La pasión de M'Phail

(Primer monólogo)

¿Debo acaso probar que puedo vender cualquier cosa?
Puedes verlo en mis ojos, en la manera de cepillarme el pelo,
aun cuando necesite beber y no pueda dejar de hablar.

¿Debo probarlo con mis dos manos y brazos,
levantando quinientas libras sobre mi cabeza,
hasta que el público aplauda y algo se caiga,
se rompa la plataforma y se apaguen las luces,
y multitudes llamen a la policía,
y un niño llore por su madre en los pasillos?

Si el parque está hermoso y el día es tibio
puedo vender el poder de mis ojos que hace crecer la vida
donde antes ni siquiera creció una brizna de hierba,
que es como la luz del sol penetrando
la oscuridad de un pequeño cuarto,
que brilla y se derrama y fluye,
que cuando está aquí, está para siempre
y para siempre desaparece como la luz del sol
cae en la oscuridad cuando se pone.

Hasta podría enseñar a millones cómo vender,
cómo poseer un auto y pagar el alquiler,
cómo vivir igual que si estuvieras en el cielo,
y tus hijos felices, antes de envejecer.
Si lo haces bien podrías vender cualquier cosa,
hasta tu voz y lo que crees estar oyendo,
hasta tu rostro en anuncios de diez pies de altura,
tu juventud, tu vejez y lo que odias y amas,
y todo se vende.

Si puedes despertarte temprano por la mañana,
si puedes aprender a alcanzar el tren,
si puedes enarbolarlo todo para la venta,
si puedes decir: "Soy un hombre,
puedo vender el asfalto de la calle,
puedo vender mujeres muertas brillantes como la nieve
luciendo en las vidrieras de las tiendas,
o las bailarinas desnudas de la herradura de diamantes (1)
u ocho horas parado sobre mis pies,
o veinte años de conversaciones telefónicas,
o cincuenta años detrás de un escritorio",
no tienes por qué fracasar.

Si eres tan fuerte como yo, podrás oírte
conversar de noche contigo mismo
hasta que tu cabello se vuelva gris:
"Soy el muchacho favorito de Dios,
casi me gusta la manera en que vendo
mis labios, mi sangre, mi corazón; y los dejo allí,
y ningún otro puede vender tanta lástima y tanta gloria,
tanta luz, tanta esperanza,
     y aun el postrero, magnífico,
medio olvidado amorío."

Quizás sólo yo pueda hacerlo como se debe,
vendiendo lo que queda, sabiendo sin embargo
que llegará un último día y una última media hora,
o un saldo de cinco minutos imposibles de vender,
los últimos, más valiosos que todos los demás.

(1) Diamond horseshoe. Alude a la disposición en herradura del sector de palcos en el Metropolitan Opera House y a la riqueza de quienes habitualmente los ocupan. (Nota de los traductores)

Horace Gregory



















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