Carta a papá

Miserable estratagema
para tenerte parecerme
a vos

ser en espejada lejanía
lo que brilla por ausencia
una estrella

no me llames ilusa
estoy arriba
reina de la nada
ardiendo en mis heridas

soy tu pequeño espejismo
qué peor atadura

ah, si quisieras llegar hasta aquí
y entraras en esta luz

en todo caso si así fuera, querido mío
la luz hiere, la luz es realidad

María del Carmen Colombo



“El libro para mí es una voz que te está hablando.”

María del Carmen Colombo



EN LAS NOCHES DE TORMENTA, la menor de las tres chicas escucha el dream dream del viento contra las puertas dormidas. Y ese rasguido suelta las cuerdas de lana de la afiebrada voz.
Por la rendija de los labios, dream dream, como diciendo sólo su respiración, con la dicción distraída de algún delirio, habla el sueño de la chica: Afuera el diablo chifla/ desde la copa de un árbol:/ cuelga unas babas de choclo/ como lluvia que desprende/ su risa deshilachada./ En el comedor del rancho,/ hierve el mate de la chica, se cocina/ entre sus manos:/ -Qué te pasa –le dice la abuela./ -Nada, estoy pensando un tema./ -Mentira, escuchás ese sonido que atormenta/ la concordancia universal.
En las noches de tormenta, el rasgado corazón desgrana su sin sentido. Dream dream: es sólo el rumor del viento contra las puertas dormidas, la copla del sentimiento que se esfuma en la vigilia.

COMO UN VIOLÍN en su musgoso caparazón, así he vivido adentro de mi bata de seda: cuerpo enfundado en el lujoso estuche de un disfraz. Envuelto en el paisaje del kimono, niño perdido en su propio refugio, obedecí el impulso del regreso, grabado en  el tapiz de la memoria. Pero ahora, por puro deseo de metamorfosis, me desprendo de la espumosa máscara de hierba, mariposa excesiva en su teatro de ausencia.
“Papá, papá”, sopla la voz en mis oídos, la voz lejana de mis hijas, cuando el vals del viento enamora mis alas. Vuelvo a la melodía de mi tierra, como una esencia me evaporo. Y asciendo.
En el cielo enrojecido se apaga la gran estrella natal. La luz fría de la luna me cubre con su lágrima.

María del Carmen Colombo



I

Los duros muchachos de la época
cantaban mejor
hagamos un mundo
a coro y en voz alta
es hora de hacerse cargo ahora
y en la hora, cantaban
esos cantos de
hombres grandes ya,
alta voz de una época
sorda al rumor de quien
sin para qué tarareaba
en minúscula celda

 María del Carmen Colombo


II

Siempre doy la nota
el clamor mudo sale
hueca mi voz
esta nota
en la cima del asombro
en la cúspide del
estupor
enmudecida cantante
criatura inocente de
la memoria del mundo
al que siempre
estoy naciendo

María del Carmen Colombo



Lo que mata es el cuerpo

Lo que mata es el cuerpo
deprimido, el color negro
azuza los instintos
de un fanático del ojo. Existo
aunque no me vea, mentiría,
lo que mata es la cursiva de mi voz,
escapo de su vista. Y hurga
como si buscara el alma: inútil, insectos
y poemas no tienen. Nada,
entre líneas sus ojos huelen el horror
literal: la poesía es una forma de
mirar, intento pero avanza, una forma
de ceguera. Detener el agitado sueño
del entomólogo no puedo. Me clava en la pared, ahora
toma distancia.
No me ve, pienso, no me ves.

María del Carmen Colombo



Piccolo

Colombo viene de paloma
decía papá
y su mano callada
acariciaba mi cabeza

reímos juntos
en el gran comedor de la casa

recuerdo el anillo
de una voz
         luminoso
en su eterno retorno:

Oh mio babbino caro

María del Carmen Colombo




Si es que estas ahí

Dame
la noche de las bestias    su oscuro descanso
derrumbarme entre unos pastizales
después de relincharle al viento
venirme abajo
como un techo podrido
sobre las olvidadas margaritas
el sueño de los justos, eso te pido:
apoyar mi cabeza
sobre un colchón de hojas
hasta que llegue el día y no despierte

María del Carmen Colombo



Si mi deseo fuera perdurar
tomaría la forma
de tu especie. Pequeña
y húmeda desde el principio
de los tiempos
confundida con el charol
de la noche

Hasta en una mosca se mira
el humano, un ser fácil
de apartar. Pero hacia vos
el viaje es pesadilla.

El espanto nos une
compañera, no merezco
tu ofrenda, estoy enferma
de amor

María del Carmen Colombo




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