Contemplantiva

El mundo espectral. En torno llueve
y siega el viento el cuerpo menudísimo
de las gotas de agua.

Me apuñala los ojos abstraídos
el naranja veloz de los relámpagos.
¿La misma lluvia miras? ¿La misma luz te hiere?
¿Sientes el mismo frío?

Tiene esta vida oscura
la luminosidad del desvarío. 

Irma María Tersilia Peirano


Corpus

Ocurre a veces mirar, en un tobillo
delgado y trasparente, la rama de una vena,
la sangre compulsada igual que nuestra sangre
expresando lo íntimo de nuestro pensamiento.
Miramos entonces, como por vez primera,
esa revelación de lo nuestro
partiendo de otro cuerpo.

Con la misma viva, cálida temperatura
con que avanzamos a través de los días,
avanzan a semejanza nuestra,
desconocidos hermanos
tenidos por ajenos, separados,
suponiendo lo extraño
donde estaba lo propio.

Tú, que mueves por la ciudad tu paso,
que agitas caminando tus manos
–cinco, diez dedos uniformes, copiados de los míos–
eres tanto yo misma como yo soy tu mismo.
La verdad es directa como la luz del sol
cayendo sobre hombres y cosas,
Similar es el paso, similar el aliento,
la forma –plena forma ciñendo los sentidos–
también es similar, de similar destino.

En lo poroso de tu piel penetro y me penetras,
en lo vital de tu sangre vives y me alimentas.

Mi criatura, mi igual, espejo de mi tiempo
en mi mismo dolor y con mi mismo anhelo.

Irma Peirano



La luz se justifica

La luz, paloma familiar, corriente vuelo,
ave palabra, ligerísima espuma del sentido,
gerundia exactitud, talón desnudo,
perfil preciso, mano de cinco dedos,
anatomía irrevocable,
todo eso es la luz bajo los biombos de la piel del hombre
que tiene un blanco corazón de miga.

Y excluida del hombre, blandiendo sus estambres,
sus antorchas felices, su augusto panteísmo,
su triángulo de espiga, de mazorca y de agua,
lustral, candeal, hermana A, iniciadora y mansa,
Lama antigua, milenio sobre milenio infusa,
la luz puede invadir toda la sombra,
madurarla en canicie poco a poco.

Irma Peirano



Poema natural

Se percibe tu gracia redonda de hemisferio 
cuando abre mi paloma sus alas y te cruza, 
cuando mi pez transpone la línea de tus ojos 
y tus dos meridianos en cruz se configuran. 

Sube un olor entonces de espontáneos salitres 
mezclado al residente olor de tu espesura 
y una voz desusada agota caracolas 
de bárbaro lenguaje mientras tu mar despunta. 

Denúnciame, denúnciame tu universo, tu gracias, 
ese poblado mundo que habita tu cintura 
desde el dulce y profundo milagro de tu ombligo. 
Denúnciame tu mundo, su elemento y su turba. 

Denúnciame tu pura geografía compacta 
dilatando de pronto su razón y su anchura 
para que la transiten mi pez y mi paloma 
y una bocina antigua la nombre y la difunda. 

Tu grave geografía partiendo de tu vientre 
hacia el sur de tus muslos y el norte de tu nuca 

Irma Peirano


Reflexión para una edad

Desde el más absoluto silencio,
desde un silencio de rama desnuda,
desde un silencio de tronco caído,
desde un musgoso silencio de piedra,
desde un frío silencio de llovizna,
desde un silencio de grietas desoladas,
desde un silencio silenciosamente
sobrevenido no se sabe cuándo,
aconteciendo no se sabe cómo,
dado a permanecer, dado a rodearnos,
a intervenirnos hasta el esqueleto
por la fina hendidura de los poros.
Desde un silencio deshumanizado,
desde un silencio atroz, nunca entrevisto,
se podría decir desde un silencio
hecho con la mordaza del silencio.
Desde la supraesencia del silencio,
Llega el invierno.

Irma Peirano


SONETO 4

Acosada de jugos vegetales,
resuelta en savia que mi copa inclina,
estoy ciega en los ojos animales
y agraz como una virgen de resina.
Un espasmo primario da a mi tronco
la selvática fuerza del instinto
que organiza gemidos como ronco
clamor sonando en ríspido recinto.
Alcánzame tu ciencia de manzano
entre árboles que oprimen mi nudoso
pesado centro de sabor profundo.
Porque estoy en mi fuerza saturada,
agria de tanto esfuerzo codicioso,
frutal y sin injerto, malograda.

Irma Peirano


Teología

Tengo para mí una estampa
de cielo sin santos.
Tengo para mí dos leños
imaginarios
suspendidos al sur
para ensartar milagros.
Tengo un Dios verdinegro
con espíritu manso
de hojas y de tierra.
Mis rezos continuados
son las lluvias internas
de los vasos.
He aquí mi teología
al cuadrado.

Irma Peirano






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