Año

El viento abrió las puertas del balcón
y en un segundo hizo volar por el living
un río de escombros, todo lo que está suelto
todo lo apoyado en superficies:
cartas de Cars, peladuras de lápiz
expensas, papel crepé en bollitos
dibujos con y sin dedicatoria
un estíquer, un clip desenrollado.
Rugía, ese viento, traía lluvia frenética:
salimos a gritar al balcón
mis dos hijos y yo, porque fue un año duro
y pensé que nos lo merecíamos.

Laura Wittner


"Casi todo me resulta intraducible, y los poemas que logro escribir pocas veces son la traducción que buscaba de ese recorte de la realidad."

Laura Wittner


Exhibición de atrocidades

Alguien pescó, cortó y dejó
en la orilla esta cabeza de pescado
unida simplemente a su intestino.
La veo y siento mi propia cabeza
cómo se continúa en la garganta
y más allá. Con el mar hasta el culo
se besa la pareja enamorada.
La joven pareja enamorada.
También estuve ahí, sí, claro,
¿quién no? Una mujer sin pelo
entra al agua con determinación.
Apelmazado de sal un perro suelto
olisquea por sorpresa la entrepierna
de una chica en bikini: “¡Salí,
perro de mierda!” (cito textual). Si tres
granos de arena secos son capaces
sobre la roca, al viento, de variar
en dibujos infinitos, ¿cuán atroz
puede ser la variación de esta escultura
que en arena dura y húmeda sugiere
un castillo, un torso femenino,
unas montañas, un circo, una frontera?
¿Qué se arrasa por dentro de los moldes
y convulsiona y en lo químico muta
mientras una tan campante veranea?

Laura Wittner



Hacen vibrar la voz a las 6

Incluso en la tormenta
incluso en este amanecer oscuro
los obreros de la construcción vecina
bromean a los gritos.
Hace dos años que son existencias
meramente sonoras. Ahora
el edificio que hicieron surgir
llega hasta mi balcón: a las risas
se les suman los cuerpos.
Ya sospechaba yo
que no podían ser puro sonido
quienes trenzaban semejante materia. 

Laura Wittner


Interrumpen la charla para hacer algo urgente

En la parte de arriba del mundo
están las amigas emigradas:
heroínas románticas
aventureras con gorro de piel
mujeres físicamente poderosas
que cuando llega navidad
mi cumpleaños, los actos escolares
en lugar de adormecerse de calor
salen a la puerta de sus casas
–el rostro agudo de la decisión
los puños prontos–
nada más y nada menos
que a palear nieve.

Laura Wittner



La fiesta

Levantaron la compuerta del baúl
y salimos arando hacia el fondo del cielo.
Carreras, equilibrios y verticales-puente
en ámbitos que se levantaban y caían
a nuestro paso, según nuestra voluntad:
galerías con arcos y columnas,
infinitos gimnasios con pisos de madera,
tinglados ásperos con reverberaciones,
y así...

Figuras finas y flexibles, fuimos, en esa tela inmensa
donde el mayor esfuerzo del pintor había estado en la luz:
llegar al tipo exacto de luz con el óleo
y de paso atrapar la blandura del aire;
el punto exacto, en óleo, de esa consistencia.

A los grandes los volvimos a ver
dos o tres veces a lo largo del día.
Por el momento no eran más que una idea
o varios pares de sombras demarcantes:
esto es centro, esto es suburbio y lo del medio es no-terreno,
sin saber que tragábamos aire casi ilegalmente
de y en cada una de esas franjas
siempre a punto de pasar a ser otros.

Todo cambió cuando corrieron el toldo con la noche.

Sin la velocidad de los espacios abiertos
nos subsumimos en zonas apretadas,
pozos a compartir con las luciérnagas.

Tanta luciérnaga en los ojos,
tanta humedad y reflejos estelares–
como el confeti o el rocío de sal,
o ese humo abrillantado de las grandes explosiones–
funden los cinco sentidos en un sexto.
Pispeamos desde ahí a nuestros padres en sombras:
y resultó que se habían puesto a administrar
una fluida intimidad en la que cada recoveco
servía de altarcito para un símbolo.

Tierna es la noche, parece, nos dijimos.
O qué nos podemos haber dicho.

Salvo que sí, hay una subcorriente
nocturna, como en cualquier día de playa
bajo la sólida costa, por las venas iodadas
transcurre lo decapitado en general.

Laura Wittner


La única forma de equilibrio

Poseída por la fotonovela
en blanco y negro, en grises azulados
sobre una pila de elementos inestables
bajo una capa de nubarrones sólidos.

No hay otra forma de calma sino ésta:
la de Trevelin, la de los nueve años,
la de la luz que debe ser: la no forzada
cercana siempre a la avalancha intrínseca.
Siempre sentada sobre una cima móvil.

Laura Wittner


"Traducir siempre es reescribir, pero en el caso de un texto como El pájaro cucurucho, donde además esos versos rimados y humorísticos tienen que coincidir con la ilustración, que es del mismo autor, el trabajo es una combinación de varios elementos. Una especie de rompecabezas inspirado y divertidísimo. Es la clase de traducción que me acompaña por la calle, en el colectivo, en bares. Porque todo el tiempo se le está buscando la vuelta a algo."

Laura Wittner
















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