Descripción

A la altura de los ojos
las tres gotas de sangre
de las torres.
Sobre el resplandor de la ciudad
algunas estrellas muy pequeñas,
muy débiles.
Abajo calle con árboles;
al fondo
la hilera de últimas casas
tragadas por las lomas.
A mi izquierda gran ola chispeante.
A mi derecha tierra de rocío.

Javier Foguet



La noche

Suelo dejar sin encender las luces.
Me gusta cómo crece
sobre las casas el ramaje oscuro,
caminar el jardín aguardando algo,
un cambio leve de temperatura,
la hora de cenar; meras excusas
para una espera que no es más que eso:
espera. (…)

Javier Foguet



Montaña en el mar

Para siempre tendré
contigo este coloquio.
¿Qué tiempo me sustraje
al hambre de paisaje?
Ya me gusta el olor
de la hierba, el color
futuro de tu pelo.
He entendido que quiero
sólo la poesía
donde no sé llegar.
La montaña en el mar.
Adoro todavía
tu voz cuando comienza
la canción. De qué modo
en ella me abandono!
También cuando termina
me ha perdido su tono,
su trazo en la neblina.
(Ahora llueve en el cerro.
Puede haber azucenas,
no lo sé, yerbabuena,
berro junto al arroyo;
entrecierro los ojos
en el bosque de hierbas.
Siento tus pies abrirse
camino en el rocío:
la lluvia toca todo
lo que quiero tocar…).
Es que no hay nada más
lejano que tu música
o el olor de estas rústicas
ramas…Esa es la trama
de nuestra silenciosa
conversación. La cosa
perdida vuelta a hallar.
La montaña en el mar.

Javier Foguet



Si, como lo presiento

Si, como lo presiento,
tendré que reconstruir la casa un día
no debo olvidar la ventana de la cocina
apenas sobre el mármol que da al oeste,
a lo religioso de la luz atardecida del oeste,
filtrada por las ropas tendidas
y la verdura de unas cañas,
de donde adquiere volumen el pan,
el acero, la vasija griega
inútilmente retratada
-la luz sobre el azul femenino-
con la Rollei que rescaté
del olvido de mi padre
para olvidarla después con absoluta justicia
porque el humor de la luz,
el humor de la luz buscó mi padre con su cámara
y en acuarelas y aun en los calculados
y atractivos tonos (para el ojo esmaltado
de un pez secreto) que el plumaje de las moscas tomaría
sobrevolando los reflejos del pastizal
y al contacto con el declive del río
que lleva las aguas y a la luz de retorno
hacia la semi-apertura de la ventana.

Javier Foguet








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