua
el tiempo y los colores
de las estrellas —dijo la abuela.

Hubert Matiúwàa


Tsí nàwáthán

Nàguwá xàbò nakhú ixè ningaà,
tsí judà xtátson ská,
tsí ndatsùún tsòtoon,
tsí ndatsùún iná wajèn,
ithán xàbò tsí wájun tsínguà’
ikhiin tsí nùdìí rí tsíngíná awuún xuajiàn ló’.

A’khòn nàguweè gàjmàá txárpe
nùnda’ è rí màgumà mbánii xtángoo,
nàwèjè tùún xàbò tsí nagòó judiín ijiín xuajiùún,
ithán xàbò tsí tsínimbùún è’nè xuajiaán ló’.

Nuniì ñawùún nàgùwéè,
nùràkuuá xnú’ndaa ná awùún xtédià’,
nùxkhaxíìn wàjèn
tsí nijañuu numuu xuajián ló’, i’thàn xìñu’.


Bajando

Ahí vienen bajando
los de pie de helecho,
los de la cobija vieja,
oliendo a chivo,
a hierba de muerto,
dicen, quienes miran de lejos
y siembran la pobreza.

Ahí vienen con charpes a cazar la justicia,
a cubrir de ceniza la piel
y a detener a quienes se llevan a sus retoños,
dicen, los que tuvieron esperanza.

Ahí vienen haciendo señas,
llenan de sueños tu sombrero,
despiertan a nuestros muertos,
dijo la abuela.

Hubert Matiúwàa


“Dicen los abuelos que la lengua es como una cobija. Si hace frío, te tapas; si te recuestas en un lugar duro, la haces almohada; depende de ti si la olvidas, la ensucias o la mantienes limpia. Es nuestra piel. Si la negamos dejamos de ser, entramos en la lógica de que no valemos nada. Si le damos el lugar que merece en nuestro corazón, nos fortalece, ya no queda lugar para aceptar la discriminación y la violencia cotidianas.”

Hubert Matiúwàa


Kimi Taxa

Las arañas se llevaron su voz
para hacer casas en las palmas,
tejieron su lengua en cada hoja
que se asoma en los caminos,
la criaron cuando su mamá la abandonó,
jugaron con ella cuando su papá
se encerraba en las cantinas.

A cosquillas le arrancaban el llanto,
juntaban su saliva para bañar a las ramas
y le dieran su secreto.
A las serpientes que se le enroscaban,
las espantaban con sus cuerpos peludos.

La mañana en que los carroñeros la robaron,
hicieron una sonaja
para que su voz bajara de los árboles
a vivir en sus afiladas patas.

Hubert Matiúwàa


Patsí kamero

Niwa’than:
—Atrúgua idaa xí nanunjgaa ná patsí kamero—
tanimboo,
gixàà ni’ni itsúu àjuan’ xuwiu
khami itsí rí na’dú rajún,
ikajngó xúgè’,
idó nándatigììn ejèn,
ngíná na’duu nimíí ná jùbá.


La piedra del diablo

Le dijeron:
—Cierra tus ojos
cuando pases en patsí kamero13—
no lo hizo,
el diablo convirtió
en piedra de campana su carne,
en badajo su lengua,
ahora,
cuando hay un niño perdido,
suena su corazón de montaña.

Hubert Matiúwàa


Rosa

Vestida de colores bajaba a Màñuwìín,
veían en ella lo que negaban,
el recuerdo de los huaraches con tierra,
color del que se pintan la casas
y madura la tarde en la Montaña.

Con ademanes groseros
le decían:
—Vete a Santa Rosa de Lima,
allá hay suficiente monte
para la gente como tú.

En la andada,
su voz despertó a los buitres
que encajuelaron el canto de Tsítsídií.

Hubert Matiúwàa


Ru’wa gìnii

Xó ní’thiin xíñù’:
Xí mà gàa
gàjmii ru’wa gìnii
mbàya ajngáa wiyáá
màgo’ ìdáa ma’gàa
kanjgó ikháán májrá’an mìnaa ajngáa
májra’an minaa nìmá.

Nìnújngoo weñoo ru’wa nàkhi rí nìkháa xíñù’
khamí ikhúun rá, xóó àjmà ja’ñuu,
xóó tsíga rí tsíjra’a ja’ñuu.


La primera lluvia

Como dijo la abuela:
Si he de irme
con las primeras lluvias,
me llevaré tu silencio
y tus ojos,
para que tú brotes palabra,
brotes corazón.

Hace muchas lluvias que se fue,
yo sigo raíz,
sigo semilla que no brota.

Hubert Matiúwàa


Rumbo al mar

I

Las fueron a buscar
y sólo encontraron
sus sombreros a medio tejer,
hombres las llevaron rumbo al mar,
les estrujaron los huesos
mientras sus gritos
se retorcían en las palmas que dejaron.

¿Hubo un remolino de aves en los oídos,
un gusano que midiera el miedo?

II

El aire deja secretos
a los caracoles,
se cristaliza en sus cuerpos
y sumerge
el aleteo del mar en sus huecos.

III

Como caballos blancos
llega la ausencia,
se tiende en la arena,
espera la mirada
de los pájaros de lluvia.

IV

El abuelo desenterró el día,
las conjuró
a la casa del primer sueño,
pintó soles en las palmas,
amarró sus vestidos
en la piedra de colores
para guardarlas del desamparo
y sacar el veneno
que se llevó sus vidas.

Hubert Martínez Calleja, también conocido como Hubert Matiúwaà/Malina















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