El nuevo perro

A la solemnidad de mi vida,
las formales ceremonias
de lustre y papel
y estilográfica, ha llegado

este animal chiflado
cuyas inocentes interrupciones
convierten en un sinsentido
mis viejas simplicidades:

como si lo necesitase
para probar una vez más que tras
tanta meticulosa planificación
no puede suceder nada.

Linda Pastan


Funeral en octubre

El mundo está mudando
sus miles de pieles.
La serpiente va desnuda,
y las agujas del pino caen
como los dientes de un peine que rompí
sobre tu pelo la semana pasada.
Los fantasmas de las hojas muertas
no atormentan a nadie. Imposible
entregarte al clima,
dejarte encerrada en un árbol asesinado.
Ninguna metafísica nos ha preparado
para el simple acto de volvernos
y alejarnos andando.

Linda Pastan


Hay poemas

Hay poemas
que nunca se han escrito,
que se mueven solo a través
de la mente
como por el cielo
de un día en calma;
lentamente la primera palabra
deriva al oeste,
las últimas letras se disuelven
en la lengua,
y lo que resta
es el azul puro
del conocimiento, sin nubes
ni alivio.

Linda Pastan


La muerte de la abeja

La biografía de la abeja
está escrita en miel
y tocando
a su fin.

Pronto el zumbido
que es canto del verano
será silenciado para siempre;

las flores, encendidas
resplandecerán
una última vez
y se apagarán.

Y el chico que curaba
la picadura en su tobillo esta mañana
evocará
sus breves lágrimas

con algo
parecido al arrepentimiento
al recordar el ambarino
sabor de la miel

Linda Pastan


Los pájaros

se dirigen hacia el sur, arrastrados
por una brújula en los genes.
No los confunde
este anormal verano en noviembre,
a pesar de que estamos junto a la puerta de casa
con ropa de algodón.
Los observamos

descender en picado y agruparse:
la sombra de las alas
cae sobre el corazón.
Cuando se mueven entre
las ramas desnudas, los árboles
deben de pensar que las perdidas hojas
han vuelto.

Los pájaros se dirigen hacia el sur,
el instinto es el argumento más antiguo.
Vuelan por encima de sus dobles,
las mudas veletas,
enseñándonos a todos
con las plumas de la cola
el verdadero norte.

Linda Pastan


Un nombre

David significa amado.
Pedro es una roca. A mí me llamaron
Linda, que en español, lengua
que nunca he aprendido,
significa bonita.
Aun desnudos
llevamos puestos nuestros nombres.
Al final los dejamos atrás,
grabados en escritorios
y lápidas, inscritos
en las guardas de las biblias,
en otra de cuyas páginas
Dios enumera las generaciones
de Shem, Ham y Jafet.

Homero hechizó con nombres
al entregarnos la lista
de los guerreros y sus barcos,
sobre los que les leo a mis hijos para que se duerman.
Hay tantos nombres en el suelo
como hojas en octubre;
arden brevemente en la lengua
y su humo podría oscurecer
el cielo matinal hasta volverlo crepuscular.
¿Recordar al niño de siete años
que atravesó solo el Holocausto
y no perdió la vida
sino su nombre? ¿O al príncipe cuyo nombre
fue robado con su reino?

Cuando adopté el apellido de mi esposo
y lo até al mío
cambié
como un niño
cuando el cura lo salpica
con agua y cuyo nombre
le reserva un lugar en el cielo.
Mi abuelo me dio un nombre
en hebreo que nunca oí,
porque murió con él.
Si me hubiese quedado con ese nombre,
¿quién sería yo?
y si él me llama ahora
¿cómo sabré responder?

Linda Pastan


Una breve historia del pensamiento judaico en el siglo XX

Los rabinos escribieron:
aun cuando está prohibido
tocar a una persona moribunda,
sin embargo, si la casa
se incendia
debe ser sacada
de la casa.

¡Bárbaro!
digo,
¿y a quién podría tocar yo entonces,
no somos todos
moribundos?

Sonríes
con tu vieja sonrisa negociadora
y preguntas:
pero ¿no están todas nuestras casas
ardiendo?

Linda Pastan


Voces

Juana oyó voces,
y por ello ardió.
Mientras conduzco en la oscuridad
escribo poemas.
Anoche pensando
en cómo espaciar los versos
me pasé una señal de stop.
Cuando me justifiqué
el policía asintió,
y me puso
una multa.
Un entendido me dijo
que los escritores tienen un plazo de quince años:
luego llega la repetición,
incluso la locura.
Como Midas, supongo que
todo lo que tocamos se convierte
en un poema
cuando el hechizo existe.
Pero piensa en el poeta después de ese plazo
tocando los árboles que
siempre ha tocado,
pero esta vez no ocurre nada.
Imagínatelo yendo de un tronco
a otro, magullándose
las manos con la áspera corteza.
Sólo quedan cinco años.
A veces entierro
mis poemas en el jardín,
reservándolos
para los fríos días venideros.
De todos modos
te quemas por ello.

Linda Pastan








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