Cuadro de una anciana

Raspa el sol de la pared del cielo.
Arroja sobre las casas las grandes redes del otoño.
Incluso el cuello del lirio es una ensenada peligrosa.

Deja que el mundo aguante cansado en el pórtico de la cárcel
del mundo y la luz de la mente, esa lámpara pequeña,
perla de brillo, deje llegar la noche hasta él,
como limaduras de hierro a un imán, madre.

Lynn Emanuel


"Lo que siempre busco en mi trabajo es tensión, la tensión entre, por ejemplo, una narrativa transparente y una serie de otras posibilidades para los poemas. Me interesa el texto resbaladizo, el texto de múltiples voces y el texto que puede investigarse a sí mismo y las posibilidades de diferentes posiciones y posturas."

Lynn Emanuel


Los que duermen

Me he imaginado todo esto; 
en 1940 mis padres estaban enamorados
y vivían en el piso de West 10th
arriba de Mark Rothko, que pintaba rosas
en las paredes de su recámara la noche que se casaron.

Me es fácil adivinar por qué lo hizo.
El cabello de mi madre era del color de los perones maduros
y usaba un sombrero de terciopelo junto con la pijama.

Yo todavía no había nacido. Era tan remota como la luz de una estrella.
Me cuesta trabajo imaginar que mis padres
hicieran el amor en un cuarto lleno de rosas
sin mí. Yo no estaba.

Pero ahora sí. Mi madre se sonroja.
Es lo maravilloso del arte.
Puede resucitar a los muertos. Puede despertar a los que duermen
tal como quizá lo hizo aquella noche ya muy tarde,
cuando mi padre y mi madre hicieron el amor arriba de Rothko
quien permanecía acostado en la oscuridad pensando Rosas, Rosas, Rosas.

Lynn Emanuel



Trucha frita y borrachera

Mi madre está bebiendo para olvidar a un hombre
que podría llenar los bosques de invitaciones:
Ven conmigo, le susurró, y ella se subió
a su Nash Rambler de los 50':
contra su tablero, las rodillas se le ponían verdes
por la luz de los botones del radio.
Cuando bebo siempre es 1953,
el tocino se está secando en la sartén en la calle Cook
y mamá, con las manos hasta las muñecas en el agua roja,
deja su rastro desde el fregadero
hasta el vaso de ginebra y de regreso.
Es una bella, desafortunada mujer
enamorada de un hombre de un libertinaje tan sólido
que se le podría construir una mesa encima
y al hacerlo la melancolía llegaría de visita.
Nos recuerdo a todos cenando burdamente,
la oscuridad colgada a lo largo del porche,
y luego el vestido de mamá cayendo al suelo;
sus botones, como semillas escupidas en un plato.
Cuando bebo me parezco demasiado a ella:
con el cuchillo en una mano, y en la otra
la trucha, cuya panza es tan blanca como mi muñeca.
Te he querido toda mi vida
le dijo a él y era verdad
de la misma manera que toda su vida
ella bebió con dedicación,
de pie junto a esta estufa,
y con la delicadeza de un borracho
le pasaba el plato.

Lynn Emanuel








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