Albricias

                                               a Lucía

Como un don o como la retribución de un don
cual una fruta presentada en un ritual simplísimo
la niña ha entrado a la casa, lo ha
visto todo con su escuchar,
todo lo ha oído con su ver y así
tan atenta al universo
que acababa de crear
el primer día
            (en el principio era la tiniebla
                        y el espíritu de Dios flotaba
             dulcemente, en posición fetal,
                        bajo la faz de las aguas)
hágase la luz
ha dicho
sin apelación a ningún significante

y Nos hemos comenzado otra vez a existir
briznas de su costilla,

depuesta la flamígera
la desnudez desnuda,
su greda fresca, el jardín
recién regado.

Paura Rodríguez Leytón



Amo los geranios,
las piedras,
la luz temprana que guarda los silencios.

Paura Rodríguez Leytón




Como monedas viejas sobre la tierra

   2

Juntos vamos limpiándonos el polvo.
Juntos lamiendo la oscuridad,
remachando el silencio
con augurios cotidianos.

Juntas,
las formas
de nuestros pies
transitan
el delirio del olvido.

Y me refiero a la noche
como a un riguroso paseo por tu cuerpo,
como un mapa intextricable de voces sobrecogidas,
como a una bocanada de humo sediento,
como a un caudal de horas sin fondo.

Reordenar la vida:
¿será como tender un mantel sobre la mesa?
Entonces,
quizá,
no sea tan difícil morir.


   5

Mi lenguaje a ciegas,
los caminos como horas diluidas:
semillas dispersas en la arena.

Cae entre los dedos este denso sueño.
Desconocido es el amanecer: hálito fresco.


Y repites
que no es poético
llorar en sueños.


Mi lenguaje
recorre un laberinto
de piedras magulladas.


Mi espacio
-breve y ciego-
atestigua
por el calor o el frío de tus manos.

Sé que ahora ha nacido un nombre
(no el mío).

Vemos
la llegada
del agua
que arrastra
con furia
todos los nombres sepultados.

Mi lenguaje
recuerda que hacías pedazos los papeles,
y que cruzabas descalza la noche
en la que hacía falta un diván amarillo.


   8

Habrá que arrancarle una locura
a este mudo atardecer de plaza ajena:
troncos lanzados al cielo,
está ese mendigo loco que escribe números:
harapos trapos desechos.

Tus ojos pacientes,
mi ojo pertinaz,
la tozudez,
el desvelo:
tu muerte ha estado ahí,
siempre.


   10

Sabremos de los otros por señales,
por maniobras y muecas desgastadas.

El mismo
guion
ya usado
se repetirá cien veces.

No importa.
Importa sólo la poesía
que sirve para armar
y desarmar el mundo.

Abierto el espejo de la memoria,
todo será más evidente,
nuestras manos dirán noche,
aguardarán un regazo.


   15

Sucede este abrir y cerrar de ojos.
Sucede la luz fría que alumbra nuestras horas.
Restas y divides el silencio.
Resulta monócromo
colocar
un paso
después
de otro paso.

Es fugaz la voz:
ceniza caliente que alimenta tu tiempo.

Ya,
lejos de la carne,
es diminuto el dolor.

Paura Rodríguez Leytón


Dejar

Y vas dejando tu alma en lugares ajenos:
algo de tu piel,
algo de tus doloridos sueños.

Ahora,
estará triste la palabra,
estará incómodo el silencio. 

Es incandescente
este límite de hielo que se impone en la garganta.
Este límite antiguo que no sé si cruzar o contemplar,
como se contemplan las hojas en otoño. 

Y el asombro mantiene vivas las venas. 

Ahora,
no hay parásitos que merodeen nuestra carne. 

Ahora,
estamos a salvo de los ritos
que no acontecen en nuestro espíritu.
He dejado algo de mí por todas partes.
No duele ese dejar. 

Esperamos siempre
que vuelva
el sigilo de los secretos menudos. 

Más allá de mí
habrá una sombra errante,
contornos,
siempre contornos,
buscando un fondo. 

Antes no había ni rastro de nuestros sueños.
No había retratos que nos delaten.
Antes, ¿qué solíamos decir? 

Y el deseo de hablar es extraño:
resulta como un tic involuntario. 

Hay que escapar,
estar lejos de las voces que nos llaman.
(Y somos las voces). 

Fui distinta alguna vez. 

Lejana de alguien que ya no está.
El tiempo es como una vestidura que nos desnuda sin tregua:
                harapos.
(Me acomodo al nombre,
no al lugar).
Soy ajena a este trozo de tiza: nada escribo. 

Una pared alta,
de tierra
abre un espacio extraño en mi memoria.

Paura Rodríguez Leytón



Del agua 

No sé cuál será mi estado natural
tal vez
el barro.
Ahora,
cuando estamos en el mismo tren
la misma olvidada camisa
será camisa papel camisa de nada.

¿Qué puede haber tras las paredes?
¿Tras los rostros indecisos
de las sombras
de la tarde cargada de nombres? 

Que todo sea como las olas lo sembraron.
No sé si soy yo.
Palpo mis pies rozando el empedrado.
Tuvimos que callar
contar hasta el fin
volver. 

Materia mía
no estás en mí
sino en el aire
óvalo de vida 

razón sin epitafio
baile de sombras que escriben sombras. 

Busco algo de mí
para hilvanar esta tierra,
digo y desdigo mi muerte,
cada momento sospecho mi silencio. 

El andar de mi piel
lleva todavía los restos de algún latido,
de alguna hoja muerta. 

La sangre quiere añadirse a las horas
al tiempo horadado por rumores
de sombras maquilladas.
La sangre guarda en su lecho
un poco de flores.
Y una voz
repite nuestras voces en un eco remoto
que no habla pero afirma el secreto de los días. 

No esperaré mi voz
no confundiré mi espacio con las nubes
por ahora,
las palabras llegaron al punto de partida.

Paura Rodríguez Leytón


Este es el intento de caer al fondo de la soledad más pura,
el de no hablar.

Paura Rodríguez Leytón



La forma de los atardeceres me hiere,
me alegra su color tardío
cercano al vientre,
cercano a cada latido que comienza a encenderse por las calles
extrañas y propias.

Sueños remotos me llaman,
esperan.

Paura Rodríguez Leytón



Los días retornan de un lugar intacto,
como frutas dulces que acarician tus ojos.

Paura Rodríguez Leytón



Pasmosa ensoñación 

Lo frío de la nada no ahuyenta a las hormigas
que siguen alimentando el ritmo de su cueva
como el humus que vuelve la vida eterna
en un largo sueño vegetal. 

Lo crudo en el olor de la arena,
no nos ahuyenta:
ese soberbio mar
ruge
erizado
y azul. 

Pensar
es una tarea exorbitante:
una minucia del lenguaje que acontece despacio
y el tiempo
quizá
no existe
fuera
del cuerpo
que avanza en río.

Paura Rodríguez Leytón



¿Qué será de estos huesos que ignoro,
que no veo,
que son como mi alma?

¿Qué será del alma que ignoro,
que no veo,
que es como mis huesos?

¿Acaso habrá una forma de llegar al agua,
de romper los muros sin estruendo?

Paura Rodríguez Leytón








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