"Cada día me encuentra más sordo. Quizás por eso, vuelvo a una música conocida, aquella que me asombró en mi juventud. Speroni, Bayley, Aguirre, Giannuzzi, Lamborghini, Gelman, Vilariño, Urondo, Porro... Por difundir, creo que es por eso, recibo, aunque cada vez menos, libros de nuevos y viejos poetas (los “viejos poetas”, salvo honrosas excepciones, tienen mi edad). Lo que nutre mis blogs son mis lecturas, y mis lecturas provienen de mi biblioteca. Armada desordenadamente a lo largo de más de 40 años. Hay miles de libros. Y recurro a algunos de ellos en todo momento. En mis blogs se refleja una pequeña parte de lo leído, no todo (muchos de los poemas y autores amados, vaya uno a saber el motivo, no se encuentran en Aromito, en Poesía La Plata). En esos blogs está lo poco que sé de la actual producción de poesía argentina. Podría afirmar, sin demasiada convicción, que la poesía nunca termina, suena, siempre, y a su ritmo, al del tiempo actual, aunque, posiblemente, yo ya no tenga oídos. Por una cuestión de sobrevivencia, fui y soy de salir poco, no es frecuente que participe de lecturas, presentaciones, festivales. Nada personal. Prefiero, una y otra vez, volver a mis libros, revistas y discos. Para no olvidar la música. Esa que una vez escuché y que aún me permite vivir."

José María Pallaoro



Nadie despierta vivo

En los días de atrás,
unos nueve o diez,
ayer que le dicen, no supe
por dónde andaba. La espalda
se retorcía en un dolor aguado,

eso creo recordar, sentado
siempre con la cabeza
gacha, con los ojos cerrados;
en el afuera
luces brillantes de los días

felices; tan extraño
como el exterior de mí,
como el interior de mí,
como un sueño del que
nunca despierto vivo.

José María Pallaoro



Sillas 

Hay una silla en el sentar
de ahora está más
para fueguito de anoche.
¿Podrá el volver
sentarse en cuerina roja
como corazón que late?

José María Pallaoro



Una madrugada hasta el amanecer

Caí una madrugada
a un departamento
deshabitado cerca del Almafuerte.
Nadie me deseaba, nadie
me esperaba en la oscuridad.
El sol imposible, lejos,

como siempre, en algún rincón
del primer piso.
Me froté los pies
durante algunas horas

intentando no pensar.
Y así, hasta el amanecer,
en que el gallo cantó,
y me fui

de donde nunca estuve.

José María Pallaoro


Volver, volvimos

En el momento de volver,
el mundo se acomodó,
y volvimos

a la pobreza de las voces.

José María Pallaoro




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