En lugar de los "últimos sacramentos"

“Me hizo llamar una tarde de otoño.
En su mansarda un frío loco.
Temblaba tísico, la piel de cera
Como la luz de una pobre vela.
Su fuelle rugía como un órgano viejo
Y la piel tomaba ahora ese tono
Del verdín que sobre el suelo de la morgue
A lo largo quiere ocuparlo todo.
-Viejo, voy a reventar, dijo con una sonrisa el pobre
Que heló el caracú en mi hueso.
Para acabarla -sabes- quisiera un vampiro
Que me vaciara la espalda con un beso.
Bajé, muy calmo, hasta el callejón y en la esquina
Silbé a la primera pollera blanca que patina
oliendo a un macho en busca de una mina.
Después al mostrarle al moribundo
Y de ponerla al tanto de su sombría tarea
Vi que se le agitaba furiosa la pechera.
En su mirada cálida de mil locas noches sin nombre
Vi despabilar sus gastados sentidos por el hombre.
Se desviste, bosteza, hace una pausa;
Luego como bajo un látigo lanzada,
Su morro en llamas y su lengua rosada,
Salta sobre el agonizante.
Él siente el soplo rugiente
Que hace la lava al correr,
Los riñones fríos hervir otra vez.
Una chispa de loco celo estalla en sus ojos huecos,
Pronuncia algunas palabras apretadas, como ecos.
Los vi extenderse a lo largo. Como en la roca pelada
Un nudo de serpientes se retuerce atosigada.
Salí. Los dejé en medio de su lucha amarga y fiera.
A la mañana siguiente ya estaba muerto.
Pálido, muy chupado y en su lecho yerto”.

Jules Laforgue



Locuciones de los Pierrots

VIII

¡Ah! Me brota un viejo hastío
a lo largo del corazón...
Es señal que es la hora
de renacer burlón.

¿Y bien?, ¿te he herido, entonces?
¿Fingí acaso el sollozo
para que adoptes el aire necio
de El cantero quebrado?

Todo flota en amores;
todo, desde el cedro al hisopo,
bebe en su desmayada copa.
Yo he hecho un bello horno.

IX
Tu gesto,
Hurí,
me trae el aire de un memento mori
que en verdad entona: anda, quédate...

Mas yo te diré lo que es
y por qué he de partir, fe de honesto.
Poeta
francés.

Tu corazón tiene la conciencia clara,
el mío es un individuo
abrumado
de deudas.

XIV

Las manos en los bolsillos
a lo largo de la ruta
escucho
mil campanas
que cantan: "Los tiempos están próximos,
¡sin que haya duda de ello!"

¡Ah!, Dios, me es igual
y estoy en mi casa,
mi techo,
muy natal.
Es todo. Senda recta,
y no hago mal ninguno.

Conozco la Historia
y la Naturaleza,
esas ferias
de quincalla.
También os aseguro
que me podéis creer.

XVI

Soy un simple y lunar vividor
que hace ondas en los estanques
y sin otro designio
que llegar a ser legendario.

Arremangando con aire de reto
mis mangas de pálido mandarín,
engolo mi voz y exhalo
dulces consejos de Crucifijo.

¡Ah!, sí, llegar a ser legendario,
incluso en el umbral de siglos charlatanes,
pero, ¿qué fue de las Lunas de antaño?,
¿acaso Dios no debe ser rehecho?

Jules Laforgue




Madrigal

Sí, la vida es para vos un camino triunfal,
Pero qué sabés del destino, las marchas eternas,
Rica, amada de rodillas, bella entre las bellas,
Esta noche tal vez después de la fiebre del vals

Sentirás llegar la muerte en un temblor fatal
Y tu rubio cadáver con las vidriosas pupilas
Se irá a pudrir en su dulce lecho de puntillas,
Luego a perderse anónimo en el turbión vital.

O, quién sabe, tal vez tu corazón florecerá
En el clavel que una obrera en su ventana regará,
Ese clavel será vendido un día en la vereda

Y ese que hoy te arrulla te dice “oh alma mía”
Por centavos se lo dará a una vulgar fulana
Y vos oirás a ambos gemir sobre la cama.

Jules Laforgue


Notas sobre Baudelaire

Ha sido el primero, después de todas las osadías del romanticismo, en emplear esas comparaciones chocantes que, en medio de la armonía de un período, súbitamente y al pasar, ponen los pies en el plato: comparaciones palpables, excesivamente primer plano; americanas: palisandro, sonido desconcertante y vigorizante ("La noche se hacía compacta... como un tabique")

El primero en romper con el público.

El artificio y su extensión a los cielos, a los ocasos... el spleen y la enfermedad, no la tisis poética, sino la neurosis sin haber escrito jamás la palabra...

Tu piel reverberante, tus andares: una serpiente en la punta de una estaca, tu cabellera, un océano, tu cabeza se balancea con la indolencia de un joven elefante, tu cuerpo se inclina como un fino velero que hunde sus palos en el agua, tu saliva asciende hasta tus dientes como una ola engrosada por el deshielo de los glaciares susurrantes, tu cuello una torre de marfil, tus dientes ovejas suspendidas en los bordes del Hebrón.
Es el americanismo aplicado a las comparaciones del Cantar de los
Cantares.

Hacer poesías sueltas, cortas y sin tema determinado (así como los otros hacían un soneto para narrar algo poéticamente, alegar una cuestión, etc.), vagas y sin razón como el batir de un abanico, efímeras y equívocas como un maquillaje, que al burgués que acaba de leerlo le hacen decir: "bien, ¿y qué más?".

 su odio de la elocuencia y de las confidencias poéticas...

 yankee, sin idea preconcebida, manteniéndose aéreo...

"Como una sílfide en el fondo de los bastidores".

Jules Laforgue



Pierrots
(fragmento)

Blancos infantes, corazón de luna,
eminentes lunólogos,
abren su Templo a todos cuantos llegan,
diáfano, por lo demás, cual ninguno.

Predican, con un ojo asaz marchito
y con las mangas muy sacerdotales,
que este bajo mundo de escándalo
no es sino una de tantas tiradas de dados.

Del juego que la Idea y el Amor
(a fin de conocer, sin duda alguna,
la razón ¡nada menos! de su ser)
sacaron a la luz del mediodía.

Ninguno vale lo que vale el nuestro
—no motejable como hotel de tránsito,
amueblado hacia otro quizá más inmortal—
ya que hechos estamos el uno para el otro.

En fin, y nada menos sutil
que estas antinomias tan gratuitas,
que en absoluto nos atañen,
cuando la clave de todo es el Que Así Sea.

Vivir de punta en blanco
es, amados hermanos, el más digno papel
y encogerse de hombros
a la hora de los esfuerzos inútiles.

Jules Laforgue








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