Es la belleza, eso

“Lo qué es verdaderamente inmoral es haber desistido de uno mismo”
Clarice Lispector

I
Fue como si expulsaran de ti la noche, no la sombra dulce que cubre las heridas, sino la otra, la profunda, en la que nos extraviamos y no vemos ni la explosión necesaria de los veinte dedos en el agua, esos que han de volar, para traducir severas mutilaciones en poderosas alas.
A vos te arrancaron del tejido mismo de la vida, estabas de espaldas, tu rostro desdibujado, como quien se ahoga, sacudiendo el sol que luego ha de dejar de ver, y ante la indiferencia más aguda, no sin intentarlo todo, finalmente se asfixia. “Alguien vino para salvarte” decías.
Estabas detrás de las rejas, rodeado por murallas sin una sola rendija que volviera la soledad menos cruda y la realidad menos ardua. No pretendías no verla, te había conocido despierto, la realidad se toca decías, ella caerá sobre ti, piensa y siente, entonces te esforzabas para que resistiéramos todos.
El rayo caería otra vez y no iba a perdonarnos nada, ya no se resumiría al trámite de reponer electrodomésticos, sería un rayo bestial, y todo el parque con sus bellos pinos y algunas vegetaciones de profunda belleza cuyo nombre de azúcar nadie sabía, se destruirían por completo, hasta que el desierto de cenizas fuera la única superficie en la que podríamos pisar, aunque todo se moviera peligrosamente para cegar nuestra conciencia.

II
En el brazo izquierdo te habías tatuado una serpiente a modo de brazalete. Me acercaba a oler su sinuoso camino de venas infinitamente abiertas, del mismo modo que te escuchaba en la habitación sin luz eléctrica, solo con la ayuda de una vela leer las noticias en el diario. Eran aquellos años en los que estábamos aprendiendo a ser libres. Vos ya conocías de espesos muros, tu hijo que también sería mi hijo iría con los años a un lugar en el África y aprendería el lenguaje de otros muros impíos, pasaría allí horas, aguardando vanamente la alegría. Luego enviaría fotos desde un avión, niños descalzos sonriendo, “esa es mi felicidad, los niños, madre…voy a dejarles alimento, les compré unos juguetes cuando fui a elegir algo para llevarle a mis hermanas…”
Tengo la sensación de que el mundo siempre ha estado sangrando sus guerras infinitas. Te veo en el tiempo de la juventud, casi adolescencia, me sorprendía de las aguas en los azudes y corría para desprender sanguijuelas, quien descubre con el paso del tiempo que ahí ha conocido la dicha la lleva como un pacto secreto, presintiendo que pocos comprenderían.
Aquellos barrios en Melo, tan lejanos, Angélica abriendo las cartas de Tarot en los días de la reina del mar, los bailes al lado del fuego, la Babel mágica ininteligible, los brazos abiertos al cielo, los rostros transfigurados, el encanto de las “terreiras” y sus ceremonias que forman parte de la historia de todos los que nacimos en la frontera, sus rinconcitos amados para siempre.
A veces fui una espectadora y otras me dejé invadir por los movimientos circulares como ahora con los recuerdos fragmentarios que saben en qué momento nos invaden para decirnos que hemos sido fundamentalmente exploradores apostando a combatir cada cepo de los que tratan de imponer, y de los otros, siempre los peores, se colocan sin piedad, a esos sí que hay que tenerles mucho miedo. Vos me lo enseñaste.

III
Esa persona que hacía gala de su familiaridad desnuda con los que conocen los agujeros que pretenden enterrarnos me resultaba interesante. “despídete de la reina” dijo.
De la reina de la soledad es fácil despedirse cuando uno no quiere saber mucho sobre sus conductas palaciegas. No sé qué sucede al final de la vida o cerca de ella, tal vez uno regresa, saluda con cortesía, le da la mano y le invade la piel con abrazos de bienvenida, pero en los días en que todo huele a música que estalla pretendiendo evadir los monólogos, basta con cierta mueca despectiva, saludar a lo lejos, correr, abandonarse al viento.
Ahora que veo como se alejan las habitaciones trashumantes presiento la llegada de un rayo, te advierto que esta vez no bastará con la salvación de algunas máquinas, se reponen, tú dices que todo se repone, pero te desapareces y ahí ves la barbarie, no podés creer que va a borrarse lo que no querés ver, el dolor está, esa coartada no corre con ninguna suerte.

IV
Ahora me basta con ver un ojo flotando en una taza, ese ojo no es diferente a la mano herida que también vi sangrar y no hice nada, era una mano triste de otro, y los otros son esos, tan ajenos. Sin embargo, este ojo tiene que ser distinto y adquirir un sentido de vida sorprendente, me resistiré a escuchar la charla del asado en un sitio de gente que ya no es capaz de mirar, no puede estar atento, si es que el milagro aparece, justo en estos tiempos en que sentenciamos que hay que esperar por un resurgimiento de los artistas.
Lo humano, lo más humano es el arte, está enterrado esperando, debajo de uno o dos árboles quizás, mientras el mercado abre sus fauces gigantescas intentando devorarlo todo.
El arte sepultado por leyes de compra y venta, nadie vive lejos de la tierra, o en una isla de otro universo aun inexplorado, posiblemente habitable, pero al que no hemos ido nunca. Igual es solo detenerse a esperar, como en aquellos pasajes de algunos libros.
Solo un instante y volveré a nacer en cualquier otra persona del mundo, hombre, mujer, vientre que me recibirá, o tal vez en el abierto suspiro de los murciélagos que sueñan con desposar colibríes.

V
“Es la belleza, eso. Más que palabras inconexas que no importan u homenajes a constructores de versos coloquiales, todomodernosos, “ultrajóvenes”, algo que no se puede ver así nomás, hay que adiestrarse, y es desde el sitio donde el amor respira, quizás no lo conozco pero ese lugar no ha cambiado, deberíamos admitirlo al menos, después de los largos y extenuantes discursos como para retirar el diploma de gente de avanzada(¿despegados? como verá el lector pertenezco al siglo pasado y sí conozco algunas palabritas es por los hijos y nietos adolescentes)
“Deberías corregir esto, mejorarlo, darme un mundo respirable, me trajiste hasta aquí…”
“Ya sabes que te quiero”

VI
Escribir como quien construye cuidadosamente edificios para que no se caigan. Saber que en un mismo punto se une todo el tiempo. Toda cárcel, paredón o puente tiene un origen similar. Solo por eso repito de forma sostenida “nos queda la esperanza”.
¿Aún llevas tatuada la serpiente en el brazo en el que empuñaste un día un arma?”
“¿De qué arma hablas?”
“Educación. Recuerdo aquellos diarios que nos leías explicando cada párrafo. Luego subíamos la colina hacia la casa de Angélica. Dices que ha muerto desparramando cruces y emperatrices por el aire ¿Verdad que aún la queremos, que no vamos a olvidarla nunca? Ella era como la revolución.
Nosotros también somos sus manos de venas y arterias como extensos caminos, no desistiremos de la vida y sus mandatos de corazón gigante. Hasta el último día que ha de desembocar en el océano más amplio, andaremos con la frente en alto, subiendo la colina una y otra vez. En eso nuestro pueblo tiene sobrada experiencia.

Laura Martínez Coronel


"He estado en esta calle por muchos años. Su árbol de hojas perennes nunca ha permanecido estático, el barco con la grave grieta al borde del naufragio ha logrado estallar sobre mi frente con el fulgor de su mirada insípida y fatal. Soy, por decisión, el rasgo intransferible de una vocal de musgo, la plenitud de una fruta visceral-terrenal-de sangre proteica, vagabunda, la palpitante miseria de la desmemoria que recuerda el aroma de la luz. Nadie espera de mi nada, soy vacía, superflua para ellos, triste como un infierno despojado de bestias, nunca transparente, autorreferencial. Mi mejor maestra fue  la completa orfandad de estrellas cromosómicas urgentes, la exhibición de una jaula atroz entre feroces espejos con diminutos hombres que anudan sus cuellos hasta la asfixia disparados de subsuelos con manos pequeñas rebosantes de mentiras y ternura infinita. El vocablo que precede no tiene nombre de fruta pero padece el hambre de todos los océanos. Carezco de contenido y forma, acaso algún insecto desprevenido me devore. Afuera la música encapsula mi intransigencia permanente. No pido perdón, nada he hecho salvo resistir. Tal vez en la mañana, un ostentoso placer de mujeres que se han ido-una sobre todo-indicará el trapecio de los equilibristas dormidos. Comprensión incompleta de todo lo que me asiste. La vida es una provocación que acontece del mismo modo que a pesar de los pesares todos, algo o alguien, tal vez una masa informe que goza autodevorándose, asegura que existo."

Laura Inés Martínez Coronel


Frutos y pirámides

Escapaba el oro de las manos, el mármol del fuego y también mi nombre
Escapaba la calle del ojo y algunos colores de ciénaga vertical
Escapaba la verde humareda, los amplios follajes, las multiplicadas aves
Escapaba mi pie, su doctrina de pie musical

En esa hora en que toda la sangre era un charco de luz
las palomas póstumas acariciando ventanas, ombligos encendidos, nube
en esa hora de lenguaje sonámbulo cuchillos blancos secos diccionarios
en esa hora de arena callada peces ahogados silencio de huesos opacos
descubrí tus ojos y casi era muerte mi vida
y casi era muerte

la noche centella de cabeza rota nieve de harapos
en que caminamos hasta el cementerio –yo temblando
en el manantial del trigo se encendió el relámpago
vi como paseaban por sobre mi espalda aquellas mujeres heladas y algunos
       hombres oscuros
golpeaban gangrena huyendo entre aromas de vino y espanto
gastaban el horizonte desmoronándolo

El destierro repentino de la cólera
con un brazo en alto como quien detiene o expulsa el abismo
       en una mirada abierta
un vago trazo de ruinas con la fugacidad increada de un sueño
me salvó
nos salvamos
en la primavera húmeda en el próximo invierno espejo de jardines fuentes
       que sostienen la luz

hoy soñé que paría frutos y pirámides
hoy soñé que nacía resbaladiza y pura como un pájaro
desde la imposible matriz de los reptiles respiraba escribía desoía gritaba
la irrealidad transparente de un almanaque dormido sobre un piano.

Laura Martínez Coronel


Un circulo de tiempo

Después estará el fuego enmascarado en el frio de la ropa
Voy rumbo a la tarde con sus ciudades dormidas
llevo esos recuerdos desesperados, unos pocos aromas mientras abro
oceánicos bastidores
con alma de subterráneo.
Queda poco tiempo para salir del túnel, estoy construida
de rodillas que reptan
las luces provienen de la frente
con un ojo basta.
Un compositor de la paz cuida sus bemoles
espera circuncidado y absorto
lleva esas linternas azules
me muestra el mundo.
El resplandor innegable de la alegría sube lento mientras el humo de
las persianas
bajan
y toda la calle se ahoga con la soledad de los zapatos
que huyen de esos agrios rojos en el almanaque
Con una actitud razonable dispongo mi silueta en una esquina
en la puerta del hastío
no hago poemas de amor ,doy las buenas tardes al olvido
sobre mí se desploma un círculo del mundo
y este tiempo que es el único tiempo
tiene la historia encendida de los muertos en la guerra
cenizas dispersadas para el nunca luto de la eternidad
Ha pasado el mediodía y mi esqueleto con sus mucosas de amarga indiferencia
se acuesta sobre las sábanas rugientes
mientras lejos de la emperatriz los ojos cerrados por las enormes cuevas
dibujan abandono y soledad
Aún así
no estoy triste
hay mucha gente en la puerta de la cárcel con la comida helada y el
pecho apagado
hay una larga fila de pájaros inútiles
No cometeré el delito nada sencillo de desnacerme
no hay mucho que hacer en esta hora cuántica
obtengo el soplo del reloj, su mueca de tímpanos portátiles
verduga infidente
es hora de callar
Mañana en el seguro de las imposibilidades tendré un presagio.
Todos se levantarán escritos por mi mano.
En mi cuerpo a término crecerá la libertad.

Laura Martínez Coronel








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