Con retacitos de telas

Con retacitos de telas, las mujeres chilenas fabricamos tapices primorosos.

El último que hice es pequeño: al fondo, montañas de tela de sábana celeste, colgadas del cielo con puntadas rojas y rápidas. Arboles como chupetines de menta y mora. En el primer plano, unas muñequitas con pelo de lana y apenas rostro, llevan la pancarta:

“Libertad a los presos políticos”

Las tejas del techo de la iglesia son sugeridas por el pied-de-poule de un calzoncillo viejo que usaba mi marido. La turgencia del campanario remeda aproximadamente una erección matutina.

El micro escolar con ruedas de felpa remonta cubista una calle de gabardina gris topo. Detrás de las casas de sambayón y pistacho, en una quebrada, se esconden delicados muñequitos cadáver: mechones resecos y piel de momia, dientes de relámpago.

Desde arriba, un sol de batón o mañanita flota indiferente, pero con todos los pelos parados.

 Jan de Jager



Escultura mental

Ensamblar, a modo de mosaico tridimensional
todos los trozos, todos los fragmentos, las esquirlas
que quedaron después de que Miguel Ángel
terminara de esculpir el David.

Imaginar el bloque resultante,
todo mármol y grietas y pegamento,

en cuyo centro hay un David de aire.

Jan de Jager

 

La genial pianista sorda

La genial pianista sorda no distinguía la izquierda de la derecha.

Para no confundirse, para evitar extraviarse en la ejecución, llevaba siempre un brazalete en la muñeca izquierda. Un brazalete de esmeraldas engarzadas en oro.

Bastaba que alguien, por error o alevosía, le colocase el brazalete en la muñeca derecha para que ella tocara toda la partitura en espejo,

creando los más rutilantes estallidos de tonos graves
y un sutil apoyo armónico y rítmico de notas aguditas.

Jan de Jager



Santo remedio: dos cucharadas de su propia medicina

—A todos estos negadores del Holocausto, habría que llevarlos a Auschwitz.
—¿Para que vean las cámaras de gas y los hornos de cremación?
—No, para asfixiarlos y cremarlos.
—¿Pero eso no sería rebajarse al nivel de los nazis y sus negadores?
—Puede ser, pero después sencillamente negaríamos todo.
—Brillante.

Jan de Jager


Torso
     (Museo del Vaticano)

Piernas nunca tuvo.
Perdió los brazos de mármol
    y la cabeza de mármol
por avatares de los tiempos:
naufragios, terremotos, vándalos.

Sigue sindo hermoso,
atlético de pectorales y de nalgas
posado en su pedestal de granito.

El pene de mármol
se lo rebanó un cardenal
      con un martillito, y con la honorable,
eugenésica intención
de que no se sigan reproduciendo
tales mutiladas monstruosidades.

Jan de Jager



Víspera de Cancha Rayada

Con la mano se tapa los ojos,
porque le duele mucho una muela.

Intenta mirar por la ventana pero la luz es hiriente.

Abre la puerta y quedar encandilado le cuesta un triunfo.
Desesperado, tira del diente como un buey,
como quien enganchó un pez espada, o un dorado.

El pez sale del agua y el buey descansa,
le late la cabeza, le quedó una marca, un hueco en la boca.
lo tantea con la mano y con la punta de la lengua.
Metálico gusto rojo.

En la mesa apoya un bagre todo cariado.

Jan de Jager









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