1
(zoomband)

entre este lázaro recomenzar de lazarillo
a solas soy las olas y me encuentro disparado
los ojos quieren
siempre vivirlo adentro contiguo
Y dice el ton:
eh        hombre sándwich
cuánto tiempo sacarme la espina vuestra
seré el que nunca
si dudar no sabes si eres duración
muerde el sombrero del tonto del pueblo
sin
en el aire suspendida va la suerte
hermanita

2
(nadabrama ( ) diosonido)

POR EL AGUA
NEBULOSA EN SON
POR CONTACTO EL AGUA
DURAN LAS OREJAS QUE SE FUERON
SER LA TINAJA
AFONÍA DE LOS VESTIGIOS
NO SALIDA
POR CONTACTO HACER AGUA
HERIR POR NO IRRADIAR LIRIO U OREJA

3
(soma)

Ni ahí con tu camisa de vara
Camisa de fuego
Homicidios del homínido a su dios
no me preocuparía tanto por el sabor del milagro
sigo lo que digo este espejismo
quedarse sin órganos a la deriva del acto
será la risa
me llamo con ese nombre que no me dieron
escuchen cómo gira el vaso una vez
vivo la nuca
dentro

entre este lázaro recomenzar de lazarillo
y la permeable mutación entre las partes
consigo remedar ahíto apenas de criterio
contra que junto unas piedras desairadas

unas mangas de camisa que se acercan a
la sombra de aquella melodía por la que
tanto pagarías verso y prosa esa rugosa
espesura seca de las bocas cara y cara

y meca sin sus puentes cúrvase el sueño
presencial de esta vía siguiéndole el paso
a una primavera de distancia que se vea
que se mueva

que se te consigan unos brazos para irte
de mentas a la profundez con tus parás
itos comiéndose la luna en tu cruzarte
de brazos congelado bajo el rubor aún

como si fueses niñato de movida a la
luz adjudicable en peso pluma en pira
en plan de asalto estocada con garfio
pirata al fondo de la sala de enhestar

se te planta el canturreo como una raja
quien te come sin tomar ventaja del desvío
que ahora eternidades por la ventana arroja
para sonaja de brisa alrededor de la cuna

y más allá del firmamento las penurias
a tormentas de acá cerca les echas espejo
contra el ahora sin ley ahora que es más
que escucharte raíz del exceso

se fue de más o de boca el seso pétreo
la contingencia adormecida por las olas
de las palabras que no afilan retorno
si confiscan esta esencia de apetito

a solas soy las olas y me encuentro disparado
del sonido de mi escucha más desnudo salgo
cualquier escudo con su exclusa la cola mueve
por más perdido o mordisqueado agudo nudo

desdicha fluente va el acto de embrujo
entretacto de signos de sangre es el fruto
ascóndito lo persigo por amor al contacto
confluencia de varios ríos y al buen relente

con portátiles diablitos muy comportados
en el salón los conmino de mi frente
encrucijada del presente con dos mil puentes
derivan un rito los acosados aquellos

olvidaron suyos ecos mientras cangrejo
me encuentro ante el sonido de mi lucha
para salirse de costado a lado mover onda
que abrigue tus amparos vida encinta

prepara para ver qué relumbra el laberinto
de los cuernos aún de estos diablos incoloros
conversando con las oceánicas brasas a oscuras
en la plaza mayor del agujero destespejo

Reynaldo Jiménez


DESPIERTO PERFORADO POR LA LUNA
el lóbulo frontal de un lobo suena
y porque muda edad por dentro
insomnio en anillos en Amnios

pero a la más frágil gruta se retira
del miraje sierpe haz de un solo fauno
otra vez fauce en ella misma
te convierte

a su leche obscura tu semblante
va doncella al otro semejante
abismo siempre sigiloso y
con vigilia

a tu lado despierto mutilado
tiento a roerme en tu piedra
el cerebro late y aglutina
condiciones nexas y los nudos

aquellos de sonido filamentos
cruzan luciérnaga certeza
para hacerse al propio
tiempo amor en su cautiva

por el sudario del ausente siglo
los latidos ya dispersa la veranda
si despierto
filtrada luna el solo hueso

(una más que me hará hombre
es decir pulpa que secreta insacia
con la fija idea de esplendor
acá debajo)

a la duración a sangre fría
en el acto a este otro espacio
despierto de frases atisbando
todavía cierto no y no es sino:

¿viste la llena? su vecino soy
e ido medio vuelto del reverso
del envés acuario
de zodíacos lugar tan estrellado

Reynaldo Jiménez


El acelere

Dibujos animados yugoeslavos
se pisan, pirando bajito, descalzos.
Rápido pasan. Se prosapian y colapsan
por tolerar el miedo medio ahí.

No sé qué pasa. O se prolapsa. O se lanza
a los vacíos que dejaron los más viejos,
los ancianos de baba blanca, al dictarse
tantos piroopios tal que caben tras la tapa.

El zapateo adentro es veredicto que asuela.
Qué se le va a hacer, que nos echen
de la zona infrarroja, de la congoja
acurrucada en cada corrida de las medias.

Microbios del infinito contacto.
Del descontento, araca, contagio tanto
y para cuándo, por cuánto tiengo,
para cuál arcana convalesciencia.

Pero en qué anda la zamarrastra pátina
que se patina la guitajánfora de mermelada,
con pincelazos de enamorada suculenta,
ante la tienda de los destrozos cabizbajos.

Abisales que la curva traga.
Fumátela limón y el dibujo de la oreja.
Vas, la ternura, hasta la trampa hecha
con la camisa prestada por quien te acecha.

El ebrio bribón, obvio como la novia
del esposo infernal, inebriante de sobrio.
Sobrino del plancton atónito permuto
pertinencia interparientes de planetas

que me arranco para verte por atrás.
Se impone así el perfume de la nunca.
Luz prendida de la teta encendida:
ni cómo se llama, no entiende nada,

es la precisa. Luz que aglomera algo
tan somero como la brisa de siglos,
sigilosa hasta en la patada, en su descaro
o ese descargo hasta al más plantado

suplente del precipicio limpio de dudas.
Patas arriba, manos arriba de las rodillas,
que ya pellizcan las llagas del uso yugoeslavo.
Abuso incluso de lo más perfecto,

intacto como ese lunar que te salva un día.
Pero perdón, será por siempre la última voz.
La que te confía y después te pide de prestado
su secreto secuestro sin el menor retorno,

sin los retoños y la misma calle un rapto atrás.
Errátil como el presupuesto de los inflas.
Con las fronterizas bien puestas y de paso
en el rebusque neutro de los sonrojos,

que dan ganas, que son gomas, borran
las cacatúas y las cotorras y las pasturas
por donde pesan aquello, elfos un poco golfos,
captores en evidencia, recontrapuestos,

casi en medio de la fracción que adentro frota
de las acciones semisupinas y unos delfines
que disuelven en la boca las ínfimas espiras
de sus estelas entre el contraste en que confían.

Es la experiencia de la excreencia, cariátide
o caries, incauta hasta los arrecifes
de cifras y bulbos magneticogóticos y volúmenes
y fosas de las narices más que mejor llevadas.

Qué prendida sordejarte en la otra cuadra,
las caras aflorando de la manga enroscadas.
Qué rabia en la diosa, la extravía. Salgo abrupto
en bruto por el tubo del embrujo, con el bulto

futuro y ya neonato, como en pacto
entre el óvulo fecundo y el objeto lato
que hasta hace un rato sacudía el plato
donde los indígitos ardían sin objeto.

Si corto de entendederas, sentado
a la cena furtiva, a la hora del acto,
con dialecto de símil, las alertas
narices, las aletas en alto. Atleta

de tu atención, recortas todavía
la silueta en el manto, la cantata
entre los sumergidos destinos,
y en vez de fotos caminogramas.

Cobra un enfado biblicobabilonio,
es decir se sonroja el maestro,
o sea el destino, sin clan y clon,
honguero en el destete de los signos.

Pútrido, es decir podre converso,
condenso la malaleche en un vaso,
vozarrona patria del socarrero ardecor:
límpido, es decir impío sinvergüenzo.

Dudo no del don sí de la dádiva, pero
expreso cuanto enjugo la ruta, apuro
el trago en el comedero ayer, disperso
los contrafrentes moluscos

en esa lengua que se amura viuda
o huérfana quién sabe dispensada.
Qué raíces la distraen atrapándola,
tarántula que se hace la distraída,

o porque se distrae, se las trae
bajo la manga el as, hazmerreír
del que se trata a fin de cuentas
este tratado del intento, disparo

a esas perdidices que desperdician
su tiempo en soportar el silencio
en cuanto espectro en vez de verlo
por el costado de los cortejos

que dan en medio, reflejos azules,
lilas que meten miedo de por síes,
nanosegundos en un arco de hoguera
primera o última pero de última

en espera, con la pregunta untada,
en tren de espera lenta, con esa
estadía entre las estaciones nerviosa,
apenas pasa con el rayo subyo.

El acelere está contento con tanta puerta,
con letra suelta, casi verdugo de tanto verla,
en cada antro que ni te cuento en cuanto eco,
en casi gesto los digerismos que van ligeros,

con su ropita de antes puesta entre veras
calcinaciones sin fondo que llevan la mueca
puesta en su ya pirueta justo en el borde
de una pileta perfecta de tan intacta vacua

sin agua, sin plantas que te salgan de la boca,
porque se alocan junto a piscinas subitáneas,
hechas de espuma pero sin nadie para nadarlas,
dadas al anonadar que se demora en mirarlas.

Tocarlas con cuántas mudanzas de los brazos
de las pieles emplumadas por antiguas
muertes acumulándose al amparo de la máscara
que salta a la vista apenas la abra la pala que le toca.

Bienvenidas que se ajustan la cantata.
Habrá un día en que falte apenas un rato y aparezca
hecha la toca que escuchara en tanto tacto, aun
cuando la pátina escurre sobre la encerada madera,

crujido de las albas, en las plazas juanas, en las ramas
de las imantaciones que amamantan a sus crías,
hasta las manos endiabladas por la exacta premura,
o violadas por el sátiro de la carcajada, el maquillaje

corrido, laguna de lugar, garúa que te hace algo,
raspa la espera de antiguo sobresalto.
Te hace algo, te aglutina y luego te agudiza,
después cuenta las fichas que le caen terceros ojos.

Microdios multilocales y celulares intersectos
de los infinitos ligares del contacto.
Que se hace prisa y la crisma se rompe contra la estatua
de sí mismo, sin que la pidas, ni la aglomeres o cohartes.

De los cortejos separado por los cortes del camino.
De los mutuos clavándose los órganos.
Sucedía un día en el carnal canino del sendero primo,
con los nonatos a cuestas del fascinio que rehílo.

De los hijos del reino noire, del socaire del aguante
del plafond de los desfondes de la curva que los abarca
y los pone a flotar en el bar de un barco de la comarca.
Se reflejan en los vicios sediciosos, sobre un mustang,

un colt, una luger, bala predecida, predicha, salida
cursora de un silbido tan tajante que antepuesto,
contra las cortezas rebota, hecha la tarde intacta
por su veta infinitiva. Huelga saliva de las larvas.

A la deriva del contacto los microhilos.
Ponerme a bailar yo me pondría, pelos de punta,
pregunta que ondula a fuerza de sustos,
con cierto disgusto qué onda en el resabio.

Labio aquel del que la vio y que dispensa.
Hablores y brrrlas y sussus.
Y el espectro a la umbra del antro,
antromorfo de mórbida fortuna,

sigiloso como en puntas de pie,
o a pie juntillas, asomado a la cuna
en que se incuba la incógnita
fortuita con mareo de enamorares.

Estos dibujos no tienen modales,
hacen de sapos de otro lodazal,
disciernen a cada moral ondina
sucesiva a la par que en ciernes.

Los anima una moviola a sangre,
para que el delta de las propicias
proporciones se vuelva la novia
del escondrijo en un solo trazo,

tal en un rapto cuyo captor bosteza,
harto de observar silencio, mismo
en la presteza en que se calcinan
los humores a su deshora demorándose.

Serán dibujos carcomidos por la impronta
casi leprosa de otras manos ignorantes
de su escasa dimisión ante el milagro
huidizo y anterior, ríos del ralentamiento

del espacio inacabado entre los dedos,
finitos todos esperando acá parados
que la cola de una se detenga.
O bien diflujos microcromáticos.

Reynaldo Jiménez


















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