"A pesar de que podría decirle que no hay algo a lo que se pueda llamar “poema irlandés”, hay una poesía que sí puede ser identificada como irlandesa. Esa condición está definida por la historia, la geografía, la cultura y las lenguas de Irlanda. Los poetas, como todo el mundo, tienen una relación con el lugar del que provienen. Dublín no es Londres, Donegal no es Cheshire. Los poetas también tienen una relación con el pasado, y con la tradición de escritura que los precede. Se conforman en relación con ese pasado y esa tradición. Y sucede que Irlanda tiene una tradición viva de escritura en irlandés así como en inglés: se ha estado escribiendo poesía en esta isla por más de dos mil años. Y aunque la gente no hable irlandés antiguo o moderno, esos materiales están disponibles en traducciones. Si uno es un poeta que escribe en inglés, puede mirar por encima de sy hombro y sentir los poderosos fantasmas de Yeats, Patrick Kavanagh o las presencias todavía vivas de Kinsella, Heaney, Muldoon y tantos otros. Esos ejemplares ayudan a determinar qué viene después, pero, claro, también está todo el resto de la poesía del mundo. Entonces, la lengua que uno tiene en la boca nunca puede ser la mismo que aquella de la que dispone alguien de Yorkshire o Wichita, y ésa es una diferencia fundamental, dado que los poetas tienen un sentido particularmente íntimo de la lengua. Al fin y al cabo, la lengua es aquello con lo que pensamos. También hay otras diferencias difíciles de cuantificar, que tienen que ver con la cultura y la sensibilidad. Cuando leo ciertos tipos de poesía inglesa –vale decir, poesía proveniente de Inglaterra–, soy consciente de la diferencia de énfasis, de una atmósfera emocional distinta, de un tipo diferente de ambición. Son reacciones instintivas, pero me parece que son importantes. Por otro lado –y siempre hay otro lado–, hay muchas clases de poesía irlandesa que no sentiría para nada cercanas. La poesía es realmente un asunto solitario, es difícil pensarla en términos colectivos o corporativos. Tenemos que vivir en nuestras propias burbujas de prejuicios e intentar escribir a partir de ellos."

Peter Sirr


Deseo

Reconstrúyeme a partir de una librería que cierra,
a partir del pánico de los estantes
donde los autos antiguos engañan al espíritu, los manuales
de arréglelo usted mismo; dioses, geografía, dinero

y poco tiempo. Huele el aire en poesía,
tiende una manta y espera
donde una furiosa concentración se encorva
sobre Aprenda Amárico, Arameo:

apenas hay tiempo de decir hola, apenas
el grosor de un pelo del idioma que llevarse;
suficiente para estar en silencio, suficiente para ver
la mota de polvo insistente

aumentar su montaña, aparecen
los dromedarios. Alguien discute
en noruego antiguo, el sol sale en persa
y yo salgo afuera

con granos de luz, migajas de pirámide.
En otra parte, en el desierto, en la aldea de la colina,
en un tren interminable, tortuoso
el alma deja a un lado sus libros, fluida otra vez.

Peter Sirr



Después de un día en la historia de la ciudad

Qué huesos vagabundos
y tú, también, Ivar el Sinhueso,
llegan juntos ahora
fetidez de qué plagas
que vuelven a surgir
y en todas partes donde uno mire
lugares de ejecución.

Quién no preferiría
cruzar el río
y caminar en procesión
por el pasillo de su propia catedral
con Samuel
obispo de Oxmantown
sin querer de él otra cosa de su título

o decir, con Peter Lewis, curador de la catedral
Hoy vino con sus hombres Tady el techador
a remover las pizarras
después de las profusas nevadas de Navidad y la escarcha

Peter Sirr




"Escritores tan disímiles como Joyce, Beckett, MacNeice, Kinsela y Mahon –para nombrar ejemplos al azar– comparten un rasgo en común: son conscientes de la importancia del lenguaje. La literatura irlandesa suele ser lenguaje conscientemente trabajado, se lo organiza y se lo desorganiza para lograr un cierto efecto. Las razones de que esto sea así hay que buscarlas en la tradición misma de la lengua. El inglés como lengua literaria entró tardíamente en nuestra historia. Llegó de la mano del invasor, que lo impuso, y aquí fue modificado. Tuvimos que arreglárnoslas con esa materia ajena. En consecuencia, como instrumento de trabajo, el inglés de Irlanda es bastante distinto del inglés británico o del inglés norteamericano. Tal vez por eso Beckett hablaba de la lengua como de “un velo que debe ser desgarrado para acceder a las cosas (o a la Nada ) escondidas detrás de él”. Sumemos a esa ultraconciencia de la lengua otros datos distintivos: nuestra tradición se ha nutrido de humor, ironía e ingenio, confiriéndonos una evolución muy particular que me animaría a poner aparte de la del resto del mundo de habla inglesa. Dicho de otro modo, la literatura irlandesa está conectada con otras tradiciones de la lengua y, a su vez, con la gran tradición occidental, pero conservando un entidad propia y reconocible. Hay una serie de voces notables que a lo largo de nuestra historia literaria nos han demostrado lo afortunados que hemos sido."

Peter Sirr



Hambre

I

Aquí mismo, ahora mismo
sobre la bolsa de lavanda
junto a las bandejas de aceitunas

un cucharón de aceitunas
para tu boca
y queso de cabra para tus muslos

déjame
acostarme contigo
en el caos del mercado...


II

Porque cruzas el cuarto como una ráfaga
haciendo que pasen cosas,

que la fruta vuele desde el frutero
y que tiemblen los muebles,

porque las olivas están desparramadas
y quizá la comida

nunca se recupere,
el puesto de avanzada de esta noche

del imperio de la risa
inventa una ceremonia:

el toque de la naranja, el beso de la oliva,
el estar acostados, parecía para siempre,

en lluvia exprimida y tormenta de lavanda


III

Grita Hambre, Hambre
silenciando a los vendedores, haciendo

que miren los compradores. Esos
caos de ternura

se desatan allí
volarán las especias, lloverá lavanda

sobre la ciudad,
el cielo gris con noviembre,

el corazón con ira acumulada.
Con sabor penetrante, con color

confúndelos, bendícelos,
y el sonido de la risa.

Peter Sirr


Legados 

Te encanta tanto tener compañía
que un motor se te ha pegado al cuerpo,
atrapando la noche y devolviéndola
como un derrame de risas
y confusión.
Se toma la mitad de tus palabras
y las mastica, y el resto lo cubre
de heavy, de viejas películas,
el rugido de otras voces, vasos que entrechocan
y una caja registradora que se cierra de golpe,
alguien que discute y alguien
que se pone a cantar.
Mas no te importa,
acompaña a la gramática
de este dialecto de intimidad,
es así como te gusta vivir la noche.
Es donde vivía tu padre
y antes que él, su padre;
se ha vertido en las generaciones,
en voz alta y lleno de humo,
un rugido de fondo en el que sonríe
el alma; es la ciudad
que se niega a dormir, que habla sola,
y bebe en exceso.
Lo que aquí ocurre muere en silencio,
se funde al alba, y está ausente
de las sensatas habitaciones a las que nuestros amigos
se han retirado. Se han ido
a dormir o a hablar, a usar el idioma de una forma racional,
a diferenciar un sonido del otro:
el murmullo del tráfico lejano, el zumbido
de la calefacción y el rigor de las noticias de primera hora.
En el enésimo bar escuchamos
cantar su canción a tu tatarabuelo,
y a su hijo, que le alienta a seguir,
y entonces el hijo de éste entra arrastrando los pies,
pone gestos en tus manos y te hace pedir
más a gritos: más cháchara,
más bebida, más ruido
hasta que ni ellos ni tú ni yo sepamos
de quién es la cabeza que da tantas vueltas,
de quién es la voz que cuenta esta historia,
de quién es la vida en la que ocurre.

Peter Sirr


Peter Street

Casi llegué a querer esta calle;
cada vez que pasaba mirando hacia arriba
para colgarle el rostro de mi padre a una ventana, me sentía

contenido en su mirada. Hoy hay una obra en construcción
donde estaba el hospital, y me detengo y miro
estúpidamente el aire vacío, buscándolo.

Casi rogaría que aún hubiera algún dolor
como una imperfección de la estructura, algo inaliviable
esperando en el encofrado, entre los pisos, en algún

cuarto secreto, obstinado. Una grúa se mueve
delicadamente en el cielo, con su propio lenguaje.
Olvida todo eso, me digo al pasar, que sea

una casa maravillosa, que la música deambule por los pasillos,
que haya alegría fácilmente, que el terco corazón
de San Valentín llegue flotando desde Whitefriar Street

para imponerse, para curar las heridas, para levantar a mi padre de su cama,
para dejarlo descolgarse por el ladrillo apagado, sin esfuerzo,
y salir corriendo con su vida en las manos.

Peter Sirr



Sin construir

En mi pared un grabado
de la iglesia St Werburgh,
la piedra blanca, la aguja maciza -
demasiado maciza, finalmente,

demasiado cerca del castillo
para dar tranquilidad, y por lo tanto proscripta.
Cerca, una calle soñada
sale a jugar,

una catedral gigante
mete los pies en el río.
Monumentos en cada cajón:
los caballos alados, las espadas,

las manos levantadas, infinitamente
persuasivas. Los tranvías brillan entre los árboles,
sus ansiados refugios de encaje
adornan los muelles

y cerca del puerto,
en cafés en las veredas, la mirada encendida,
los arquitectos se pasan la noche
ostentando ciudades sobre una mesa.

En archivos de sótano, pacientemente
el futuro talla su nombre,
las avenidas perfectas esperan su hora
al mismo tiempo que, a la vuelta de cada esquina,

nuestras mejores vidas se prenden fuego.
De vez en cuando
nos tropezamos con los planos
y nos maravillamos... Mientras tanto, sin embargo,

hay esta suciedad,
este desorden, este encanto,
las calles sinuosas que perduran,
las iglesias recortadas

conservando su paz, una arenosidad
en el aire como el aliento
de lo imaginado, nuestros
corazones sin terminar

todavía en construcción...

Peter Sirr
















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