Ce cihua huallahqui Bronx

Inihhuantin huallohhuih ica tlen quipiyah ce acaquiliztocayotl
tlen axquemman polihuiz

Cihuameh huallohuih ica inintzoncal tlaxinepalolli tlen cuatitlan huan cuatitlamitl
tlacayocuechtiqueh ica chipahuatonatiuh
tlen quintotocac cahcanahya campa nehnemiyayah.

Ni cihua quimatqui nopa tlamixtentonatiuh
quemman ya mahmauhtinemiyaya Bronxohtli achtohui huelta

Ne tlatotoniya ohtipan
atl tlen tepozcoameh quizah pan tlallihtic techamacac

 
Una mujer en el Bronx

Ellos vienen con sus nombres de sonidos de agua
que jamás se borrarán

Ellas vienen con sus cabellos enredados de bosque y selva
sus cuerpos martajados por un sol blanco
que las siguió a cada lugar donde caminaban

Esa mujer lo supo aquel día nublado
cuando recorría temerosa las calles del Bronx por primera vez

Aquel verano
el agua de los hidrantes    brotados de la tierra
nos dio de beber.

Judith Santopietro



Cihuatepatihquetl

Ce cihuatl motehtemiqui pan
cuatlapazolcuatitlamitl
itemiquiliz tepalcatlatomoni
tlen tlitetl piedra lumbre atiyatilia tlachihualiztli comalli.

Pahtemiquiliztli quemman malhuilxochimeh camahuia huan quiillia tlacayolizlti temitoc ica tlachihuanih.
 

La mujer curandera

Una mujer se sueña una y otra vez en una tupida selva

sus sueños son truenos de
cristales de la piedra lumbre que
derrite la maldad en el comal.

Los sueños de la curación donde las plantas sagradas le anuncian
que el cuerpo está plagado de
animales invisibles.

Judith Santopietro



Las líneas de Nazca

En el invierno veo las líneas de Nazca de lejos son señas muy precisas a las divinidades
que se ríen de mí
me ven aterida e ignorante
El desierto se derrumba mansamente el cielo purpúreo deslava
el ocaso
son veintidós horas de un ruido que sale de los aparatos viejos del autobús veintiséis horas de
trepar por despeñaderos
de empequeñecer en los páramos treinta horas en el frío
la cabeza me da vueltas vomito
el soroche no lo alivia ni la hoja de coqa.

Judith Santopietro




Madre Coqa el éxtasis y la lejía

hoja que nos nutres con tanta estirpe divina tu sangre galopa por las nervaduras
hoja que lees el porvenir de un pueblo calado por la luna y el rayo
Madre en la frontera norte y sur polvo que se aspira
bajo la luz intermitente del bar Ruta 36
kuka cocaína roca raya Diosa blanca tus nombres reverberan
en procesión equinoccial
pijchar insalivar las hojas con bicarbonato en el acullico triturar los alcaloides
enciendan ya pues la lejía
muelan cardón quinua marlo de maíz hasta ver cenizas
Madre aniquilada en las esquinas ofrenda y diluvio sobre los campamentos
que traen de vuelta a los ausentes con retratos y carteles Madre Coqa
Masacre de Todos los Santos olor a sangre de los auquénidos guerra del agua
olor a sangre de los olvidados

Judith Santopietro



Xochicuicatl tlen piltlahuiltzitzin

Pilteoxihuitzitzin motlatlah
cequin tlayohua quemman echcapatzin tlahuilli patlanihtihuallohuih tlen tlalli

ixcanelin quitlachpanah malhuilli
ininohhui campa nehnemizceh

naman piltlahuiltzitzin nemih pan xihuitl

Neca nouhquiya nimomahchahcoa
ica huitzli huan nimahezquiza.
 

Poema de las luciérnagas

Los brotes sagrados se incendian
algunas noches cuando las diminutas luces vuelan desde la tierra

las hormigas barren tiernamente los senderos por donde caminarán

ahora las pequeñas luciérnagas viven en la yerba

Allí también mis manos se espinan con astillas y sangran.

Judith Santopietro



Xopantlan

Nimocehuihtoc xochitlan
ni tzintlayohua campa tlahuilli patlanih tlahtlayohua
nicnehnehuilia tlaahuetziliztli quiixhualtia pilteoxihuitztitzin
nouhquiya nitemiqui huanya nonanan:
inahnahualiz axnechmaca
huan poctli quentzin totonic tlen nechtlahtlania ma nicpopochhui itlacayo.

Zan cequin tonatiuh tlen cueciuhtoc ohtli
pan nochipan tzopelic huan yeccaquiztiliztli xochitlahtolli
totohuicaliztli tlen zanoc quichichilihuiltia elhuicatl:
cahuitl quemman tlahuilli calaqui tlen ni tlaltepactli.
 

Tiempo de lluvia

Sentada entre las flores
en este lugar oscuro donde las luces vuelan cada noche
pienso en la lluvia que empuja los pequeños brotes sagrados
sueño también con ellos y mi madre:
su abrazo que no existe
y el humo tibio que me pide esparza por su cuerpo.

Sólo algunos días de batallas tristes
en que habita la poesía dulce y sonora,
el canto de los pájaros apenas enrojeciendo el cosmos:
es la hora cuando la luz se agota de esta tierra.

Judith Santopietro







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