"Comencé a escribir poesía desde los diez años. A los 17 envié poemas a una revista denominada Laurel, que dirigían dos poetas jóvenes (Rodríguez Itoiz y María Luisa Rubertino) y para mi sorpresa, aparecieron publicados con un comentario de José Sebastián Tallón. Por esa época ya había descubierto a Neruda y César Vallejo. Más tarde leí a Cernuda y, desde luego a Juan Ramón Jiménez, a quien fuimos a esperar al puerto cuando vino a Buenos Aires en 1948. Yo tenía 22 años y, por supuesto, leía a los más importantes poetas argentinos, Borges, Molinari y los que conformaron la generación del 40: Enrique Molina, Wilcock, Vicente Barbieri y tantos otros... Aprendí francés y leí -y a veces traduje- a Rimbaud y a Baudelaire. Más tarde, con una beca del gobierno italiano, pasé un año en Roma, donde me familiaricé con los grandes poetas de esa época: Ungaretti, Montale, Quasi-modo, Pavese... A Montale lo conocí en 1970 en Milán y me entregó las pruebas de un nuevo libro, alguno de cuyos poemas traduje por primera vez al español y publiqué en La Nación. Después Aldo Pellegrini me encargó una antología de poetas, italianos contemporáneos. Todo esto, desde luego, debe haber influido en mi obra insensiblemente, pero sí debo indicar a los creadores más queridos, debo señalar a Neruda a Vallejo a Cernuda y a Montale."

Horacio Armani


El viejo poeta

Quizá lo supo alguna vez: adolescente, despertando
a los tumultos de la melodía;
joven, luchando con las trampas de la palabra;
maduro, minado por la decepción y la ironía,
intuyendo en períodos extremos la belleza
despojada de todo, aislada y alta
como el propio fracaso,
honor de la poesía.

Lo supo alguna vez: su destino era un cuarto
encadenado al triunfo del moho y las arañas,
habitación de triste hotel, desorden
de ropas arrojadas, comedero
de polillas, cárcel perfecta
para el antiguo lobo de las musas.

Si hubiera enloquecido, como Hölderlin,
pudo haber sido su vejez un éxtasis
de sí mismo,
un agua musical que completara
el orden matemático, la poética pura
que admiró en Valéry.
Pero la timidez y el orgullo le forjaron
esos últimos años, sin libros, sin amigos,
mochuelo que en la nada nocturna acostumbraba
su andar de desterrado hacia la muerte.
Alguna vez lo dijo: Yo lo quise,
preparé mi destino, logré mi libertad,
mi ironía fue dardo que ahuyentó complacencias,
la pereza, una herrumbre que detuvo mi obra.

Natural que el rencor de los otros desdeñara su canto,
el puñado de versos memorables que hirieron
a intervalos sus días.
Y raro que hoy lo invoque (hoy que empieza a crecer
la hierba del olvido
sobre los arrasados paraísos de Orfeo),
porque también como ellos sólo supe ignorarlo
aunque a veces sus versos volvían a mis noches
repitiendo su coro de belleza y de sombra
para escuchar la vida, para encender los sueños
y el corazón señor de la miseria.

¡Poesía, triunfo errátil, no olvides a tus siervos!

Horacio Armani


Elementos de la nostalgia

Al sur de esta región vuelan los pájaros,
pero la tierra es seca y cenicienta
y las ramas de los árboles suenan
a chatarra entre el viento.
Oh pájaros, volad con alegría:
alguien habrá compadeciéndome.

Como premonición de algún deseo
las nubes arrastran la arena de los médanos:
cimbran los cardos con esqueletos de sonidos,
todo es una lujuria lentísima que socava.
Vientos, pastos, caldenes solitarios,
arrancad esta aguja clavada en mi corazón,
haced que deje algo menos inútil que mi paso:
una gota de sangre, una gota
de sangre sola, una sola
gota que sea como la sangre de nada.

Quisiera
vivir mi vida entera aquí, quisiera
morir mi vida entera aquí, morir mi muerte entera
y sin destino, mi muerte coronada
como lo único purísimo,
lo único seco y solo con su fruto salvaje,
la herrumbre de algo que debió ser espléndido

y para cuya edad me creí concebido.

Horacio Armani

En el destierro

El dios que viste un alba creando la mañana
en la luz que al amor nació incesante
sobre los pastos verdes de rocío
te desdeñó. Era poca tu vida,
poca fe, la brumosa esperanza.

Hoy gotea la tarde. Una corona
de olvidos gira en torno. Y sobrevive
tan sólo la palabra que te dieron
cuando aún no sabías cuánto adiós habitaba
la llanura ofrecida. Aquel día
perdiste para siempre.

Ah poeta argentino perdido en el destierro
viviendo
en tu propio país tu propia muerte.
El caballo sin formas de la noche
te lleva a recorrer el universo
más solo, la nostalgia
de un Orfeo en harapos
cuyo canto se pierde en el silencio.

En esta tierra el tiempo se destruye:
no es lugar para el canto. Aun todo lo que muere
nunca existió. Y la vida que irrumpe
no bien nos toca ya no está más.
Hoy llegas
al límite en que yace la esperanza

y la ofrendas no sabes a qué dioses.

Horacio Armani


"La poesía es el imaginario veneno que ha guiado toda mi vida. Fue un destino que se me impuso por sí mismo, una vocación que me atormentó desde niño y que no alcanzó la valoración que merecía. Tal vez porque viví en el país equivocado y en una época en la que todo lo que amé ya no significa nada."

Horacio Armani


""(La poesía es) eso que en la mañana se levanta y nos mueve a vivir."

Horacio Armani




El sueño de la poesía

Las grandes antologías están muertas, cementerios
de poetas, osamentas de poetas, fantasmas
de poemas amados emergen de sus páginas:
el tiempo ha consumido para siempre sus versos
que están muertos y han muerto su recuerdo y el mar de sus palabras.
y ruedan por las hojas infinitas sus cánticos
sin destino en el tiempo, tan solos y tan muertos. 

Millares de poetas escribieron para nadie sus versos,
para el olvido, para la nada donde nada el tiempo
y están secas sus sílabas flotantes en el polvo del tiempo. 

Poetas, las palabras
terminan con nosotros, las palabras que un día
creíamos eternas en el delirio que une la belleza y el sueño,
el dolor y la sed, la pasión del misterio.
Y nosotros yaceremos con ellas en el polvo de las antologías
cada vez más remotos, más solos y más muertos
Pero la poesía –inasible victoria– debe continuar
aunque el sueño de la poesía haya acabado.

Horacio Armani



Lo Inalcanzable 

¡Qué importa
ese absoluto desprendimiento!
Qué importan los deseos,
la inalcanzable
nada,
las escoriaciones que la memoria
se complace en atesorar.
He visto
países lejanos, algunas cosas
he conocido,
y sobre todo una sombra
que se demoraba
sobre redes tendidas
y resacas
y pescados agonizantes.
Qué importan los viajes,
esa lúgubre fantasía.
Hay otras regiones
rodeadas por la niebla:
el desamparo se extiende
con remotas posibilidades
donde las palabras y las imágenes tiemblan
y descienden
con alas perniciosas
hacia un escarnio delicado,
desventuradamente perdido.
Qué importan las distracciones
ante ese alrededor de miedo.
Piénsate como algo
que vive fuera de ti mismo,
fuera del mundo,
más allá de todos los mundos.
Qué queda.

Horacio Armani


Un país 

Un país que no acaba por comprenderse
termina siendo un viento demoníaco,
una aguja en el corazón, una serpiente
que se devora odiándose, árbol seco entre brumas. 

Ha jubilado su esperanza y manchado el pasado
con la baba que se extiende sobre los techos
y en el cielo; todas las noches oye su impotencia
creciendo en el vientre de la nada.

Ávidos mercaderes lo succionan; buhoneros
de ideas alzan ídolos huecos, envenenan tejidos.
Es una araña apresada en su tela.

Comedia de autores anónimos,
se representa así mismo, se aplaude y se maldice.
Tiene todo a su alcance, pero no encuentra nada.

Horacio Armani













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