Honores al que va, luto al que se queda

Honores al que va, luto al que se queda
Late desde el centro, todo lo que es
Arde la carroña, bocado predilecto
Para fantasmas con buitres en los hombros.

Frutas doradas en arbustos peligrosos
Especias del mas allá, alguna trampa
Entonces la boca se excita, y el paladar
Es un cielo con suspiros y campanas.

Y que va, si para siempre es lo que se dice
La nave sigue recopilando nuestra historia
Piloteada por un amnésico que sonríe
Hasta esfumarse, en la mañana.

Juan Desiderio


Imelda irlandesa

Imelda irlandesa
derrapó en los andenes
desiertos de sus ojos
no pudo con las antiguas
escaleras hacia Londres.
Supe de la muerte al verla
tropezar en el lustre.

Imelda protectora
crispada de izquierdas
apuntando hacia Dublín.

Liberación a demencia.
Su pecho es el agujero
donde van los trapos gas oil
de una paciente espera.

Imelda gritando
en los baldíos
de Stonehenge.

Dulce Imelda
brotando en la madera
de esas viejas anclas
de la suerte, libre
como el póster sordomudo
del Cristo de Bretaña.

Juan Desiderio




La Niña Santa y el Neuromante

Cuando el Templo cierra, al caer las luces del día, una Santa Niña traslúcida sube lenta por las escaleras y hace crujir levemente sus maderas. En el Salón de las Lecturas encuentra, sonriendo, a un Neuromante, profeta que crea futuros por medio de la lectura de sus propios tejidos. Su forma actual es de un anciano; su cabeza es de cabello afro, piel arrugadísima y ojos negros. Pasan quince minutos y el trance lo pone en pista.
Abre un cuaderno muy grande. Establece una geometría original, uniendo puntos que dispone, inspirado, a lo ancho y a lo largo de la hoja. Cada punto se corresponde con una ciencia. Y cada ciencia es como un planeta. Así, un punto en el cuaderno es una ciencia figurada, cuya naturaleza es una conferencia de Maestros que van juntos por distintas rutas, y habitan continentes no muy alejados entre sí.
El Neuromante se sienta junto al espectro dulce de la Niña Santa en cómodos sillones de cuero verde que forman parte de un living que está justo frente al Altar.
Sobre una mesa de madera cruda, despliega algo similar a un mapa de la Mente Humana. Está hecho con pluma y tinta viejas. El color de la tinta es marrón oscuro, con pasado negro que bien puede notarse en el centro del trazo.
Describe los contornos de un cerebro visto de arriba, con los hemisferios bien separados para que se note la compleja conexión que existe entre ambos.
El joven fantasma propone relámpagos de neuronas, líneas de luz inteligente emitiendo colores desde su cuerpo de niebla. Cada color es una emoción que inspira al venerable cabeza de afro.
Así, ella es verde cuerpo con cerebro violeta y manos rojas. El hombre dibuja algo parecido a un rayo, uniendo virtudes, traumas y pasado que andan tatuadas en la piel de los sesos.
Los traumas se aburren, las virtudes van al gimnasio y el pasado es una ruina sin sentido.
Con este juego, puede medirse la intensidad del espíritu humano.

Juan Desiderio


La zanjita IX

Uno entra a la casa del chaucha
carbonero y vende papas
el que miente
y excavó durante treinta años
yo cavé parte de esta zanja
el agua que pasa
es como mi sangre
sangre de gato
entre sangre de perros
soy el que cava
y se deja ver.
Uno regresa vivo
de la casa del chaucha
y ve una zanja hecha
por un semidios barrial
o un perro equivocado.

Juan Desiderio


Un Camposanto es muy parecido a una Biblioteca. Sus nichos son como estantes. Cada persona se corresponde con un libro. Las personas tienen una historia, un cuerpo sin volumen; tienen huesos y músculos, que vendrían a ser hojas y la encuadernación. Los capítulos son órganos, las palabras son células y las letras son genes.
Así, cada humano tiene un cuerpo y una personalidad. Todo lo que vivimos es lo que somos, y lo que vendrá será lo que nos falta. En un Camposanto hay colecciones de huesos, cenizas, cabellos, uñas y dientes. También hay biografías en forma de espectro y una enciclopedia inmensa que contiene los últimos pensamientos; los aferrados. Los que tardan en salir del hueso.
Imágenes no hay; son parte del aire y las va llevando el viento de lugar en lugar.

El amigo Glik vive una extraña doble vida: la de ser mitad fantasma y mitad hombre. Esto se nota con su presencia, que puede ser inmediata y sorpresiva.
Amigo Glik es el más antiguo de los parroquianos del Templo. Sabe de un par de muertos y algunos desmayos en su vida.
Su excesiva dulzura, afectada por una psiquis desorientada lo mantiene en la lentitud.
Amigo Glik construye desde su mediana edad, instrumentos electrónicos. Es un preciso conocedor de los primitivos ordenadores con sus respectivos lenguajes.

Juan Desiderio
El Templo, Op. Cit. Oct. 18, 2017











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