“Borges triunfó y se vio envuelto en el esplendor de la fama, de los halagos, de los premios. Eso lo hizo feliz. Y, sin embargo, fue incapaz de lograr un amor entero en el momento adecuado. Más allá del esplendor, encontró la derrota.”

María Esther Vázquez



“Cada uno agarra un Borges a su medida.”

María Esther Vázquez


"Compartí muchas cosas con Borges, fuimos a ver muchísimas películas al cine, por ejemplo. Con él fuimos nueve veces a ver Psicosis de Hitchcock aunque ya estuviera ciego, a la décima vez me rebelé porque tanto él como yo nos sabíamos el diálogo de memoria. Le encantaba el cine, era un fanático de esas historias de intriga. Borges, por otro lado, hablaba poco de su infancia y juventud pero me contó de cuando, por ejemplo, aprendió a nadar en Pocitos en Uruguay, a la cual nunca llamó Uruguay sino República Oriental; uruguayos son los jugadores de fútbol. Recuerdo una vez que los Bioy me invitaron a Mar del Plata y como Borges quería nadar y un golpe de ola le podía arruinar ese puntito en el ojo, le compramos anteojos de buceo que venían con patas de rana y se fue a nadar lejos y por mucho tiempo ahí en el Atlántico. Le encantaba nadar pero nadaba en un estilo perro, no era un estilo elegante pero le encantaba. Claro, nadar en el mar te da un sentido de liberación del cuerpo. Borges se cuidaba mucho porque podía llegar a tener diabetes aunque creo que nunca tuvo ni principios de diabetes, él siempre comía lo mismo o arroz o ravioles y el dulce de leche le gustaba con pasión."

María Esther Vázquez



En el descolorido paño verde

(julio 2013)

En el descolorido paño verde
que exacto cubre las teclas del piano
hay tres notas bordadas y un vago pentagrama
que las sostiene como una abierta mano.
No hay una melodía en la mínima línea,
sólo el recuerdo de los marchitos dedos
sosteniendo la aguja en el adorno inútil.
Alguien bajó la tapa y una descolorida
punta verde se asoma sorprendida
del lado de los graves.
Nadie advirtió el detalle
porque han vuelto a morir
las melodías de Schubert y
el Beethoven de las sonatas tristes y aquel
Doménico Scarlatti, a veces sttacato;
un liviano juguete bajo sus bellas manos
reveladas en las fotografías dispersas por la casa.
Una, en que de niño, se adivinan las lágrimas
en la boca crispada por caprichos negados.
De adolescente tímido, a joven ya consciente
de su alta estatura y su figura amable,
de sus ojos tan claros, de su sonrisa cálida
y de su voz alzada sobre toda belleza
de los versos amados.
Llenan la casa sus fotografías y su presencia
sube, silenciosa, hasta el cuarto más alto.
Porque nunca se ha ido,
está seguro aquí, al lado.
Sonriendo, como siempre,
tolerando sin ganas la estupidez ajena
que nunca entiende nada.
Se ha detenido el péndulo del reloj.
Y aunque se le da cuerda
los sábados de mañana
ceremonia ya hábito
no se oye el sonido de las horas
ni la media ni el cuarto
y el diario se ha caído, sin abrir, olvidado.

María Esther Vázquez


"La amistad con Borges me abrió las puertas al mundo, esa es la verdad. Por ejemplo; él me llevo a Sur, conocí a Victoria Ocampo y a todo ese pequeño mundo que estaba separado, como si fuera una escalera superior. También por él amplié mis conocimientos de muchos escritores que yo no conocía o conocía muy poco; sobre todo de literatura inglesa. Viajé con Borges a congresos de literatura muy importantes, recorrimos toda Europa juntos y conocí a mucha gente con la cual después seguimos por correspondencia una bella amistad. Durante un año trabaje en la Biblioteca Nacional. Entonces recibí una beca y me fui a Europa y al regresar retome el trabajo, aunque iba un día si y un día no."

María Esther Vázquez



"Las penas no se curan nunca: si esa presencia pesó en tu vida, la ausencia nunca deja de sentirse de una manera muy próxima. Cuando la gente dice «el tiempo lo cura todo», es mentira, el tiempo no cura nada, ni las humillaciones que hayas sufrido en tu vida ‒porque todo el mundo las sufre‒ ni las pérdidas. Después de que Horacio murió me puse a trabajar como loca, saqué un libro de él de pequeños ensayos sobre poetas argentinos, muy lindo libro. Hicimos una gigantografía para ilustrar, el libro se llama Aventura de la palabra, Borges y otros mitos. Y la gigantografía la traje y la puse en el piso de arriba, así que todos los días paso y está ahí. Además la casa está llena de fotografías. El cuarto de él y el escritorio están llenos de fotografías mías; nosotros fuimos muy felices, no recuerdo haberme peleado nunca con él."

María Esther Vázquez



"Yo quería mucho a Borges, pero no como uno puede querer a una persona para casarse. Lo seguí queriendo toda mi vida. Ya no lo acompañé como antes a los viajes, pero sí a viajes más cortos. Yo lo respeté y admiré muchísimo. Borges era un enamoradizo, ¡si se enamoró de como 30 mujeres! Es más, yo lo he conocido entusiasmado con dos señoras al mismo tiempo. Me acuerdo que me preguntaba, por ejemplo, si algún poema ya se lo había dedicado a alguna señora y yo le respondía que sí, que estaba dedicado a fulanita y él respondía que qué lástima que le habría gustado dedicárselo a menganita. Tenía un ideal de mujer, una intuición. A veces te preguntaba si tal mujer era como él se la imaginaba: él apuntaba a mujeres altas, más bien rubias y con ojos claros. Era el tipo de mujer que él había idealizado porque había perdido paulatinamente la vista. En 1955, cuando fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, ahí fue cuando perdió la vista definitivamente. De ahí el ‘Poema de los dones’ (“Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche.”). Ese poema me lo dedicó a mí. Cuando Borges me propuso matrimonio, yo no le dije que no o que sí, yo no le dije nada. No sé, quizás me hubiera podido casar con él pero de pronto apareció mi marido, Horacio Armani, que también era muy amigo de Borges. Los dos seguimos siendo amigos de Borges y yo seguí trabajando con Borges después de que me casé. No es que Borges se haya enojado conmigo, no fue una cosa brutal ni brusca ni nada por el estilo. En fin, eso forma parte de un pasado ya remoto."

María Esther Vázquez



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