"Descubrir que mi ignorancia tiene compañía."

Julio Trujillo


En el recital

En la tarima,
tras unos refulgentes vasos de agua,
nos encaran los poetas
(cuando su vista se posa distraídamente en mí
no les sostengo la mirada,
no sé cómo,
esbozaría una sonrisa idiota).
Helos ahí,
tan expectantes como el público
inverosímil que vino a escucharlos.
Nos separa un espacio de inacción
e incómodo silencio que aprovecho
para aprender algo de ellos.
¿Qué hacen con sus manos los poetas?
¿Cómo las domestican
para que estén sobre la mesa quietas,
bien portadas,
sin ostentar su íntimo alboroto?
¿Y qué hacen con su cara,
tan aparentemente calma e inspirada?
¿Cómo contienen
la delirante gesticulación
que a mí me asalta
cuando me escrutan las otras miradas?
¿Qué hacen los poetas con su cara?
Y las piernas,
que suele vedar un paño,
¿las cruzan y descruzan con apenas
controlado frenesí?
¿Sí?
Y cuando leen los otros,
¿los miran fijamente hasta bloquear
aquello que están leyendo
(no vaya a parecer que los desdeñan)?
¿Por qué ninguno de ellos se levanta,
arquea
su esqueleto y se deleita
con el tronar secreto de sus huesos?
¿Cómo es que los poetas,
ahí sentados,
esperando turno,
no eructan andanadas de improperios?
Les voy a preguntar,
lo estoy haciendo,
¿por qué no abren los brazos y aletean
–patéticos y bellos–
para escaparse volando?

Julio Trujillo



Eso

En ocasiones he visto la cifra
(no sólo en la retícula de hojas
que gustan de exhibirse para mí,
no sólo en lo fatal
de la belleza;
la he visto recortada por las cosas,
espacio entre dos árboles,
navaja de los párpados,
blanquísima elocuencia en el acceso
de asma,
costura entre dos nadas, trenza
vacía y ensimismada:
figura circular que no tiene final
ni tiene origen
—floto, en el centro floto—),
pero nunca he podido pronunciarla.

Julio Trujillo


Hacia el germen

La sangre me lo dice:
no hay reposo,
los cuerpos son una espiral
que el tiempo expande.

Girar, todo es girar hacia un afuera
que es aquí,
una tarde cualquiera.
Las cosas son su propio estuario:
en ellas mismas desembocan.

Allá en el fondo está la yema
del origen,
¿no participa la espiral de su comienzo?,
¿acaso puedo desandar
y difundirme?

Todo lo congregado por la vista
—los ojos del pensar—
se vuelca hacia su germen:

la astilla a punto de nada,
la casi aire,
se enfila anónima y veloz
y más allá de sus costillas
busca el brote,
la tabla hospitalaria,
el manantial de savia aquél
para saciarse;

este papel
—absorto—
empuja apenas pero avanza
y su ala lenta indaga
densas provincias de algodón,
inmensos arrozales,
océanos de hilaza sofocante,
y tanto andar
para en la punta de su ovillo proclamarse;

la casa en la que escribo
—lenta,
como un reptil que sueña
en el periplo del sol
sobre su lomo—
ha ido rotando en pos del horno que gobierna
el feliz cocimiento
de su arcilla;

¡el vaso!,
se vierte en sí
para colmar su sed de sílice,
quiere verse en el ojo de la fibra,
en su profunda gran pupila
congelada
en el asombro de lo pétreo
(el vaso se levanta porque gira
tras el iris,
que si no fuera una vorágine tan limpia
un soplo bastaría para estrellarlo);

y yo no soy sino aspa de mí mismo,
acantilado
que da en el desnacer,
carrera hacia el ombligo
—¡isla que anuda vida y muerte
y crea la cima,
la cresta de la cresta
en donde no transcurre nada!

El centro es el origen de las cosas,
por él
la fuga inevitable
no hace de ellas un racimo
de aire
—y de nosotros el recuerdo de una sombra—,
un dispersarse errante
como polen inútil,
como el fragmento del fragmento
de un añico
que muere.

Julio Trujillo


Mafia

Una mafia es nosotros,
contra yo.

Julio Trujillo



Proa

A lonely impulse of delight
Drove to this tumult in the clouds
W.B. Yeats

I
Va

II
Corta las aguas en dos grandes mitades
ya reunidas,
atrás, a sus espaldas;
lo que la proa ve es lo que sucede,
ya,
su tiempo es el gerundio más fugaz,
ya no.

III
No sabe la existencia de la popa,
la propia nave es nada para ella,
proa ignorante,
feliz velocidad ejecutándose.

IV
Las naves se coronan de estandarte,
hacia arriba,
pero en la proa es el coito sostenido,
la fragua de la hora y del ahora.

V
En un día claro
se puede ver desde lo alto
el mar que surcaremos,
pero esa agua ya es otra
cuando la proa la toca.

VI
Es perseguida por la nave ciega
—se le ha pegado como el hombre a su nariz—,
pero la proa desconoce el rumbo,
si algo persigue es a sí misma,
la proa de sí.

VII
Uno diría que al ser hendida así
el agua es el camino que la proa va haciendo,
cuando en verdad
el agua es el camino que la proa va siendo.

VIII
¿De quién es el esfuerzo que te lanza
a suceder
y a ser constantemente sucedida?
¿O eres un azar,
del viento un soplo?

IX
(El pulpo en lo profundo
no sabe que allá arriba
un símbolo se hace en la insistencia;
el pulpo,
que está distribuyendo languidez
y perservera.)

X
La proa está estallando y sus esquirlas
son espuma,
son una línea semejante a mí.

XI
Instante,
rayo,
momento de la proa,
las palabras engordan mientras ella,
la más esbelta,
va,
divide en dos a lo que fluye con qué filo,
qué tijera que sólo enseña el brillo.

XII
Detener el momento de la proa
cómo,
si es borde puro,
si se hace yéndose,
si es más aroma que maderos,
más un clima;
tener entre los labios ese juego,
aquí,
entrar a ese recinto,
aquí
leerlo
aquí,
¿cómo?

XIII
(Arriba el sol,
que había sido impedido por las nubes,
ha estado perforando una retícula
tan tosca,
que con un solo rayo alcanza el mar.)

XIV
Ir en la proa,
allá adelante el mar con sus alforjas
llenas de qué,
atrás
el puerto que no existe
(deforme ya
en los aceites de pensarlo),
aquí,
en lo veloz,
el imposible rostro del momento.

XV
Subirse al ojo de la proa,
precipicio,
camino que se inventa bajo el pie
como la ola espléndida que a un tiempo
se teje y desenrolla.

XVI
Cerrar los ojos y sentir la ráfaga,
oír ese silbido del desgaste
ya música suspensa
en su más alta nota de fervor.

XVII
Donde culmina el tajamar descuella
el mascarón de proa
(la sal y el viento redondean esa figura).

XVIII
Fatiga el mar
como el aire la saeta,
acorta entre ella y su destino la distancia,
devoraleguas,
siempre acercándose,
siempre causando la primera el horizonte,
los otros mástiles,
las picas de la muerte.

XIX
La proa es si se desplaza,
en puerto es una punta de armazón
y árboles muertos,
nicho baldío,
triángulo enmohecido.

XX
¿Y estribor y babor qué mar navegan,
acaso a los costados
esa agua llega ya desmenuzada,
hermosa en sus detalles?

XXI
La nave es más veloz
si en el extremo más saliente de la proa
se posa un ave.

Julio Trujillo



"Procuro no pensar en nada: vaciar el recipiente para después llenarlo de contenido."

Julio Trujillo



Tromba
 
Nos internamos en la manga de agua.
No sabíamos
que arriba trabajaban los cumulonimbos
con la materia de su cólera.
Las cachetadas de las ráfagas torcieron
nuestras bocas
y parecíamos girar
en un furioso vórtice en ascenso.
Fuimos hebras,
hilachas en el puño de la tromba.
Aquella levedad
nos trajo paz
y enderezamos nuestras bocas.

Julio Trujillo














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