"Dios mío, ay Dylan, qué frío debe de hacer ahí abajo con el que hace aquí arriba, en noviembre: el mes más sucio del año que acabó contigo en el noveno día vil. Ojalá pudiera llevarte una taza con tu pan y tu leche y tu sal, como la que tomabas siempre por la noche para calentarte."

Caitlin MacNamara



"¿La ha diñado ya el maldito?"

Caitlin MacNamara
Al morir su esposo, en 1953, Caitlin supuestamente irrumpió en el cuarto en el que yacía el cadáver y preguntó a gritos...




"Yo estoy pendiente de Dylan constantemente . Pienso en su cabeza y en sus manos; esa es la imagen que tengo día tras día. Cada vez que me encuentro deprimida, la tengo más viva. Sus pequeñas y estrechas manos eran blancas y con dedos largos, como las manos de los artistas deben ser, mientras las mías, en contraste, son cuadradas, rojas y toscas, heredadas de mi padre. Las suyas eran blancas, cosas inútiles que nunca hicieron un trabajo que no fuera sostener un lápiz. Eso fue lo que más me golpeó cuando murió . Cuando lo vi en el hospital en Nueva York , esos dos pequeños peces se salieron de las sábanas de su cama. Su cara estaba cubierta con tubos provenientes de la máquina de oxígeno, y todo lo que podía ver eran esas dos pequeñas manos. Cuando lo traje de vuelta a Laugharne y lo vi por ultima vez en su ataúd en el Pelican, allí estaban ellas nuevamente. Esas dos manitas. Eso es lo que más siento dentro de mi piel. Ellas parecen completamente inútiles, y aún así ellas dicen tanto."

Caitlin MacNamara
















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