Diez maneras de mirar a P. B. Shelley

1

Su cuerpo lavado en las arenas.
Yace ahí donde el oro retrocedió
sobre las montañas.
En sus faldas-pantalón de algodón, en sus medias blancas
en los versos de Keats en su bolsillo interno
sólo los gusanos se movían.
Ah salvaje viento oeste,
tu aliento es el ser del otoño.

2

Su cara comida
por las criaturas del mar.
Su espíritu que tenía ojos
labios y fosas nasales
vieron a la soñante tierra
la lamieron,
olieron sus olores que destruyen
y preservan al mismo tiempo.

3

Fino como un hueso, espástico.
(En pantomima él era
la primera opción para jugar de bruja).
Una voz estridente. Callos en los pies.
Hasta la nuca en chicas.
Y todo el tiempo, burlas
acerca de los ángeles de la lluvia,
los ángeles del relámpago
que se suponía iban a descender esta noche
sobre el planeta azul.

4

Odiaba la carne picada de cerdo,
los santos, la veneración, el Rey.
Pero sobre todas las cosas odiaba
un marido y una esposa
en su monógamo abrazo.

Lluvia negra, bravo granizo
descendieron
sobre el raudal
de sus tiaras ménades.

5

Había espinas en cantidad, zarzas en cantidad
entre las cuales cayó y sangró.
Pero conservaba arsénico en el bolsillo.
ya que ¿quién sabe
si quieres sobrevivir
a la belleza de las agachadas?
¿Quién sabe si no preferirías,
sin partir del todo, hundirte
en las algas marinas, indómito?

6

Una vez le prendió fuego al mayordomo familiar,
el Señor Laker. En Italia
bailó frente a un arbusto llameante.
Más tarde, en la sombra, gris de
frío, luego de horas como carámbanos,
suspiró: "Atención, oh, escuchen
las ramas del cielo y del océano
enroscadas unas en otras".

7

Salió corriendo a los gritos de su cuarto,
había, ¡oh! visto
gordas mujeres de Sussex
con ojos donde debían estar los pezones.
Muchas veces en su cama de invierno vio
una criatura desnuda
surgir de un mar púrpura.

Oh, álzame como una ola,
una hoja, una nube.

8

Para el desayuno y la merienda comíamos bombones.
Entrañas secadas por el opio.
Los riñones y la vejiga dañados.

Sus acentos y ritmos
son soplados sobre la tierra helada.
Ecos de los dioses y de los mirlos
blasfemias también.

9

Se rehusaba a ponerse medias de lana.
La manteca lo hacía tener arcadas.
Con Harriet, Mary, Claire, y otras
insertaba una esponja embebida en vino,
para bloquear niños.

Determinado a exilarse a los bordes
de un círculo tras otro,
se fue hundiendo entre grandes señales,
rechazos.

10

Cuando sus fragmentos murieron
y él fue sepultado como oda y panfleto,
el Courier escribió: El infiel se ha ahogado.
Ahora él sabrá si hay un dios o no.

El meneaba a la puta de la elocuencia
en su rodilla.
Su infidelidad: un antídoto
a la venida del invierno
en el viento del oeste.

Hugo Claus



El animal

La bestia en el pasto (separado de las llamas)
ve agachado sobre sus patas como rompe el día
Como gesticulando el sol ofrece su banquete de siete colas

Como (oro-otoñal, ojos-de-rocío y temblando)
No desea ninguna otra cosa.
A la noche retrocede suavemente y penetra la quietud

El bosque en el que el frío cazador llama.
Tan a salvo, tan manso, ningún hombre
Entra en su mundo.

Hugo Claus



"El germen está sembrado, ante nuestros ojos crece una seta mierdoso de intolerancia y de tiranía. Observamos en nuestro entorno que los jóvenes ocupan nuevas posiciones, que se oponen a la robotización de la sociedad, a la visión del porvenir encerrado que los espera. Su oposición política tiene que ir paralela con la oposición contra una concepción obsoleta acerca del erotismo. Porque la libertad erótica —enturbiada durante años por un catolicismo muy cerrado— necesita una defensa tan pertinaz."​

Hugo Claus



El hombre de Tollund

Como un pariente
al que uno ve raramente entre su gente,
y que se sienta de repente en un rincón de la habitación,
un rey de rostro adusto lleno de discordia y de silencio,
que no duerme, pero descansa en paz.

Ningún gusano se ha alimentado de él,
nosotros somos su plaga de alimañas ahora
con nuestras entusiastas miradas.

En su tiempo lleno de dioses, y cantos,
de guerras y naves y
retaliación,
fue estrangulado con una soga hecha de cuero
y arrojado en su propiedad: el suelo, en
un tiempo de hielo y hierro.

Trazas de semillas de lino, de torta de cebada y de malas
                                                                              [hierbas
en el canal intestinal:
era invierno cuando murió, jadeando por aire
y aprisionado en el barro de un páramo de turba.

Los hombres del poblado lo rodeaban,
apretando una horqueta contra su garganta y aprobando
mientras era sacrificado a los frutos del verano.
¿O era un asesino? ¿Un hereje? ¿Un desertor?

Arrodillado en el espacio vacío,
su cuerpo tanteó su propiedad: la tierra y no encontró
                                                            [ni ramas ni árbol;
la venganza no penetró su mente,
ya que sonríe en el pantano que lo preservara.

Un cofre se pudre, las rocas se pulverizan, el pasto se vuel-
                                                               [ve paja y ciénaga;
pero él yace ahí, hombre junto a lo familiar durante siglos
                                                                             [por venir,
con la soga puesta, con una oreja aplastada y sin dientes.

('Cuando estaba en mi plenitud y te montaba
el mundo me parecía magnífico

hasta que brillaba con rencor
ante la devastación de las cosas.

Chillabas como corza, perro y oveja
cuando engendré a tu hijo.

Yo era una daga de madera de lima
en ese interminable páramo, tu piel')

El ácido que lo preservó
crece en el pasto.
Doblemente doblado, aguarda justicia
por el que fue.

Si hay sangre: coagulada.
Si hay vida: afectada
por el masivo gas sin tiempo, las huellas digitales de los años.
Si hay azul: borrado
como el azul de tus ojos, años después.

         ('Es un hombre de arcilla quien te habla.
          Maté y fui matado.
          Los pájaros se están poniendo en el Oeste.')

En amoníaco y estiércol,
en espinas negras,
bajo una capucha de plomo:
mi muerte.

¿Soy culpable de violación?
¿Rehuí el combate?

Mi madre lo vio todo en el momento
de darme a este mundo
de fresas y víboras y lilas,
esta trampera y las pantanosas nieblas de su vida.

Yo nunca lo supe. De modo que sonrío
mientras me hundo más hondo en este polder
como ganado de cuernos con dolor de tripas.

Los niños pueden tener razón en gritar
que me veo ridículo por lo mohoso.

Ellos saben lo que es la justicia,
aunque el deseo de ella no los persiga.

Mi linchamiento ha pasado,
aunque la piel de mi cuello encogerá
en los años por venir,
y estás enojado, hasta el borde de tus articulaciones,
por lo que me hicieron.

Mi lengua protruye, y ya no hablo,
encadenado a partir de ahora en tus ropas
y relincho en tu sonrisa
con mi sangre y moco y semilla.

Si yo soy tal
entonces también lo eres tú.

Tanteando en busca de algún gesto te encuentras a tí mismo
atrapado en mi clamor, desfigurado por los días hasta el fin.

¿Qué edad tienes ahora?

¿Será el fuego tu castigo
o te hincharás hasta estallar?

La víctima ha administrado justicia.

Te mueves en acuerdo con cada cambio mío,
y tú también eres preservado, y mientras esa horrible luz
aún brille en ti, reúnes todos nuestros fragmentos.

Hugo Claus



Flandes occidental

Tenue canción hilo oscuro
País como una sábana
Que se hunde

País primaveral de granjas y leche
Y niños de madera de sauce

País estival y febril cuando el sol
Concibe sus crías entre el trigo

Rubio cerco en torno
A los campesinos sordomudos junto a la lumbre muerta
Que rezan: “Dios nos perdone por
Lo que nos ha hecho”

A los pescadores quemando en sus botes
A los animales con pintas a las espumajeantes mujeres
Que se hunden

País me resquebrajas Mis ojos son añicos
Yo en Ítaca con agujeros en la piel
Prestas tu aire a mis palabras
Acojo en mi lenguaje tus arbustos tus tilos

Mis letras son: Flandes Occidental duna y pólder

Me anego en ti
País serás un gong en mi cráneo y a veces
Más tarde en los puertos
Una bocina: mayo y escarabajo Fosca luminosa
Tierra.

Hugo Claus
Traducción al español de Ronald Brouwer



"La religión es peor que la droga."

Hugo Claus


"Las calles, a veces, huelen a gas.
—¿Qué diferencia hay entre esto y Flandes? —dice Jaak—. ¿Eh? ¿En realidad? La misma ropa, los mismos tejanos, la misma música en las tiendas, Perry Como, de hace veinte años, o los Ramones por las radios, en el cine las mismas historias de amor y de coches que se persiguen, los Wimpy son iguales, los peluqueros, los coches…
(No ve la diferencia. Ya no. Yo también la veo menos. Es la diferencia entre nosotros y los auténticos viajeros. Los auténticos viajeros se sumergen en el extranjero, en lo extranjero, se hunden en ello, se igualan a ello, adquieren el color de lo extranjero. Nosotros somos turistas, como máximo buscamos algo raro, algo picante que podamos contar después, en el Unicornio, o que él contará a Dina y yo a mi madre).
—Hoy en día, todos saben todo sobre todas partes y todo el mundo, e imitan a todo el mundo —dice Jaak.
En el barrio chino señala una camisa de lana a cuadros azules y rojos que está puesta en un maniquí, un forzudo leñador con pelo platino.
—¿Podría quedarme bien? —pregunta con voz vacilante, modesta.
—Es exactamente tu estilo —dice Michel.
—¿No es más bien para el invierno?
En un local demasiado estrecho, repleto de tejanos y jerséis y abrigos, bajo una luz cegadora y un calor asfixiante, se prueba la camisa. Un viejo chino estira de los bajos.
—Te va como un guante —dice Michel.
—Ni que lo digas. No puedo respirar.
Michel pide una talla más grande."

Hugo Claus
El deseo



"Mantener las costumbres y los éxtasis de la tribu: sí, he aquí el papel del escritor. Por ejemplo, Le Chagrin des Belges, lo escribí para que mis dos hijos sepan como su padre había vivido en una civilización extrañísima y neandertaliana. He querido mostrarles lo que era vivir antes de la guerra, durante la guerra y tras la guerra en una comunidad pequeña."

Hugo Claus



"Marigaal llevaba a Axel en su coche. Ambos habían sido convocados por Oorslag para una reunión importante. Marigaal tenía un aspecto algo frívolo: llevaba una gorra escocesa con pompón.
Axel quedaba embutido en el asiento del coche deportivo. Había niebla. A veces parecía como si el coche flotara sobre los blancos jirones de niebla. Axel cabeceaba, escuchando una historia caótica sobre el periodista Verachtert, que había tenido relaciones con la hermanastra de Marigaal. Marigaal decía que le gustaría romperle la cara a Verachtert, porque se había pulido todos los ahorros de esa hermana suya. Pero ¿qué podía hacer uno contra un tipo así? Era mejor conservar su amistad, porque quién sabe lo que podría llegar a pregonar en todos sus periódicos y revistas. Por cierto, Verachtert había estado sonsacándole a ver si Axel estaría dispuesto a concederle una entrevista a fondo, algo sustancial, el culo al aire, hasta la médula, sobre el destino de un poeta en pleno bloqueo creativo, como Axel. Las palabras iban y venían en la niebla: Verachtert, su seudónimo Saltamontes, reseñas, destrucción, ensayo, demolición, fragmento, amargura…, los párpados de Axel se cerraron.
Se despertó cuando alguien le habló y una mano enfundada en un guante deportivo de hilo y piel pasó por delante de su nariz. Oyó el clic de la guantera y la voz de Marigaal."

Hugo Claus
Belladona



Mientras se desvela, el primate desnudo

Mientras se desvela, el primate desnudo
se considera a sí mismo la medida de las cosas.
En el desorden de las estaciones
ha plantado un cuadrado.
Y entonces decreta:

“La tierra es una colonia
del cielo,
la lluvia es mi sangre,
la roca son mis mocos,
el mar mi bilis.”

Del aire transparente
destila gases abrasivos.

Y mira satisfecho la huella
que ha dejado marcada en el fango,
el rastro de sus sueños y de su peste.

Hugo Claus
















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