El poema que perdiste

Mi poema rehusaba comer.
Trataba de darle agua
pero decía que No,

preocupándome.
Día tras día
lo alzaba a la luz,

volteándolo,
pero sólo presionaba más
sus labios.

Se volvió taciturno, como un sapo
harto de ser hostigado.
Le ofrecí todo mi dinero,

mi ropa, mi auto con tanque lleno.
Pero el poema miraba fijamente el piso.
Finalmente lo levanté en la copa

de mis manos, y lo saqué tranquilamente
al suave aire, hasta el tráfico
de la noche pensando

cómo terminar relaciones entre nosotros.
Porque ahora había comenzado a respirar,
adquiriendo más y más

capas duras de carne.
Y el poema exigió comida,
se tragó todo el agua,

me golpeó y me quitó mi dinero,
me quitó de un tirón la ropa raída
de mi espalda,

y dijo “Mierda”,
y se fue caminando lentamente,
alisando su cabello.

Dijo que iba
para tu casa.

Larry Patrick Levis



Un poema de caballos

Tus amigos asienten. Las miradas que te lanzan son como chozas
En las que alguien abandonó las herramientas.
Tal vez ya hayas empezado a morir.
Alguien choca contra ti y echa raíces,
Un arbusto pequeño, renuente.

De modo que trabajas hasta tarde en un edificio de oficinas
Mientras un hombre barre el suelo.

Avanzas en el papel en blanco
Dejas atrás la blanca sonrisa de satisfacción del benigno.
Encuentras los pantalones oscuros de tu padre,
Las horquillas de tu madre.
Los sostienes en tus manos,

Mientras cierran las cárceles en Santiago
Y las heridas en la cruz del caballo
Son normales. Brillan en la lluvia
Fuera de la cárcel y no dicen nada.

*

Era el año 1946 y la guerra había terminado.
Tu padre colgó los pantalones en la cama.
Tu madre se desvistió y se sacudió el cabello.
Se acercaron. Mientras tú empezabas,
Le vendaron los ojos al caballo y se lo llevaron más lejos
Pasando el risco mientras las sombras
Se ponían sus guantes uno a uno y se alejaban
Y los dejaban solos.

Larry Levis


Yo creo que al final es todo luz; creo que es aire

Yo creo que al final es todo luz. Pero no, finalmente,
porque sea algo hermoso o temporario, ni siquiera solemne. Una vez,
con un hombre del que estaba enamorada, fuimos al bosque a caminar y de repente se largó a llover.]
No estaba en nuestros planes. Pero igual le encantó; él era de Wyoming,
y estaba acostumbrado a amar aquellas cosas que el mundo decidía que podía manejar sin previo aviso].
Sacudía los árboles la lluvia. Convertía el sendero en un riachuelo, levantaba la tierra,
y a mí me parecía que jamás volvería a estar seca. Pero cuando llegamos hasta un risco]
y miramos abajo, en dirección al valle, vimos que el sol se abría paso a través de las nubes]
que antes lo ocultaban: súbitamente, la tormenta era una tormenta de luz.
Se tiñó todo el valle de un naranja profundo, los árboles brillaban doblemente:]
antes por el otoño, ahora por el sol. El hombre
contemplaba, asombrado, el barro reluciente ante nosotros.
Yo creo que al final es todo luz, pero no porque cambie lo que toca.
Yo creo que él creía que estar ahí
nos convertía a ambos en parte del paisaje –y me tocó la cara,
donde tenía lluvia todavía, y quizá algo de luz-; y también me parece que creía]
que de algún modo éramos responsables, en el sentido, al menos, de que siempre]
lo somos de las cosas que decidimos ver. Yo creo que al final es todo luz,
no, sin embargo, porque nos bendiga o nos borre: sentí, al bajar
por la ladera, una especie de incómoda ternura por el cuerpo
que tenía a mi lado, este hombre cuya mano había tocado mi piel,
como si de verdad todo esto se tratara de su mano y mi piel; cuyo amor por el mundo]
siempre será más fuerte cada vez que pose la mirada sobre él y mire cómo el sol]
resalta todo aquello que él sabe verdadero. Pasamos por al lado de un arroyo]
salpicado por esquirlas de luz, como si fueran peces.
Vimos la luz filtrarse por el aire. Y así vimos el aire. Yo pienso que al final es todo luz, pero tan sólo]
porque no guarda relación alguna con nosotros, no nos puede ayudar,
tan sólo iluminarnos, de la misma manera en que ilumina una fila de árboles,]
una ruta desierta, sábanas arrugadas al amanecer tras la partida del amante.]
Pienso que todo es luz, porque nos encendemos y después nos apagamos,]
luego nos encendemos otra vez, le demos importancia
o no a ese hecho. Porque no. No podemos.

Larry Levis





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