Afinidad

Por haber extraviado el camino
contra la niebla
no tengo más apuro.
Cada tanto un paso
como el cuervo
que agita el ala, despistado.
Si me ven con los ojos sobre los rastrojos
es como el alba
que sabíamos amar.

Luciano Erba


Año nuevo en Milán

Se creía en Milán que el ver
un hombre en el umbral de casa,
yendo a misa el primero de enero,
era señal de próspero futuro.
Eran figuras negras con abrigos,
inciertas en la niebla matutina,
echarpes blancos, sombreros, lánguidos y duros
repiques de bastón, pasos lejanos.
¿Ahora dónde están, hombres augurales?
¿La larga onda de su presagio
rompe aún en la ribera de los años?
En una niebla entre nosotros siempre más espesa
me parece a veces entrever
un vuelo de capas proféticas.

Luciano Erba


El conductor de tranvías metafísico

Regresa a veces el sueño en que me veo
maniobrar un tren sin vías
entre campos de papas e higueras verdes
en los cultivos las ruedas no se hunden
esquivo espantapájaros y cabañas
voy hacia setiembre, octubre
los pasajeros son mis muertos.
Al despertar reaparece la antigua duda
si esta vida no es un evento casual
y el nuestro sólo un pobre monólogo
de preguntas y respuestas caseras.
Creo, no creo, cuando creo querría
llevarme al más allá un poco de acá
incluso la cicatriz que me marca
una pierna y me hace compañía.
¿Y entonces? parece decir in excelsis
otra voz.
¿Otra?

Luciano Erba


Hacia Santiago

Me encuentro en los espacios intermedios
sobre un camino de tierra y arbustos
con los ojos perdidos en los montes
no sé si cantábricos o gallegos
me encuentro sin indicios de etapa
de parada, de partida, de arribo
no encuentro fuentes ni cruces
ni robles agrupados en el altiplano
un mísero girasol salvaje
asoma en un campo de alfalfa
no muy distinto que una señal
de tránsito en el fango reseco
que el polvo, que todas las malezas,
que las grandes nubes sobre nosotros.

Luciano Erba


La Grande Jeanne

La Grande Jeanne no hacía distinciones
entre ingleses y franceses
siempre que se hicieran las manos
como decía ella
vivía en el puerto, su hermano
trabajaba conmigo
en 1943.
Cuando me vio en Lausana
por donde pasé en ropa de verano
me dijo que podía salvarla
y que su mundo estaba en mis manos
y entre mis dientes que habían comido liebre en la alta montaña.

En el fondo
habría querido la Grande Jeanne
volverse una señora de bien
tenía ya un sombrero
azul, amplio, y con tres vueltas de tul.

Luciano Erba



Los lirios amarillos

Los chicos salieron una mañana
de junio con el aire bajo los plátanos
que parecía envolver otro aire
los chicos salieron a pescar
con una sola línea
pero con su canasta en bandolera cada uno
en silencio ahora se sientan en el trolebús
que sale rápido de la terminal
con el sueño atropellado de que Milán
tenga valles azules más allá del Castillo
donde saltan los peces en los arroyos.
Cubre un poco de niebla la pradera 
la tenca en su pozo de barro
vuelve ya a dormirse. Mañanera
la carpa explora los bordes
del tranquilo canal. La carpa
es astuta, nunca pica.
Poca suerte tendrán los pescadores. Mas
remontando los canales y las zanjas,
entre prados e hilos de agua,
llegarán los muchachos donde domina
el verdor de las acequias, donde son
amarillas las flores de los lirios y como espadas
cortan las hojas las frescas correntadas
bajo la sombra de los sauces.
Llegarán hasta las flores lejanas
los pescadores sin fortuna
¡chicos de excursión por la llanura!

Luciano Erba


Rema de pie

Rema de pie contra la corriente
para saludar a los amigos sobre el puente
bebe con nosotros un vino espeso y fuerte
sentados a una larga mesa de madera
para recordar un escritor de los Apeninos
aparece y desaparece entre los árboles
en lo más denso del bosque
es el monje que pasa un río helado
es el Hijo, en la idea aún incompleta
que pruebo hacerme de la Trinidad.

Luciano Erba


Ser europea

Milán tiene crepúsculos de un rojo dorado.
Un punto de vista como otra cualquiera
eran los huertos de la periferia
tras las casonas de la "Humanitaria".
Entre setos de saúco y algunas portezuelas
hechas de lata y de postigos descolgados,
el olor de una fábrica de café
se unía lejano al aroma de las fundiciones.
Por aquella herrumbre que reinaba invisible
por aquel sol que descendía más vasto
en Piamonte en Francia quién sabe dónde
me parece estar en Europa:
mi madre sabía muy bien
que no estaría mucho tiempo a su lado
y sin embargo sonreía
sobre un fondo de dalias y alhelíes.

Luciano Erba



Sin brújula

Según Darwin debería haber sido eliminado
según Malthus ni siquiera haber nacido
según Lombroso terminaré de todos modos mal
y ni hablar de Marx, yo, petit bourgeois
a escapar, entonces, a escapar
hacia adelante hacia atrás de costado
(como en el cuarenta, igual que todos) pero
permanecen las personales perplejidades
¿estoy al este de mi herida
o al sur de mi muerte?

Luciano Erba


Tayiko

En una ciudad es habitual digo
no ver las estrellas
desatender la luna
no advertir los signos del cielo
pero reflejado en una vidriera en el paseo
entre un banco y una zapatería
veo un rostro que habría podido tener
de pastor errante, de tayiko,
y entonces es todo un preguntarme
si se nubla y se alza un poco de viento
quién sentirá la primera gota de lluvia
en el barrio de las casas de época
¿será el sastre? ¿el cartero? de aquí paso
a otras preguntas sobre el destino.

Luciano Erba











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