"El prozac es una manera de resolver tus problemas, pero definitivamente no es la más interesante, aunque es el modo al que cada vez más gente recurre para afrontarlos. Seguramente sea una manera fácil de hacerlo, pero no me interesa en absoluto."

Daniel Mendelsohn



"En cierta manera, es como la experiencia de Tiresias; he aquí por qué los hombres gais tienen algo de siniestro y por qué la idea de un hombre gay resulta perturbadora e incómoda. Todos los hombres heteros que han realizado el acto físico del amor saben qué se siente al penetrar a su compañera durante el coito, al estar dentro de la otra persona; todas las mujeres que han tenido relaciones saben qué se siente al ser penetrada, al tener a otro dentro de sí. Sin embargo, el hombre gay, en el preciso momento en que penetra a su compañero o es penetrado por él, sabe exactamente qué está sintiendo y experimentando el otro, ya que posee la experiencia del acto contrario, complementario. El sexo entre hombres disuelve la otredad y la vuelve mismidad, el men se torna de , en un equilibrio perfecto: no hay nada que el uno no sepa sobre el otro. Si el objetivo emocional del acto consiste en obtener un conocimiento total del otro, puede que el sexo gay sea, a su manera, perfecto, pues en él el conocimiento total de la experiencia ajena es, al fin, posible. Sin embargo, dado que el objeto de ese conocimiento ya es perfectamente conocido por ambas partes, el acto es también, en cierto modo, redundante. Quizá por eso muchos de nosotros buscamos la repetición, como si profundizar fuera imposible."

Daniel Mendelsohn
The Elusive Embrace: Desire and the Riddle of Identity
Tomada del libro La masa enfurecida de Douglas Murray


"Es una gran cuestión dentro de la civilización del consumo: todo se mercantiliza de manera que todo deviene barato y accesible pero inauténtico, por lo que la gente continúa su búsqueda de cosas y experiencias auténticas. Es el último deseo de la sociedad de consumo del capitalismo tardío, la autenticidad, porque cuando lo auténtico está localizado en el consumo, nada se siente como auténtico. Esto me lleva a las cuestiones iniciales sobre las humanidades: esto es por lo que las personas necesitamos la educación y las humanidades, porque lo que uno obtiene de una educación humanística es auténtico y siempre lo será. La lectura de una obra como La odisea nunca podrá ser mercantilizada, es una experiencia real, es realidad, y esto es ahora más importante que nunca lo ha sido antes. Por eso hay que fomentar las humanidades como defensa contra esa insípida cultura del consumo, porque de otro modo uno se queda sin cimientos, sin raíces, sin nada. Por eso los políticos la atacan: porque los ciudadanos auténticos son capaces de pensar y más capaces de resistir y no dejarse engañar por la propaganda política."

Daniel Mendelsohn



"Estamos ante el colapso del orden surgido tras la Segunda Guerra Mundial, todo el mundo lo sabe. Yo soy mayor que usted [Mendelsohn nació en 1960], pero si usted hubiera nacido en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial habría crecido con la asunción de que ese orden duraría para siempre y ahora estamos viendo que no, y esto significa que estamos en una crisis. Si uno mira la historia de la literatura, uno podría casi afirmar que todos los grandes movimientos literarios han surgido como respuesta a un momento de turbulencia, a gran crisis, en política, en economía, etcétera. Si uno mira a la novela del siglo XIX también se podría decir que es una respuesta a la revolución industrial, el auge de la burguesía… unos fenómenos que habrían sido impensables apenas cincuenta años antes. Así que, sí, toda explosión de la no-ficción, la autoficción, es una respuesta ante la ansiedad de qué es real y qué no y a la ansiedad ante el fin de una era."

Daniel Mendelsohn


"Juego de tronos es, en cierta medida, una cultura patriarcal muy violenta, que es lo que eran tanto los romanos como los griegos. Pero como escribo en el ensayo recogido en este libro, en cierto modo la serie es más una historia medieval que una clásica. Es la intención también del autor del libro: crear una especie de mundo medieval paralelo. Uno de los elementos que sí pertenece a los clásicos en Juego de tronos, tanto en la serie como en los libros, es que tiene una muy clara y emocional manera de entender cómo funciona el poder y sus entresijos. Es como Tucídides. El poder es despiadado y cuando pierdes, mueres."

Daniel Mendelsohn



"Lo que recuerdo de aquellos apareamientos indiferentes es esto: que cuando un hombre practica el sexo con una mujer, se hunde en ella. Ella es la cosa que él desea, o en ocasiones teme, pero en cualquier caso es el punto terminal, el lugar al que se dirige . Ella es el destino. El hombre gay, durante el acto sexual, se hunde a través de su compañero para regresar a sí mismo, una y otra vez. Y continúa: He tenido relaciones con muchos hombres. La mayoría tienen un aspecto determinado. Son de estatura mediana y más bien guapos. Es probable que tengan los ojos azules. Vistos por la calle o desde el otro lado de una habitación, emanan un aire vagamente solemne. Cuando los abrazo, es como si me hundiera a través de un reflejo para regresar a mi deseo, a aquello que me define, mi yo."

Daniel Mendelsohn
The Elusive Embrace: Desire and the Riddle of Identity
Tomada del libro La masa enfurecida de Douglas Murray


"Los buenos pensadores y los pensadores críticos serán menos proclives a consumir lo que se quiere que se consuma y del modo en que se quiere que se consuma; por eso se hacen esas reformas. El problema con este enfoque de retirar las humanidades del sistema educativo es que obedece a una mirada muy miope sobre la realidad. Todo el mundo está ahora muy histérico sobre entrenar a los estudiantes en ciencias, tecnología técnica, ingeniería, matemática, lo cual está bien porque vivimos en una sociedad tecnológica y necesitamos tener trabajadores y consumidores bien educados en esos terrenos. No tengo ningún problema con eso, pero la razón por la que uno necesita las humanidades, estudiar humanidades, la razón por la que estas tienen que ser parte del sistema educativo es porque ninguna materia técnica te va a ayudar con tu vida: pueden ayudarte a encontrar un trabajo, pero cuando tu padre se muere no te van a ayudar en absoluto. Son los clásicos y las humanidades los que te van a ayudar. Por eso esas reformas proceden de una visión muy miope de lo que es útil. Las artes liberales, de las que todo el mundo habla sin cesar en las universidades, incluyen desde su origen también las ciencias, no solo es literatura. Es así desde los tiempos medievales: comprendían las ciencias, la literatura y las artes. Era un programa de formación completo y quitando una parte de ello lo que se obtiene son estudiantes que están… podríamos decir mutilados como personas."

Daniel Mendelsohn



"Mucha gente dice eso, que los clásicos son elitistas y sofisticados, ¡pero no lo son! Pero, si uno es un buen profesor, si uno sabe cómo hablar sobre ello, la cosa cambiaría completamente. Hay que recordar que muchas de las obras clásicas que actualmente se consideran complejas, en su momento fueron obras muy populares, eran cultura popular. Es una cuestión de explicarlas y enseñarlas de una manera correcta, que es lo que a mí me gusta hacer: contarle a la gente por qué siguen siendo obras interesantes."

Daniel Mendelsohn


"Pero después de recoger las maletas y subirnos al autobús con aire acondicionado que nos llevaría al Pireo, iba más tenso que un resorte. El autobús fue metiéndose por los huecos del tráfico, muy dificultado por una manifestación de protesta contra la desesperada situación económica del país. Un empleado del crucero aprovechó la lentitud del vehículo para proporcionarnos una breve charla orientativa. Embarcaríamos a media tarde; después habría un cóctel de bienvenida, seguido de una corta conferencia de introducción a los poemas homéricos a cargo de unos de los profesores que nos servirían de guías durante todo el crucero. Después de cenar emprenderíamos un viaje de doce horas a través del Egeo, rumbo a Turquía, donde está Çanakkale, localización de las ruinas de Troya. El día siguiente lo dedicaríamos a visitar el lugar.
Cuando el autobús se detuvo en el muelle, mi padre echó una mirada al barco. CORINTHIAN II, decían las letras blancas del casco, cuya línea de flotación era muy baja, casi invisible bajo la oscilante superestructura blanca, bajo los tres puentes erizados de radares y antenas y botes salvavidas con las fundas protectoras de color naranja. «Es más pequeño de lo que había yo pensado», dijo mi padre.
Cuando compramos los billetes, unas semanas antes, me sorprendió que se empeñara en reservar uno de los camarotes más caros. Con balcón propio. Cuando entramos en el camarote por primera vez, echó un vistazo en derredor, pasando revista al elegante mobiliario, y luego cruzó la zona de estar, pasando junto a las camas, y salió al balcón. Una vez allí, respiró ruidosamente el aire del Mediterráneo. Parecían complacerle los pequeños toques lujosos, las orquídeas y los cócteles esperándonos en resplandecientes mesitas laterales de madera, pero percibí en él una especie de resistencia, como si estuviera dispuesto a demostrarme al cabo de los diez días de crucero que la Odisea no valía tanto esfuerzo ni tanto lujo.
Las ganas de pelea, que identifiqué en cierto tipo de comentarios que hizo durante el seminario, quedaron muy claras durante los primeros días del crucero. A la mañana siguiente, mientras el Corinthian II se adentraba en el puerto de Çanakkale, mi padre y yo hacíamos cola para desayunar en la cubierta de popa. Examiné con curiosidad a la gente. ¿Quién exactamente hace un crucero sobre la Odisea? Además de un nutrido contingente de parejas retiradas y con dinero —este crucero era del tipo que anuncian en las revistas de antiguos alumnos—, me sorprendió ver una buena cantidad de pasajeros como mi padre y yo: parejas de padres e hijos, mujeres y hombres de cuarenta y tantos y cincuenta y tantos años acompañados de quienes solo podían ser sus padres o sus madres. Le señalé a mi padre una de esas parejas: una rubia guapa que le hablaba en algún idioma gutural del norte de Europa a su muy atildado y canoso padre."

Daniel Mendelsohn
Una odisea



"Por mi trabajo, contemplo a menudo el ADN clásico que hay en la producción cultural… no siempre está ahí, pero muchas veces sí y esto no tiene por qué ocurrir necesariamente en un producto cultural, como digo en mi libro, sino en un hecho real como el que sucedió tras los atentados de Boston, en el momento en que todo el mundo se opuso a que enterraran en su localidad al autor de la matanza, Tamerlán Tsarnaev. Esa oposición a enterrar el cuerpo de tu enemigo es una historia que aparece en nuestra herencia cultural [en Éxtasis y terror, Mendelsohn recuerda que lo que “obsesionaba a la Antígona de Sófocles es que no enterrar a su hermano, no tratar al criminal de guerra como a un ser humano, habría sido en última instancia, abandonar su propia humanidad”]. Este es el tipo de análisis que disfruto haciendo, aunque mucho del trabajo que hago y he hecho como crítico en los últimos treinta años nada tiene que ver con los clásicos."

Daniel Mendelsohn



"Se dice: «Ah, es que tenemos que formarlos de manera práctica», pero es una manera muy estrecha de considera qué es práctico. Todas las materias que estudias te dan herramientas para la vida y si solo tienes la mitad de las herramientas acabarás teniendo una vida con la mitad de sentido, de significación. Realmente es lo que creo. Porque, como digo, si tu padre se muere o te enamoras o te sucede cualquier acontecimiento de la vida, necesitas herramientas que solo te darán las humanidades."

Daniel Mendelsohn



"Si eres capaz de convencer a la gente de que la ficción es realidad, puedes robar un país entero para ti."

Daniel Mendelsohn



"Una buena parte de mi labor como crítico cumple una función pedagógica, claro está. Como crítico, trato de explicar un texto, sea una película, libro, una obra de teatro, y creo que a la gente le gusta leer eso. Desafortunadamente, muchos en el mundo de la academia no son grandes explicadores ni enseñantes. Además, la academia se convierte en multitud de ocasiones en una sociedad muy cerrada. Cuando se llega a cierto nivel en una carrera investigadora, la gente acaba hablando de una cuestión solamente entre ellos y renuncia a hablar con las personas de a pie para explicarles: esto es por lo que La Ilíada es maravillosa. Estoy convencido de que a la gente, cuando uno hace eso, le gusta mucho. A eso me dedico."

Daniel Mendelsohn


"Veinte minutos después del inicio de nuestra conversación llegó de la iglesia el marido de Olga, Pyotr. Un hombre pequeño, sorprendentemente musculoso y en forma, de casi noventa años, que lleva gruesos lentes y una gorra de obrero, un viejo traje de color indeterminado y un ceñido chaleco: un campesino con su traje de los domingos. Él también reconoció el apellido familiar al instante y nos contó algunas cosas. Que todo aquel que intentó ayudar a los judíos fue fusilado, por ejemplo, algo que por supuesto ya sabíamos: Nina nos lo había contado y Maria también, y al parecer Nina se aseguró de recordárselo a Olga cuando empezamos a hablar con ella. «Algunos judíos trabajaban en las curtidurías locales», se podía leer en la enciclopedia. «Más adelante, los judíos trabajaron la madera en un campo especial de trabajos.» Lo que Pyotr nos contó fue que cuando, como trabajador en el aserradero, intentó utilizar a algunos judíos para llenar el cupo de trabajadores, los alemanes le amenazaron. ¿De verdad necesita judíos? recuerda que le dijeron. ¿De verdad quiere problemas? Y mientras nos contaba aquello yo me debatía entre querer creerle, querer creer que la franqueza y cordialidad que nos habían mostrado todos los ucranianos que habíamos conocido en aquel viaje, sabiendo que éramos judíos, sabiendo qué era lo que buscábamos, también la habían mostrado en el pasado, e intentar ser imparcial: es decir, recordando, ya que aquellas dos personas y todo el mundo habían dicho que los ucranianos habían intentado, o al menos habían deseado, ayudar a los judíos, incluso mientras estábamos sentados frente a ellos, igual que nos habíamos sentado frente a los demás que nos habían dado la bienvenida tan generosamente, incluso espléndidamente, en sus casas, igual que nos habíamos sentado frente a Maria y a Nina, que nadie ha contado una historia sin tener algún tipo de prioridad.
Nos sentamos a escuchar a Olga y a Pyotr, y por primera vez me alegré de no tener información específica sobre mis familiares, porque una vez allí no estaba seguro de querer saber qué habían tenido que soportar de todo aquello. Pensé en toda la gente en el Dom Katolicki, forzada a crear una espantosa pirámide humana. ¿Quiénes eran? Quienesquiera que fuesen, no eran figurantes sin nombre; cada uno de ellos era alguien, una persona —una adolescente, por poner un ejemplo— con una familia, una historia, quizá un primo en Estados Unidos cuyos hijos puede que regresen algún día para averiguar qué le ocurrió e intenten devolverle su identidad, si no por ella sí por su propia tranquilidad…
Y entonces, al acabar nuestra conversación, y al darme cuenta de que no estábamos más cerca de saber algo concreto sobre Shmiel y su familia, que por estar allí en persona aún no nos habíamos acercado a ningún dato, a ningún detalle que pudiera probar o refutar las historias que habíamos oído («¿Hay algún castillo aquí cerca?», había preguntado a todos los que habíamos conocido, recordando lo que había oído decir a mi abuelo muchísimo tiempo atrás; y obtuve la respuesta inevitable, como siempre supe que sucedería: que no había ningún castillo, ningún lugar en el que esconderse), cuando nuestra conversación llegó a su final escuchamos un último detalle. Llevados a una fosa común y fusilados. Pyotr recordó la última Aktion, cuando llevaron a los judíos al cementerio y los fusilaron en una fosa común."

Daniel Mendelsohn
Los hundidos

















No hay comentarios: