A una muchacha en flor
el día se derrumba
en el aroma de tu pelo se emborrachan
nocturnas mariposas
te mueves rodeada de fiebres
y el ruido del deseo se agita
en tu frente
un fulgor astral se levanta
desde tus senos dibujados
por el fuego
y extiendes tus furias sobre la hierba fresca
cuando cierras los ojos
los hombres te sueñan
bajo el puente del tiempo
Martín Andrade
CANCIÓN DEL AMOR AUSENTE
te busco a través de paisajes inmaduros
mi voz vuela sin alcanzarte
en la tristeza de la noche crecen pájaros mudos
que cierran los ojos cuando escuchan tu nombre
los venenos de la ausencia muerden mis venas
amenazadoramente el tiempo se detiene
y permanezco sin futuro ni pasado
prisionero de tu imagen invisible
Martín Andrade
La que besaba mis párpados y ardió
junto a mí la mitad de su vida,
Me fue robada por la Luz un viernes
De enero a las tres de la tarde y,
Última su sonrisa, última su mirada,
Cayeron los muros de mi mente
Separada que fue de su cuerpo
Ahora camino solitario. Me detengo.
Atrás he visto
Los crueles destellos de ese verano.
De frente, veo
La tentadora boca
Del abismo.
(¿Hacia dónde dirigir mis pasos?)
Martín Andrade
LA ÚLTIMA PUERTA
muros transparentes esos ojos abiertos
definitivamente suspendidos en el tiempo
inmóvil ese cuerpo deshabitado
las manos marchitas los senos apagados
prolongación de antiguas soledades la soledad final
aquella ausencia de sol sobre los labios de luna en la mirada
subterránea
de la joven suicida
Martín Andrade
Somos
somos
la eterna pesadilla de un ser
que enloqueció
soñándonos
Martín Andrade
Tinta china
Inquieta la bruma que se aleja
Para inventar otro tiempo en otro espacio.
Estas rocas, adormecidas entre los arbustos,
Semejan monstruos extendidos junto al río
Que trota, sereno y se esconde
Bajo un puente lejano.
En la otra orilla, casas hundidas
En las entrañas de oscuras frondas,
Y una alta torre que vence
A la majestuosidad de los montes.
Algo inexistente inquieta aún más:
No hay bestias ni aves,
No late ser humano alguno
En el paisaje que, un día enlutado,
Mira y dibuja con tinta china
Johann Wolfgang von Goethe.
Martín Andrade
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