Cosa

Esa cosa no era una piedra instalada en el interior
de la cabeza que pudiera extraerse con pinzas al rojo vivo.
Tampoco era lo que se dice una cosa.
Más bien un daimon, incansable diablillo,
soplo que encendía tornados en su alma
y le enredaba la lengua hasta llenarle de espuma la boca.
Llamaron al exorcista. Estudió el caso. Dijo:
déjenlo que hable con el viento,
que escupa sus furias sobre este pueblo extraviado.
Que vaciándose disperse por el aire su memoria.
Que nos devuelva con vida nuestros sueños.

José Di Marco


El suicida

Como un reto
a la ruindad de la memoria
a sí mismo se instaló en la nada
anticipándose a la usura del tiempo.
Escueta fue la crónica policial
y menor la congoja de los deudos.
Ni una nota que explicara
el abandono, la molestia súbita
de una vida a ciegas.
Qué pueden decir sus huesos subterráneos
de lo que buscó con una bala en la quijada.
Apenas constan,
en la nube turbia de la culpa,
el roer de nuestras conjeturas,
la temblorosa baba de los que sobreviven
a quien no quiso prolongarse en vano.

José Di Marco


Escribo sobre nada

Escribo sobre nada, y estoy contento.
Vengo de ahí, de lo trivial
y me corona su aura deleznable.
Escribo sobre nada, y no lo niego.
Pasa una señora con un televisor al hombro.
Pasa un niño con su fiebre de bosques.
Pasa un poeta con su librito flaco.
Pasa el dolor, la pena, las promesas rotas.
Pasa la vida con su collar de muertos.
Y yo escribo sobre nada, y soy feliz
porque estoy solo y entregado
a lo que vendrá: espanto o maravilla.
Escribo sobre nada, y bebo y sueño
una vida sin tragedias.
Escribo sobre nada
porque no hay nada más que llovizna
y una tristeza cósmica mayor que el mundo
donde escribo versos truncos,
parábolas del absurdo,
chistes que no causan risa.
Vengo de escribir, y estoy contento
y eso que fui un testigo de la nada.

José Di Marco


Hoy

                                       a Diego Formía 

Cuestión de tonos, de colores que suenan
o de gemidos que encienden las palabras.
La llovizna tiene un páncreas,
la torta aplaude la soledad del compañero,
la cama es un bote inmóvil en el invierno del alma.
En el reino del símbolo, a sí misma se excede
cada cosa y los nombres son una red hambrienta.
Lo que vale para uno no vale para nadie
(o algo así) escribió el filósofo
antes de dormirse. Tal vez quería pan para sus dientes,
del que se hace con harina, sal y levadura.
Una cama tibia y quieta, quería, tal vez. Hoy
que el agua se dispersa liviana,
la soledad se acuesta con sus huesos
y el mundo, como siempre,
no es un capricho del lenguaje.

José Di Marco



La música

                                          para Tadeo (sobre un poema de Denise Levertov) 

Él no se adelantó: algunas noches pateaba
desde adentro el vientre de su madre
ensayando los pasos de su condición futura.
Nos educó durante nueve meses
en la escuela del nacimiento
y cuando al fin se abrió en su boca
el grito externo de la vida,
entendimos por qué. Trajo
a este mundo el suyo:
materia que refulge,
alegría de lo diminuto,
un idioma de fulgores impensados.
Algún día tendrá que pagar impuestos,
memorizar largas cifras,
afilarse los dientes.
Mientras tanto corre por la casa,
una luz en movimiento.
Todavía no aprendió a silbar
pero ya es toda la música.

José Di Marco







No hay comentarios: