"Bien puede ser; pero como no hemos de tener un tribunal que nos juzgue, tendremos que hacernos matar o emigrar."

José Pedro Crisólogo Mármol
Amalia


Crepúsculo

Con el color de la torcaz y el lirio,
tranquilas nubes el espacio pueblan,
y allá el confín del horizonte inundan
ondas de fuego que en la mar reflejan.

Guardado el rostro en azulados velos
cae a su ocaso la vital lumbrera,
pero, el cabello destrenzado, flotan
en sierpes de oro sus brillantes hebras.

Púrpura y oro en el ocaso brillan
entre celajes de enlutada niebla,
como entre el manto de la negra duda
los bellos sueños de la edad primera.

Púrpura y oro en el ocaso brillan;
y frente a frente de la luz postrera,
paso tras paso, con semblante adusto,
la obscura noche al firmamento trepa.

Así las esperanzas alumbraron
mi joven corazón; así con ellas
la gloria y el amor se reflejaban
sobre las flores de mi incierta huella.

Así vino después, como la noche,
el desencanto a oscurecer la senda;
y de gloria y de amor y de esperanzas
un crepúsculo vago se conserva.

José Mármol



Delirio

A Elvira

   Hermana: Amiga: mi adorada Elvira
Un momento; por Dios; un solo instante,
Ven á calmar de tu infeliz amante
El infierno ó volcán en que respira
      El ardiente veneno
Que agrio del alma se desliza al seno.


   Ven por piedad. El diente rudo
Del acerbo dolor me rasga y mata:
Hoy es un día de aquellos que rebate
El infierno mi calma, y el sacro nudo
      De mi espíritu y Dios
Se rompe y oigo dese infierno la voz.


   Que como rayos recorren rebullendo
Mil ideas de muerte el Pensamiento.
Que el corazón rebelde al sufrimiento
Maldice hasta mis lágrimas, rugiendo
      Y cual soberbia roca
Ríe a la tempestad y la provoca.


   Que de una en otra fibra correr siento
Un líquido de fuego por mi frente;
Y cual un cráter de volcán ardiente
Mi boca arroja quemador aliento:
      Que aborrezco a la tierra
Y cuanto el orbe en su extensión encierra.


   Que yo mismo rebelde me aborrezco
Que... ¿No te acuerdas mi bien?...
Mil de estos días a tu lado también
Sintió tu amante; mas se huían presto...
      Tú eras el Ángel bueno
Que me tornaba del Eterno al seno...


En mi empanada frente divisabas
Cuanto mi ser en su interior sufría
Imprimiendo en tus manos a la mía
Sin desplegar tus labios me llevabas
      Al sentir de tu canto
El mágico poder que atraía el llanto.


   Tu leve mano del marfil hería
Los más suaves suspiros; los que apenas
Exhalaran amores, y a mis penas
Tocaran suavemente en su armonía...
      Cual de un ángel tu acento
Un himno al padecer mezclaba al viento.


   Cual lumbre sin sustento que se acaba
Mi Espíritu sentía en presta huida,
Y helándose mi sangre, cual si[n] vida
Sobre tu virgen pecho me inclinaba,
      Semejante al que muere
Y el sacerdote santo sostuviere.


   Tu corazón sentía... El lúgubre sonido
De más en más mi espíritu animaba,
Cual de una nueva vida se exhalaba
Un suspiro por tu alma recogido...
      Una gota ligera
Tu cuello de alabastro humedeciera.


¡Ay! cesabas tu canto, y suspendiendo
Mi débil cuerpo entre tus brazos bellos
Mil y mil besos con el alma en ellos
En mis labios sellabas... confundiendo
      Con el néctar fecundo
Tu Elvira te idolatra -burla el mundo.


¡Ángel consolador! ¿dónde te has ido?
¿Dónde te busco di? ¿Dónde el que expira;
Tu amante, dónde a su adorada Elvira
Irá a buscar con el dolor herido?...
      En la tumba en el cielo?
Dime dónde te escondes y allá vuelo...


   Todo es noche sin ti; todo desvío
Triste grano de polvo en mundo extraño.
Mi corazón en su volcán tamaño
Quisiera amarlo todo, y todo es frío:
      En ti sola se siente
Ese amor o fantasma de mi mente.


   En ti, mujer, sublime, poesía,
Ángel o lo que seas; en ti existe
Ese fuego creador que en mí encendiste;
Fuego que entre su llama consumía
      De la fatal fortuna
El negro sello que estampó en mi cuna.


   Fuego de amor, de vida … ven mi Elvira...
¡Eh! qué importa que orgullosa mano
De mí te aleje con rigor insano...
Tu Dios, tu mundo, tu universo mira
      En la pasión violenta
Que a Dios, al mundo, al universo alienta.


La vida es puro amor, amor los cielos.
Cuando Dios en sus manos contemplaba
El ser primero que a la tierra daba.
Le dijo y lo lanzó «Allá en los suelos
      Mi espíritu te inflama
Antítesis sombrío -Sufre y ama».


   Si te llamo, mi bien, cuando han volado
Dos años o dos siglos, sin mirarte
No es sólo por de nuevo contemplarte
Porque hay algo a mi espíritu robado
      Porque sufre tu pecho
De llanto amargo y de dolor deshecho.


   Rodeada de mortales si te viera
Que perfumaran con su amor tu vida
Yo me riera mi bien; jamás herida
Por los vulgares celos mi alma fuera
      Un corazón quisiste
Lo hubo, su molde entre sí mismo viste.


   Mientras el hado nos separe ingrato
Mi nombre en tu alma vagará constante
Querrás hallar de tu infeliz amante
Acaso en algún ser débil retrato.
      Mas, ¡ay! a tu alma -una-
La mía y nada más. Ella o ninguna.


   Y en los alientos de mi sueño o llanto
De esta tormenta, exhalación perdida
O muerte o lo que tengo y llaman vida
Cual talismán de calma o poder santo
      Entre risa o lamentos
La voz ¡Elvira! llevarán los vientos.

José Mármol



"Dolores. ¡Desgraciada! Pero al cabo Carlos no puede ofrecerte ni su mano, ni tu suerte.
María. Su corazón es mi esclavo. ¿Para qué mayor fortuna?
Dolores. No, María, las mujeres tenemos crueles deberes que respetar, y ninguna puede separarse de ellos, sin exponer su decoro, que forma el solo tesoro de nuestros años más bellos. La sociedad no pregunta lo que hay en los corazones, mira sólo las acciones, y su dedo nos apunta. Carlos es joven, sensible, lleno de honor y talento, y lleno de amor violento, de pasión irresistible: pero es pobre y desgraciado cual nadie en la sociedad, y por eso en su orfandad de todos vive olvidado. Su cabeza se respeta porque es bella y luminosa, pero al fin, no es otra cosa que un desdichado poeta.
María. ¡Lo sé!
Dolores. ¿Carlos algún día te comunicó su estado?
María. Sí.
Dolores. Y pobre y abandonado, ¿qué te ha ofrecido, María?
María. Su corazón ya era mío, su mano dentro de un año: y de doblez ni de engaño en su labio desconfío.
Dolores. Pero antes de conocerle no recuerdas que tu mano la dio tu padre...
María. Y en vano hoy no puedo obedecerle."

José Mármol
El poeta



“El cuchillo mutila las manos, los dedos caen, el cuello es abierto a grandes tajos; y en los borbollones de la sangre se escapa el alma de las víctimas a pedir a Dios la justicia debida a su martirio.” 

José Pedro Crisólogo Mármol
Amalia



Fantasía

   Y abrazados
A sus almas confundieron
En sus labios que sintieron
      Deleitados.

I

-¡Adiós! Silencio y cautela...
Si el cielo por todos vela,
El infierno le hace guerra
Y la ventura destierra
Cuando el cielo nos la da...
Teme a tu esposo, él está
Más que nunca envanecido,
Y de venganzas nutrido
más venganzas ansiará...
Bien lo sabes, ni la sangre...

-Bien lo sé, su fanatismo
Lo arrebata de sí mismo...
No temas; tiemblo y le temo,
Lo conozco y al extremo
Puede llegar si supiera...

-Oh, Dios! Mirad cual hoguera
Resplandece el firmamento...
Suena el trueno -brama el viento...
Es la noche una visión.
Ya la lluvia se aproxima
Y el relámpago ilumina
Todo cuanto nos rodea...
Id por Dios que no se os vea...
Yo me ausento... Elisa. ¡Adiós!

-No; que mi alma va con vos.

II

Él se fue; y el pie ligero
Una joven deslizaba
Por la senda del jardín...
El orbe todo temblaba
Pues en todo presagiaba
Que ese ruido que escuchaba
Era su instante postrero,
Que el infierno en gozo fiero
Celebraba en un festín.

De repente la oprime una mano.
Tiembla Elisa, y al ver su tirano
Lanza un grito y procura fugar.

-No te irás perjura, no,
Si él se escapa a mi venganza
Hasta ti mi brazo alcanza
Yo te lo prometo... yo...
Dilo pronto... di ¡quién era!
Quién el que contigo aquí
Pasarle el pecho debí
Si tan villano no huyera.

Quien? ¡vive el cielo! mi nombre
Viviendo yo ser deshecho
Y tal vez hasta en mi lecho
Profanado por un hombre!!!
Por un hombre! Y tú perjura,
Tú en sus brazos mancillando...
Al que vive se guardando...
Cual cristal o lumbre pura?

¿Tú de otro hombre?... maldición!!
Vi a un relámpago su manto,
De rebelde es todo cuanto
Viste y lleva su visión...

Y un rebelde mi rival?
Al infierno lo conjuro...
Por el Rey Carlos le juro
No escapar a mi puñal.

Y después aun palpitando
Su rasgado corazón
Has de apagar tu pasión
Su infame sangre tragando.

-Monstruo horrible del infierno
Calla o rasga entre mi pecho
Un corazón que tú has hecho
Bronce duro siendo tierno!!!
Rómpelo pues te aborrece...
Ese rayo que aparece
No hace más mal a la tierra
Que cuanto tu pecho encierra
Y pestilente tu boca
Lanza a torrentes, y toca
Con su aliento destructor...
Tus palabras son puñales
Que me ultiman infernales;
Ese que traés en el cinto
Préstamelo, por favor,
Y verás que al punto tinto
Te lo volveré, impostor.

-Y así burlas mi furor...
Debes morir a mi mano
Y en vez de implorar favor
Quieres más tu fin cercano,
¿O pretendes con su muerte
Darle vida a quien tu suerte
Ha convertido en umbría
Siendo más clara que el día.

Incauta, aleve, perjura,
No acrecientes la amargura
De tu destino fatal.
Puedo elevar mi puñal
Sobre tu pecho, y cercano
De herir; suspende mi mano
Con que nombres mi rival.
Habla -quien era... reviento.

-Quien hasta su nombre el viento
Tiene miedo de escuchar
Quien su espada al desvainar
Hace doblar la rodilla
De los que al pie de su silla
Tienen Marqueses y Condes,
Y a quien tú, Duque, que escondes
Tanto orgullo entre tu seno
Nunca podrás ver sereno
Sin...
-Infame, de rodillas,
Que tu muerte se acercó.

Y prendido del rubio cabello
La mecía con ira brutal.

-De rodillas... nómbralo
Y antes de lucir el día
Juntos en la tumba fría
Esta mi mano os pondrá
Nómbralo y...

-Él buscará
En los cielos a su Elisa...
Mas antes con fiera risa
Clave en tu pecho un puñal...

-Su puñal? Antes el mío...

Y a sus plantas tendida, en su pecho
Por tres veces clavó su puñal...

-Oye Su nombre, tirano...
Era mi Padre... y tu hermano.

José Mármol


La juventud

   No miráis,? no miráis? se semeja
A la faja de chispas luciente
Que en la linfa de un rio refleja
Cuando asoma la luna en oriente.
Y que a par de la luna en la Esfera
Todas van tremulantes y bellas
Sin temor ni recuerdo siquiera
De la sombra que viene tras ellas.
No miráis? Es el hombre que tiene
En el pecho la vida encerrada,
Y la tierra sagaz lo entretiene
Con su bella corteza dorada.
Ah, sí, sí, juventud, que cautiven
Vuestro pecho los goces del mundo:
Vuestros labios á trágos que liben
Dela vida el deleyte fecundo.
Y que riendo, y cantando, y bebiendo,
Y de lujo y placeres hastiada:
Con deleytes soñando y viviendo
Os paséis á otra edad embriagada.
Mas las rápidas alas que agitas
No suspendas, por Dios, un instante
Empujad cuanto esté por delante
Dela senda de flores que habitas.
Carcajadas, y burlas resuenen
Si un mendigo su pan os pidiere:
Carcajádas y burlas retruenen
Por la estancia del hombre que muere.
No por Dios meditéis un momento
Si la tierra, la vida y lo ideal
No queréis que se os cambie violento
En sarcasmo irrisorio del mal.

José Mármol



"No señores -contestó-, no hay más reunión que la presente. Hace quince días que tuve la palabra de cuarenta hombres para este caso. Después se me redujo a treinta. Ayer a veinte. Ahora os cuento y no hallo sino diez. ¿Y sabéis lo que es esto? La filosofía de la dictadura de Rosas. Nuestros hábitos de desunión, en la parte más culta de la sociedad; nuestra falta de asociación en todo y para todo; nuestra vida de individualismo; nuestra apatía; nuestro abandono; nuestro egoísmo; nuestra ignorancia sobre lo que importa la fuerza colectiva de los hombres, nos conserva a Rosas en el poder, y hará que mañana corte en detal la cabeza de todos nosotros, sin que haya cuatro hombres que se den la mano para protegerse recíprocamente. Será siempre mentira la libertad; mentira la justicia; mentira la dignidad humana; y el progreso y la civilización, mentiras también, allí donde los hombres no liguen su pensamiento y su voluntad para hacerse todos solidarios del mal de cada uno, para vivir todos, en fin, en la libertad y en los derechos de cada uno. Pero donde no hay veinte hombres que unan su vida y su destino el día en que se juega la libertad y la suerte de su patria, la libertad y la suerte de ellos mismos, allí debe haber por fuerza un gobierno como el de Rosas, y allí está bien y en su lugar ese gobierno... Gracias, amigos míos, honrosas excepciones de nuestra raquítica generación, que tiene de sus padres todos los defectos sin ninguna de las virtudes. Gracias otra vez. Ahora ya no hay patria para mañana, como la esperábamos. Pero es preciso que la haya para dentro de un año, de dos, de diez, ¡quién sabe! Es preciso que haya patria para nuestros hijos siquiera. y para esto, tenemos desde hoy que comenzar bajo otro programa de trabajo incesante, fatigoso, de resultados lentos, pero que darán su fruto con el tiempo. El trabajo de la emigración. El trabajo de la propaganda en todas partes, a todas horas, sin descanso. El trabajo del sable en los movimientos militantes. El trabajo de la palabra y de la pluma donde haya cuatro hombres que nos escuchen en el exterior, porque alguna de esas palabras ha de venir a la patria en el aire, en la luz, en la ola. Mi presencia todavía es necesaria en Buenos Aires por algunas semanas; pero la vuestra, no. Hasta ahora he tratado de ser el dique de la emigración. Ahora la escena ha cambiado, y seré su puente. Al extranjero, pues. Pero siempre rondando las puertas de la patria. Siempre golpeando en ellas. Siempre haciendo sentir al bárbaro que la libertad aún tiene un eco; teniéndolo siempre en lucha hasta gastarle su fuerza, sus medios, su terror mismo. He ahí nuestro programa por muchos años. Es un combate de sangre, de espíritu, de vida, al que vamos a entrar. Aquel que sobreviva de nosotros, cuando la libertad sea conquistada, enseñe a nuestros hijos que esa libertad durará poco, si la sociedad no es un solo hombre para defenderla, ni tendrán patria, libertad, ni leyes, ni religión, ni virtud pública, mientras el espíritu de asociación no mate al cáncer del individualismo, que ha hecho y hace la desgracia de nuestra generación. Abracémonos y despidámonos hasta el extranjero."

José Mármol
Amalia



“Será siempre mentira la libertad, mentira la justicia, mentira la dignidad humana, y el progreso y la civilización mientras también, allí donde los hombres no liguen su pensamiento y su voluntad para hacerse todos solidarios del mal de cada uno para congratularse todos del bien de cada uno, para vivir todos, en fin, en la libertad y en los derechos de cada uno.”

José Pedro Crisólogo Mármol
Amalia


Unos y otros

   Hay hombres que con la vida
Reciben un Paraíso:
Vida que trae escondida
En cada fibra un hechizo.
Los días pasan por ellos
Como brisas por las flores
Que mecen sus globos bellos
Sin ofender sus colores.

Sin saber de donde vienen,
Ni porque se les destinan,
A miles deleytes tienen
Y entre deleytes caminan.
Y, vive Dios, que hay algunos
Que tantos placeres beben,
Que ya les son importunos
Y fatigados se mueven.

   Los vendavales violentos
Que conmueven a gigantes,
¡Benditos seres! contentos
Los miran pasar distantes.
Y sin pensar en el mundo
El mundo es siempre con ellos
Festín eterno y fecundo
De los momentos más bellos.

II

   Hay hombres que con la vida
Traen el germen delas penas
O una ponzoña escondida
Rebullendo entre las venas
Que sus días van pasando
Como las olas del mar:
Siempre amargas y rodando
Contra el duro pedernal.

   Desde que pasan la infancia
Ya son bajeles perdidos
Que luchan con la arrogancia
De mares embravecidos.
Ya son lampo al descubierto
Que por el viento agitado,
Ya nos parece desierto,
Ya nos parece inflamado.

   Pasan las horas, y en ellas,
Realidades y visiones;
Todas son penas que huellas
Dejan en sus corazones.
Libertad, Patria, Querida,
Gloria, Virtudes, Saber,
Lo más hermoso en la vida
Es para ellos, padecer.

   Y si prueban algún día
Leve gota de ventura,
Esa gota es profecía
De torrentes de amargura.
Que en ellos como la brisa
La felicidad los toca,
Para robar la sonrisa
Que acaso guarde su boca.

   Pues para mayor penar
Les hace Dios comprender,
Que puede el hombre trocar
En dulzor su padecer.
Mas consumida la miel
Seco el labio empalidece,
Y entonces es que la hiel
más amarga les parece.

Yo respeto tus arcanos,
Hombre que abriendo tus manos
Derramaste como granos
Mundos en el firmamento,
Pero también soy tu hechura,
Y otros prueban la ventura
Y yo pruebo el sufrimiento.

José Mármol








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