Anuncio por palabras

Se busca un traductor
que sepa coser
que separe los hilos del texto, que lo desgarre amorosamente en trapos
que sepa bordar
que descubra los colores, los relieves, que cambie las agujas si hay hilos gruesos y los hay finos, que recame, que enhebre, que deshebre y pesebre, que dé pespuntes, encuentre el grado cero y en un pronto se enardezca y vuelva a la calma cuando el tejido del texto lo exija.

Se busca un traductor
que no sólo borde sino también aborde lenguajes, códigos, señales, guiños, cuerdas, broches, corchetes y pendientes.
Se busca un traductor que haya probado todos los transbordadores del mundo incluso sin haberse movido de su casa.
Se busca un traductor que sepa abrir la puerta.
Se busca un traductor que confunda la palabra con el paladar.

Se busca un traductor que no se paralice y se mueva al ritmo de la lengua que se mueve, que se mueve se mueve sin embargo se mueve, que sea capaz de revolcarse y revolverse en las inmensas sábanas del lenguaje.
Se busca, ante todo, un traductor que reniegue de los dogmas, de los policías del idioma.

Se busca un traductor, un errabundo. Se busca a Penélope o a Ulises.

Mario Merlino


Arte cisoria

No dejar nada en blanco que todo se inunde que vacilen la mentira la verdad que Él
(¿quién es Él, después de todo?) se sumerja en la franqueza el derrame en la
transfusión de vampiros amantes que se absorben la sangre el uno al otro el uno al
otro i
sin miedo i
sin el miedo que despega las baldosas trastabillan los miedosos creyéndose firmes

cuando todos pasamos la vida perdiendo la firmeza
pero sin miedo sin miedo sin miedo sin miedo
abiertos a la enfermedad
a la de todos los días
enfermarse significa perder la firmeza
Él perderá la suya a su manera
yo perderé la mía a mi manera

aunque nos decían siendo infantes se fuerte no te dejes
avasallar avanza mira al frente
como soldados nos educaban como soldados
pero yo no quiero ser soldado
no quiero ser soldado ni héroe ni quiero irme en sangre por la patria

sólo quiero que se desnude
que me avasalle con su desnudez
sólo quiero quedarme desnudo i que nos hagamos una autopsia para amanecer vivos

mañana de nuevo
enfermos otra vez en la aventura
Él con mi sangre
yo con la suya

así es difícil que alguien se muera
así es difícil que
trastabillen las baldosas

Mario Merlino



Carta inútil

Por los huecos, la basura, montones de basura por donde me escurro, busco la vieja historia que me contaste de chico, y en lugar de las páginas, suelo percibir que de las letras han quedado sólo hormigas, y que un líquido gomoso me vuelve a conectar con el viejo tema del hombre que se perdió un domingo. Ese líquido qué es. Pregunto: gelatina, moco, el semen que sembramos ya descolorido, los restos de una sopa que bebimos juntos, la goma de pegar con la que sellamos el abrazo.

Esa vieja historia era el resumen de tu literatura. Y recuerdo que te gustaba hacer recortes: textos periodísticos, hojas secas, fotos, páginas de libros ya perdidos. Después te pegoteabas todo intentando reunir esos materiales sueltos, y de a ratos venía el amor, para completar la especie, o tu locura, la de asomarte por la ventana, silbar a la gente que pasaba y luego esconderte para que los silbados se dieran vuelta y siguieran camino, al fin, entre dubitativos y molestos.

Quisiera recordar. Quisiera saber de nuevo qué pasó con aquel hombre que se perdió un domingo. Y por qué ese día, justamente. Preguntas: el día del descanso que fijó el Señor, el día en que nos reunimos en familia para comer ravioles, el día en que íbamos a confesar y comulgarnos, el día que te vi, el día en que, religiosamente, despertábamos con la idea de comprar el diario porque trae suplemento, ¿o nos gusta desayunar afuera? ¿o de pic-nic? ¿o de sol? Y si no hay nada de eso, ¿qué domingo era ése?

Y el hombre: ¿cuál de nosotros era? Tal vez se borró del mapa, decidió esconderse, lo secuestraron, se fue de viaje, le pegaron un tiro, le arrancaron las uñas, se arrojó sobre las vías del metro, se fue a comprar una revista y se tomó otro tren, se refugió en un cine para estar solo, ¿se hizo planta? ¿se hundió? ¿O la existencia de ese hombre no son más que pretensiones?

Mario Merlino


horror vacui

et malgré tout nos fuimos habituando al vacío
digerimos de prisa las sorpresas
aventuramos un grito en las batallas
y se vinieron encima de nosotros
sin quererlo

e las linguas sin pausa se fueron misturando
yes there was el ojo único del cíclope
mas queríamos ser dos a toda costa
y el dos nos traicionó corto de mente
e não houve nenhum posto donde guarecernos
el vacío ganaba la partida
estaban los geranios muertos
el ángel bodeguero no escanciaba
onán hacía estragos entre la muchedumbre
oui, c'est moi, je n'est pas encore un autre

ninguna lengua era bastante
demorou-se el poema donde ninguém morava
todo horror era poco
y las ventanas de bill gates perdían
la vista del fantasma

todo horror era poco
y janelas
contactos e servicios
alquileres pocilgas
bestsellers guerra santa
niños ahogados en pilas bautismales
tórridos se mezclaron
nos hicieron rever el caótico
pus del universo
mientras la imagen ampliada del microbio
nos hurgaba sañuda
il corpo entumecido
la vera faccia dell'amore morto
la dernière mascarade
del amor insepulto

Mario Merlino


"Los lectores deberían devolver un libro mal traducido."

Mario Merlino



"Me gustan las palabras. Me gusta bajar por la mañana a comprarlas y elegirlas, una a una, como si fueran albaricoques maduros.

Nunca se sabe qué palabras van a necesitarse a lo largo del día. Nunca se sabe cuáles sacar de casa en la mochila, o llevar en la maleta, de viaje. Cuántos adjetivos –blanco, oloroso, fértil–, cuántos verbos y cómo conjugarlos: te quiero, conduzco, abriendo, he estado, supuse... Cuántos artículos indefinidos. Cuántas preposiciones. Me gustan las palabras. Me gusta atesorarlas, pero también dejarlas escapar, a veces, como si no fueran mías. Neblina pesa tan poco, es tan inerte, que basta con mover los labios para que la mínima racha de viento se la lleve.

Hay decenas de miles de palabras. O más. Palabras construidas en chapa, esqueje; o con madera, tacón; palabras recortadas en papel cebolla, sílfide o liminar; y palabras bastas como una tela vieja: lomera, bayeta, batanar… Dice John Berger, el escritor, que hay palabras que hay que masticar, como si tuvieran nervios: duplicar, irreversible. Palabras que se te hacen una bola, como el filete de un mal comedor: sacramento, pigmentación, geoestratégico... Y hay otras que se te deshacen en la boca, como los versos de un poeta romántico: titilar, libélula...

A mí me ha gustado siempre ulular. Y no me gusta, nada o casi nada, abencerraje. Me gusta merengue, y detesto canaleta. Me gusta decir bucle, y odio decir tajada.

Mi amigo Luis Mateo Díez, con quien me encontraba alguna mañana, alto y delgado, transversal como un quijote, en el bar La Escalinata, en la Plaza Mayor de Madrid, me contó que a él la palabra que menos le gusta es escrófula. Nunca he sabido exactamente lo que significa pero es una palabra horrible. Escrófula. Las palabras de los médicos siempre suenan fatal, a diagnóstico terminal, a desahucio: mesenterio, linfático, tumefacto...

Sin embargo son bonitas las de los oculistas: iris, pupila, miope. Otra palabra que no me gusta nada es espetar. Suena a mecanismo explosivo: espetó. A granada de mano: coges la palabra, la sujetas con fuerza en la mano, quitas el pasador con los dientes, la arrojas lo más lejos posible, te proteges y esperas. Uno, dos, tres, cuatro...

No se ha oído porque la he tirado lejos. Pero desengáñate: ha espetado."

Mario Merlino




no dejar nada en blanco que todo se inunde que vacilen la mentira la verdad que Él
(¿quién es Él, después de todo?) se sumerja en la franqueza el derrame en la
transfusión de vampiros amantes que se absorben la sangre el uno al otro el uno al
otro i
sin miedo i
sin el miedo que despega las baldosas trastabillan los miedosos creyéndose firmes

cuando todos pasamos la vida perdiendo la firmeza
pero sin miedo sin miedo sin miedo sin miedo
abiertos a la enfermedad
a la de todos los días
enfermarse significa perder la firmeza
Él perderá la suya a su manera
yo perderé la mía a mi manera

aunque nos decían siendo infantes sé fuerte no te dejes
avasallar avanza mira al frente
como soldados nos educaban como soldados
pero yo no quiero ser soldado
no quiero ser soldado ni héroe ni quiero irme en sangre por la patria

sólo quiero que se desnude
que me avasalle con su desnudez
sólo quiero quedarme desnudo i que nos hagamos una autopsia para amanecer vivos

mañana de nuevo
enfermos otra vez en la aventura
Él con mi sangre
yo con la suya

así es difícil que alguien se muera
así es difícil que
trastabillen las baldosas

Mario Merlino



"No me gusta estar quieto, tampoco exagerar con accesorios, lo importante es que el público escuche el poema. Un poeta puede ser muy bueno pero al sexto poema me dan ganas de decirle que empiece de nuevo. La gente que lee una hora seguida no sabe lo que está haciendo, hay que leer poco, lo mínimo indispensable."

Mario Merlino



Trágame.
Mis ojos seguirán
mirándote por dentro.

Mario Merlino









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