Pasajes de Herodoto

Las hormigas del desierto menos grandes
Que los perros, más grandes
Que los zorros cavan la arena
Mezclada con oro.

Traen el oro a la superficie.
Se lo recoge con bolsas.

*

Mido mi ruta con los astros.
Y el sol a la derecha o bien a la izquierda,
Voy tan lejos como puedo.

No puedo ver todo. Me cuentan
Lo que hacen los hombres, cómo
Las ciudades conquistadoras mueren
Por no haber comprendido al oráculo.

El mundo se puede medir, pero de pronto
Un desierto, o el agua o la noche eterna
Se interponen y nadie sabe
Cómo alcanzar los límites.

*

Hacia algún horizonte al que avanzo
Cuanto más lejos voy, más extrañas las costumbres,
Demesurados los animales.

Sólo hay un lugar sobre la tierra en el que las serpientes que vuelan
Se reúnen — y es en el extremo.

Los hombres ya no son los mismos
Cuando están en el borde de un espacio
Infranqueable.

Ya no viven en ciudades.
Lo que me dijeron de ellos no siempre es creíble.

Unos levantan chozas
De sal rosa. Los hay

Con un solo ojo, o nacen calvos.
Otros poseen al fénix
Cuyas alas doradas y rojas
Se abren dos veces cada mil años.

Otros cazan saltamontes
Que mezclan con su leche
Y otros que no tienen ningún nombre
Insultan al sol.

*

Estas son las cosas que sé
Respecto de los que recogen el oro.

Comen los pescados crudos
Sacados de los pantanos.
O carne cruda. Matan
A los enfermos. Antes de que la carne
Privada de grasa haya cesado de ser sabrosa.

Otros no matan a nada vivo.
No siembran, se alimentan
Con una semilla hervida. Y si alguno
De entre ellos se enferma va a extinguirse a lo lejos.
Nadie se preocupa más
Ni de su muerto, ni de su enfermedad.

*

Esos hombres eyaculan
Una simiente negra.

Sé también que después de ellos
El universo es de arena.

Jean Tortel





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