El cuerno del carnero

Me he vuelto hacia el paisaje porque los hombres me decepcionan:
el tronco de un árbol es orgulloso: cuando los leñadores lo derriban,
conserva una contenida, jónica solemnidad:
es un hecho rotundo que no necesita explicación.

Nunca me vi forzado a evitar el alba
porque oculte traición detrás de su rostro animado:
incluso el carnero que mira adusto en el pantano,
aunque símbolo del mal, avanzará con gracia por la hierba
/que arrastra el viento.

Animal, planta o insecto, piedra o agua,
son, cada minuto, ellos mismos; actúan conforme a la ley.
No hace falta que yo les encuentre motivo,
o que me rasgue el corazón para excusar a la rata en el heno.

Vivo a gusto en el paisaje, me siento cómodo allí;
el único problema que veo lo traje en la mano.
Miren, lo dejo caer con un crujir de tallos en las ortigas
y ni por un instante espero que ellas entiendan.

John Hewitt


Paisaje

Para un campesino el paisaje vivo es
en cierto nivel un mapa de parentesco,
y en otro, apenas debajo de éste, un gráfico con instrucciones,
jamás en nivel alguno una vista hermosa:
el cielo es un manual de trabajo o de ocio;
el viento en un punto cardinal es el rumor del heno,
en otro un largo día en la turba sobre el musgo;
el paisaje es familias, y un hombre solo
que hierve una ollita, y cartas una vez al año;
es también, apoyando esto, buen grano
y pasto estival para ovejas libres de sarna
y acres en barbecho esperando el lino.
Así que hablar del tiempo también es hablar de vida,
y vida es hombre y lugar y estos tienen nombres.

John Hewitt



Substancia y sombra

Hay una austeridad en las imágenes
con que atempero el tiempo en defensa de mi mente;
conservan sus propios, sus obstinados secretos;
inútil enojarse con su reticencia:
la zambullida de un ibis, una garza junto a un estanque
una última corneja volando a su nido al caer el sol,
una araña acechando en una hoja de helecho,
y cardos en la corona borlada de un haz de maíz,
una roca, manchada de liquen, en la falda de una colina,
los destellos del sol sobre cálamos de hielo que gotean,
su perdurable significado contenido
en la textura, el color, la forma, y nada más.
Sobrios, magros, simples, naturales
de esta pequeña república que he presentado
como el terreno seguro donde mi percepción es firme,
mientras alrededor de sus límites se extienden los pedregales de la duda.

Mi lámpara alumbra la pava en el hornillo
y arroja su sombra contra la pared blanqueada,
como un perfil asirio con un yelmo
y una serpiente o un pájaro coronando la cimera;
pero sigue siendo una sombra; cuando cambio
la lámpara de sitio o muevo la pava, desaparece;
la substancia y la sombra escapan
del bronce preciso para encerrarlas, bronce o piedra.

John Hewitt



Una vez extranjeros aquí

Una vez extranjeros aquí mis padres construyeron su casa,
reclamaron su tierra, la drenaron y le dieron uso,
y por su urgente tarea apenas escatimaron
centavos trasegados de las reservas guardadas
de palabras bien gastadas que habían dejado sus matices
en la madura Inglaterra de las suaves ondulaciones.
Los hoscos irlandeses cojeando hacia las colinas
cargaban consigo sus encantamientos y conjuros
que en los días de festividades de los clanes colgaban felices y ricos
en cada rama la piedra horadada por la lluvia un significado
más allá del borroso grabado de la turbia escarcha…

Así que yo, por todos los hombres enterrados
en el barro del Ulster, por la roca y el valle
por la bruma y la nube y la calidad del aire
tan propios a mi pensamiento como al de cualquiera de aquí,
soy quien ahora debe buscar una manera nativa de descifrar
la tenaz sabiduría individual,
aunque sin la habilidad en ninguna escala de canto,
la inglesa más grave, la poética lengua irlandesa,
debo dejar que esta tierra rica mejore así la sangre
con pulso constante donde ahora hay un ánimo que se desploma
hasta que pensamiento e imagen tal vez, identificados,
encuentren una voz natural para manifestarse apropiadamente.

John Hewitt












No hay comentarios: