Discurso sobre la colina árabe

III
Del mar a las estrellas
exactamente un palmo de lágrimas
Génesis del mundo
en esta mirada frágil
que talla lo efímero
mientras el balanceo del tiempo
arranca las malezas
de la desolación
De la ruptura de todas las cosas
Amor cantinela
atravesando los espejos
hacia la única tierra
donde la sed
es todavía virtud cardinal
Orgullo de esta palabra
que enguirnaldo como pasarela
vaivén de regocijo
escucha de nuestras transparencias
abandono a la bondad
¿Qué hay que decir para abolir
la necesidad de hablar?

La soledad no es una tara
que haga falta ocultar
con la hoja de higo
de los discursos codiciosos
Cuando me siento solo
es de compasión
por todas las soledades
Benévola inquietud
que me arma
contra la intolerancia de las ideas
me revela
el veneno que destilan las estatuas
dirige
mi bastón de ciego iluminado
en el campo de minas
donde la muerte dulce
se alimenta
de la vida violenta
Os invito a la transparencia
os invito al instante de verdad
que merece una vida como la nuestra
os lo pido
Observad el infinito de las constelaciones
observad el largo camino
de nuestra especie inteligente
sumergiros en el dédalo sin salida
del hombre
pero meditad al fin
detened la máquina infernal
de la acumulación
quebrad el tiempo
del progreso sin memoria

Abdellatif Laâbi



El derecho de rebelarte lo emplearás

El derecho de rebelarte lo emplearás
pase lo que pase
El deber de discernir
desvelar
lacerar
cada cara de la abyección
lo saldarás
a rostro descubierto
Del grano de luz
dispensado a tu especie
caído en tus entrañas
te harás guarda y vestal
Cumplidas estas condiciones
merecerás tu verdadero nombre
hombre de palabra
o si se quiere poeta

Abdellatif Laâbi




El lector apresurado

¿Qué vienes a hacer aquí
lector?
Has abierto sin miramientos
este libro
y remueves febrilmente la arena de las páginas
en busca
de no sé qué tesoro enterrado
¿Estás ahí para llorar
o para reír?
¿No tienes nadie más
con quién hablar?
¿Tu vida
está vacía hasta ese punto?
Entonces cierra rápido este libro
Pósalo lejos del despertador
y del tarro de medicinas
Déjalo madurar
al sol del deseo
sobre la rama de este hermoso silencio

Abdellatif Laâbi





Esta luz

Esta luz
no es para ser descrita
se bebe
o se come
El amarillo espera al azul
que se retrasa con el verde
el blanco sonríe
en esta escena cotidiana
del despecho amoroso
Habitar su cuerpo
no es sencillo
es una casa embrujada
un campo de minas
Habría que alquilarla
sólo para vacaciones
El rocío
no es más que agua
pero es un agua amorosa
No lo niego
la escritura es un lujo
pero es el único lujo
donde el hombre
sólo se explota a sí mismo
El profeta destruye los ídolos
el tirano
edifica estatuas
Abro la ventana
de mi jardín secreto
Los depredadores lo han saqueado todo
se llevaron incluso
el secreto de mi jardín
A menudo
me siento reducido
errante en algún lado
cuando me felicitan
No espero nada de la vida
voy
a su encuentro

Abdellatif Laâbi


La tierra es muy paciente

La tierra es muy paciente
Espera su cantor
que tarda un poco
luego se presenta
hermoso adulador
que fácil se perdona
porque es un poco músico
y pintor con las manos en la masa
de las palabras
que conocen el camino al corazón
El aquí
entonando con acentos genuinos
su viejo estribillo
que la tierra finge
escuchar
por primera vez
La vida se esfuerza
en las malas ofrendas
y para recibirlas de su mano
más vale estar advertido
de la intención
del código de la ceremonia
de las abluciones morales
que deben completarse
con las palabras con demasiada
—como esas estúpidas gracias—
delicadeza del gesto
y de la digna reverencia
Y luego
al momento de retirarse
sobre todo no precipitarse
como esos vencedores que sólo tienen prisa
por ir a exhibir a la multitud de los frustrados
su triunfo
Es una casa
donde hemos recibido la profusión
el sabor y el olor de los seres
los colores táctiles de los elementos
la belleza púdica de los árboles
Comimos preferentemente
con el extranjero
bebimos con el comensal más desesperado
y velamos de noche y día
con nuestros fantasmas prevenidos
Concebimos niños libres
de nuestros sueños
Todo ello
con la oreja pegada a la puerta
para captar los vacilantes pasos
de lo inesperado

Abdellatif Laâbi






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