Arboles

Planté tres árboles en el frente
y la casa siempre tiene sombra.
Adentro se respira el aire puro
que entra en rodajas verdes.
Todavía no vi el aura de Juan,
aunque a veces el sauce
se inclina más de lo habitual.

Marcelo Leites


Cuerpo y alma

X

Las luces se van apagando.
El bar se va vaciando de gente.
Las mujeres con vistosos vestidos
de noche, hacen tintinear sus alhajas
y terminan de contonear sus cuerpos
agitados por el baile.
Después se van yendo
una a una.
También los hombres se van.
Y los mozos.
Al fin, no queda nadie.
Tomás el último trago en la barra
con el dueño del bar.
Beben sin hablar.
Y sin mirarse.
Afuera la noche es oscura,
sin estrellas
y el sol parece muy lejano.

No estamos hechos para mirar
esa luz de frente.

Marcelo Leites


El río pasa, lleva, algo nos deja y algo se va (*)

a JA

               Como un amor que se estrangula a sí mismo,
               así es el río...
               El amor no se tolera a sí mismo.
                                Poema 24, El río, Jorge Aulicino

El río sigue corriendo continuamente
y no sólo no es el mismo río,
sino que nosotros también cambiamos,
vamos perdiendo cosas, envejecemos.
La hipálage funciona muy bien en esos versos,
somos nosotros quienes lo estrangulamos,
los que no somos capaces de hacerlo durar.

Quizá lo que nos deje el río sean reminiscencias:
una danza de cabellos, el murmullo del agua,
el horizonte que se acercaba junto al sol,
el olor a rocío que venía del monte,
los pájaros de fondo y esos instantes
en que pudimos mirarlo juntos, extasiados,
en la orilla,
en la orilla del mundo.

¿Este río es el río
o es una cinta de sueño que va hacia la muerte? (**)

El amor sigue corriendo como el río,
hasta que llega un día en que se rebalsa
y arrasa con todo, no deja ni los sedimentos:
cambia de objeto o de desembocadura.

Sí, la intolerancia es una de las razones;
el hastío, la desidia, la impasibilidad.
Pero mientras tanto ¿cuántas cosas
significativas pasaron a ser insignificantes?
¿Cuánto tiempo lleva estrangular del todo
un amor
y que se borren las huellas indelebles
marcadas con bisturí en nuestro cuerpo?


(*) La isla, canción litoraleña, Chacho Müller.
(**) El agua y la noche, Juan L.Ortiz.

Marcelo Leites




La música perdida

VI

Las huellas del Renault en la arena continúan su trayecto hasta la orilla del arroyo donde hay un toallón naranja y una bikini a merced del oleaje, se continúan en las huellas de unos pies y ya en el agua se pierden en las piernas que aparecen y desaparecen de la superficie, en su cuerpo que nada mariposa y exhibe su destreza desnuda. Cuando vuelve a la costa deja ver su rostro maravillosamente joven sin saber que alguien la observa detrás de una roca. En la trama posible hay diversas huellas para seguir, huellas demasiado transitadas por los automovilistas que casi siempre siguen los mismos caminos, pero la escena en sí es lo que vale ahora que su novedad e importancia disminuyeron. De todos modos ella presiente algo y camina ondulante hasta la orilla. Las líneas de su cuerpo son una ofrenda al sol poniente que compite con sus pezones turgentes y relumbra en vano, oro bruñido, en otros ojos alucinados ahora por esas manos deslizándose sobre sus hombros, sobre sus turbulentos pechos, sobre sus caderas, sobre su piel bronceada; alucinado, sí, por esas manos que siguen el juego de las gotas de agua que tocan su pubis, mojada ahora, sí, mojada y absolutamente conciente. Cuando te das cuenta hacia dónde va, tenés que seguirla aunque a una velocidad muy inferior, sobre todo porque las huellas que dejás en la arena no coinciden con las de ella y si intentaras luego de considerar qué maravillas prometen desnudez cómplice, el agua como un fluido atravesando su sexo y la visión del mundo satisfecha, si lo intentaras, decía, si quisieras trasponer sus huellas y hacerlas coincidir con las tuyas luego de un esfuerzo desmesurado y justo cuando ella empezara a suspirar apenada y satisfecha a la vez luego de volver sobre sus huellas, si de verdad lo lograras... entonces las huellas de la historia dejarían de tener sentido. Las cosas se pierden de la vista y lo mejor es ser olvidados pronto.
Una mujer desnuda
con el pelo mojado
y un toallón naranja
yéndose en su Renault
mientras la luz
declina.

Marcelo Leites



"La transparencia o la opacidad, dependen de cada poeta. No creo que haya un solo poeta cuya finalidad sea no ser entendido. Hay registros, hay tonos, hay formas más simples o más complejas, eso dependerá del material y de cada poeta. Yo establezco un pacto directo con el lector porque mi lenguaje es transparente, lo cual no quiere decir que sea simple."

Marcelo Leites


Otoño

Los árboles dejan caer sus hojas
retoños de una estación perdida.

Hay demasiada niebla todavía.

¿Sentiste alguna vez
que hacía falta romperse
en mil pedazos para decir
la palabra yo?

Hay una mañana que se abisma.
El sol sube al centro exacto
del cielo y los rayos
caen perpendiculares
sobre la tierra.
Tanta luz me enceguece,
me deja solo con mi sombra.

¿Sentiste tu cuerpo
como una balsa
moviéndose en el río
estancado de la mente?

Una bandada de golondrinas
atraviesa el cielo. Cada una
pendiente de la otra, cada
una apoyándose en la otra,
hasta que todo el conjunto
se vuelve un solo pájaro
volando el vuelo de todos.

Mi mano escribe estos versos
¿pero es mi mano?
¿soy yo el que escribe?

Va cayendo la tarde
y todavía no tengo
ninguna certeza
salvo esta luz impiadosa
que cae sobre las cosas.
Hay un sauce en la costa
que aún permanece verde.

He vuelto a casa.
La mesa de trabajo
está en penumbras.
Insistentemente miro
la luz de una vela
y el movimiento de la llama
sólo es un ejemplo.

(El viento barre las últimas hojas)

Marcelo Leites














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