Cendal de bruma

A Alfonso Martínez Rebollo

I

Si el mundo se alejara un día lentamente
y me dejara verlo tras un cendal de bruma,
suavemente apartándose: soles que se deslizan
hacia la incandescencia,
apagándose tanto, y tanto, y tanto
que todos mis recuerdos, como estrellas, cobraran aún más vida
que la verdad, ya última, ese momento opaco
que es la extinción,
que es el desasimiento,
la vertical caída
por la negra pendiente que no vemos el fondo.

Y todo sin congoja.

II

¿No sería magnífico,
en el límite mismo de la muerte,
que surgiera de pronto, como revelación,
el sentido de todo lo vivido?
Como unas alas nuevas, venidas desde un cielo que ignoramos,
para darle razón a todo lo pasado,
para llevarme en vuelo
alto a una nueva esfera,
un mundo aún por soñar.
Una roca segura, que irrumpiera
de entre la negra niebla que parece esperarme.

III

¡Y todos los anhelos
de pronto pierden cuerpo,
y todos los fantasmas temidos se disuelven
en un contra-aquelarre,
mientras los vientos rudos, contrarios de la vida
unen sus latitudes en un único polo,
se encalman en un único paisaje,
suave, de mar y cielo!
¿No sería magnífico?

IV

Y alejándose el mundo lentamente,
apagándose todos sus murmullos,
pábilos parpadeando
hasta extinguir sus luces, sus latidos,
mientras que el corazón va acompasándose
con esa dormición sin dolor, ese gozo
de música callada que acompaña
lo natural del mundo en su ir y venir,
en su nacer y en su extinguirse.

V

¿No sería una forma
perfecta de morir?
¿Por qué entonces, el dios supuesto que ha creado
la vida, no lo ha impreso
como un modo rotundo de acabar las criaturas?
¡Acaso no ha podido?
¿Acaso no ha querido?
¿Acaso no pensó nunca en la muerte,
que un día se coló en su creación, sin saber cómo?
¿Acaso deseaba, con sadismo divino,
maltratar sus criaturas,
haciéndolas confiarse en el vivir,
para darles, después y de improviso,
el zarpazo cruel del sufrimiento?

VI

¿O no hay dios ni hay verdad
ni explicación alguna a este estar en el mundo;
y todos nos metemos en la cruel pesadilla
creyéndola un ensueño delicioso
(que lo es por momentos);
creyendo en el derecho a la felicidad,
a toda plenitud, por un tiempo inconcreto —
que obnubilamos el cerebro para
pensarlo sin contornos, como un tiempo infinito,
y aplazar y aplazar así la herida
que nos ha de partir el corazón?

VII

Sería tan hermoso
que se diera ese día sencillo, en el que el mundo
—despeñándose el sueño,
descerrajado el duelo innecesario—
de pronto se alejara suavemente,
tras un cendal de brumas,
y todo se apagara con dulzura,
en paz el gozo incólume de haber vivido el don de la existencia.

David Pujante



"Estamos volviendo, tristemente, a una especie de Edad Media, a una Edad Media tecnológica en la que parece que, como tenemos ordenadores y teléfonos de última generación, estamos por encima de otras épocas, y no es verdad. El humanismo está perdiendo terreno de forma muy peligrosa, y ahí sí que habría que incidir, en la necesidad de una civilización más humanista."

David Pujante



Hic abundant leones

I

Los antiguos cartógrafos,
cuando confeccionaban los mapas de la tierra,
en las altas regiones,
sobre las inexploradas y desconocidas planicies,
ponían una frase:
Hic abundant leones.

II

Al pasar de los años,
y cuando el trazo firme de la vida nos tacha
los tiempos que teníamos en reserva;
cuando la madurez nos sitúa decantados
hacia un final de irrecuperables añoranzas
y contra una agonía de balances improductivos;
para los oscuros callejones por los que se nos condujo,
para la frontera impalpable de este lado de sombras,
tan sólo nos quedan frases como aquella
de los cartógrafos medievales:
Hic abundant leones.

III

De fórmulas como esa
nutrimos la poesía los humanos;
la poesía, que no es algo distinto
que ofrecerle al lenguaje
la frágil ocasión
de decir sobre aquello que ignoramos.

Hic abundant leones
podría ser también
un conjuro de tantos que construyen la vida.

Porque ¿qué es la poesía y qué es la vida?:
Decir lo que ignoramos,
sentir lo inexplicable
y poblar de leones el misterio.

David Pujante



"La melancolía ya aparece como uno de los grandes problemas aristotélicos, relacionada siempre con la sensibilidad humana. Los grandes melancólicos siempre han sido artistas o destacados estrategas. Además, recuerde que desde hace mucho tiempo se dice que el carácter de los españoles es un carácter melancólico, fraguado en la época del Barroco español; época en la que se vive el gran esplendor de la gran pintura y la gran literatura españolas."

David Pujante



"La sensibilidad también se cultiva, y hoy hemos perdido la capacidad de sacrificio a la hora del aprendizaje. La sensibilidad se ha resentido, y ahora mismo está pervertida. No hay más que ver la cantidad de gente que se pasa horas y horas viendo programas del tipo de 'GH Vip' y cosas así. Y les gusta mucho. Lo que creo es que si fuesen capaces de apreciar otras cosas, seguramente, llegado el momento de la comparación, ya no les apeteciese tanto ver todo esto."

David Pujante



Leve don


¡Un extraño misterio son los dioses!
Conocemos sus hechos: sus dones y también cuanto nos niegan.
No entendemos ni lo uno ni lo otro.

Te han dado la hermosura:
una piel tersa y blanca como la alta lujuria de los sueños.

Te han concedido hablar en varias lenguas
casi perfectamente.

Y te niegan lo más habitual
entre las concesiones de los cielos.
Te niegan el lenguaje sencillo de las pieles.
Te envaran el espíritu en la noche del cuerpo.
             
II

Cuando la suave mano que pide la caricia
pasa del justo punto del pudor (invento ajeno
a la verdad del cuerpo),
una oscura serpiente en tu interior
se retuerce y se anuda
y te cierras sobre tu oscuridad.

¿Por qué (pero los dioses no contestan)
no puedo acariciar tu joven cuerpo,
hablar con él la lengua del afecto?
            
III

Lentamente, en silencio, se conocen los hombres;
avanzando con paso, si cauto, decidido.
No me niegues la dicha de este nuevo diálogo:
Transitar por tu alma, por tu cuerpo y mi ensueño.
           
IV

En la profundidad de tu mirada
(dos negras insolencias),
las edades se agolpan.

¿Qué hiciste en otras vidas para sufrir ahora este castigo?
¿Qué no hice yo contigo, cuando nos conocimos, para este desamparo?

Llegaste un día a mi casa y te colaste
en mi coto cerrado, en mi amable reducto.
Nos miramos, nos dimos las manos y quedaron
un tiempo entrelazadas,
como cediendo al tacto ese decir
que aún no era de la boca.

¿Qué me engañó de ti, qué gesto,
qué intención aparente
que luego me negaste?
             
V

Como ocurre a menudo en el amor (palabra grande,
difícil de sostener, casi siempre más allá de lo oportuno),
los afectos encuentran a sus dueños
cuando no esperan nada,
cuando van descreyendo de que un regalo nuevo les aguarde.
Gran parte de la fuerza del amor suele ser la sorpresa.
            
VI

Nada tiene futuro en esta vida, y menos esto nuestro.
Así que no pregunto, me entretengo
en mirarte a los ojos, en pasar
la mano con la mente por tus sienes,
en todo lo que sé que he de perder un día,
sin pensar nada.
Como en la vida. Sin planes.
¡Qué digo como en la vida! ¡Estúpido lenguaje!
Nada de como, es la vida
que de nuevo me sorprende
inoculándome su fuerza
tras años de espectador ansioso por tocarla.
            
VII

No estás entre mis brazos
y me parece, en cambio, que quieras formar parte de mí mismo.
Pero lo que te asombra y lo que te divierte,
lo que te gusta y te hace sonreír ¡me es tan ajeno!
Vive tu vida en gozo
y yo estaré en mi sitio.
Los días que la vida nos une
son un portento inexplicable.
          
VIII

No puedo cometer el error de cerrarte el círculo
sobre mí mismo y asfixiar tus años.
La inteligencia también vale en el amor
y debe ser una especia que bien sazone
los ingredientes de la locura.

David Pujante



Me gustaría tanto tener claro
que ya no te amo, que ha pasado el tiempo
y ha arrastrado consigo
aquella sensación de estar soñando
cada vez que miraba hasta tus ojos.

Y el caso es que en presencia, cuerpo a cuerpo,
una furiosa desazón me obliga
a creer que ya nada permanece.
Deseo que te vayas, estar solo,
salir a pasear con mis amigos
y serte infiel con ellos al contarles
los íntimos secretos
que celamos con gusto, en connivencia,
cuando todo era un mundo entre nosotros,
antes de estarse el mundo deshaciendo.

Creo tenerlo claro cuando marchas
y quedo solo, en el primer instante,
porque salto de gozo, y la alegría
de esa primera libertad me vuelve
más vivo, con más ganas...
Me preparo
un traje, y la corbata y los pañuelos
me son una elección regocijada;
quieren decir que libre, que animoso,
saldré a la conquista de las calles;
a perderme entre sombras, entre brazos
furtivos, en portales
donde se pide fuego con los ojos.

Pero qué extraña sensación la angustia
de que todas las ansias de locura,
de libertad, de serte infiel, se agoten
tan pronto, y un vacío, una inquietud
de soledad me inunde y me convierta en
desamparado huésped de mí mismo.

¡Cómo entonces te busco en la difusa, oscura lejanía;
cómo sospecho las claves de todo
lo que nos pasa; cómo justifico
tus injustas celadas!
Sólo ansío
que de nuevo te lances a mis brazos;
pero dejo el teléfono en silencio,
porque es volver a comenzar lo mismo,
porque en llamarte cifro mi fracaso.

David Pujante
del libro Animales despiertos 



"Tengo alumnos de Filología Hispánica que se supone que deben ser lectores, ¿verdad? Pues no; leer, poco. La poesía, por ejemplo, dicen que no la entienden; y lo dicen así, tranquilamente, sin ningún empacho. Y cuando les preguntas sobre lo que leen, responden: «Lo que me obligan». Y muchas veces lo leen deprisa y corriendo, y en ocasiones en resúmenes. A mi edad, he llegado a la conclusión de que lo realmente importante, en una chica o un chico que estudie Filología, es aprender a leer, porque no saben leer y luego, claro, no saben explicarte lo que han leído. Y también aprender a hablar, porque tampoco saben. No tienen costumbre de desarrollar ni un tema, ni una idea. Fíjese qué cosas tan aparentemente sencillas. Yo me conformo a veces con eso; vamos, me conformo y me doy con un canto en los dientes. Qué importante es: leer, pensar, reflexionar, darte cuenta de lo que estás leyendo...; es básico."

David Pujante








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