"Algunas veces resulta difícil criticar, uno quisiera limitarse a describir. Semana tras semana llegan libros buenos y libros mediocres y yo los aparto, los leo, y pienso qué decir; pero los libros “sin valor alguno” llegan todos los días -como el ruido de los autos y los pregones de calle-, y nadie seria capaz de pensar de ellos algo suficientemente bueno. En la mala impresión de los delgados panfletos, en las líneas compuestas a mano en papel importado, la vida dura y las ambiciones sin esperanza de la gente están expresadas más directa y desgarradoramente de lo que han sido expresadas alguna vez en cualquier obra de arte: es como si los escritores te enviaran sus brazos y piernas desmembrados con la leyenda “esto es un poema” garabateada en ellos con lápiz de labios. Después de un rato uno se siente avergonzado, no tanto por ellos como por la poesía, la cual es para estos pobres poetas una oportunidad más contra la cual al final acaban estrellando sus sesos; y para uno resulta intolerable que la poesía tenga que ser tan difícil de escribir: un juego de ponle la cola al burro en el que, para la mayoría de los jugadores, no hay cola, no hay burro, ni siquiera un premio de consolación. iSi tan sólo hubiera un mecanismo (como el sistema para pintar que Seurat propuso o el Álgebra Universal que Gódel pensaba que Leibniz había perfeccionado y extraviado) para, de un modo razonable y sistemático, convertir en poesía todo lo que vemos, sentimos y somos! Cuando leemos los versos de la gente que no puede escribir poemas —gente que algunas veces tiene más sensibilidad, inteligencia y discriminación moral que la mayoría de los poetas— es difícil no considerar a la Musa como una especie de hada madrina que le dice al poeta, después de que sus colegas lo han bañado con los dones más desconcertantes y ambiguos, “Bueno, no importa. Tú sigues siendo el único que puede escribir poesía”.
 
Parece un chiste detestable que el “poeta nacional de Ucrania” —quien estuvo en el ejército como soldado raso durante diez años y, por órdenes del zar, no podía leer, escribir o incluso recibir cartas— no tenga sobre sus penas un solo poema formal. Un pobre sargento del Air Corps pasa en Attu y Kiska dos años y medio, y al final de ese tiempo sus versos sobre la guerra no se distinguen de los de una cotorra. ¡Qué cruel que un cardenal —pues uno de estos libros es de un cardenal— escriba peores versos que el más pequeño de los niños del coro! Pero en este universo de mala poesía cualquiera se siente obligado por el decreto de una indiscutible necesidad a matar a su madre y desposar a su padre, a dar saltos de cabeza alrededor de su propio funeral, a hacer todo lo que su peor y más imaginativo enemigo hubiera deseado. Hay que tener un corazón de piedra y una mente entumecida para condenar, excepto con una especie de temor sagrado, a tales poetas por lo que han hecho —o más bien, por lo que les ha sido hecho: pues ellos nunca han hecho nada, han sufrido su poesía tan inútilmente como todo lo demás; de modo que no es imitación de la vida ni un trozo de vida, sino la vida misma— más allá del bien, más allá del mal y, ciertamente, más allá de las reseñas."

Randall Jarrell




El aviador muerto

Visto sobre el mar, ninguna señal, ninguna señal, ninguna señal
en los negros abetos y en las terrazas de las colinas
rasgadas en la niebla. El cono se estrecha, la nieve
resplandece en las yermas paredes de un cráter. No.
Las casas ruedan todavía como hojas de papel, se tuercen,
y la marejada fluye: un puerto de juguetes
es tachonado de estrellas con sus incendios y sus rostros; pero ninguna señal.

En la luz horizontal, sobre las costas furiosas,
el avión vuela en obstinado círculo, los ojos se distienden
colmados de odio y dolor, escrutan
el negruzco océano en busca de un cadáver,
los incendios se apagan; los cuadrantes bajan,
un largo, seco estremecimiento le corre por las vértebras,
sus dedos tiemblan: pero su duro, inmutable rostro
se mueve negando la aceptación: Tengo un amigo.

Los incendios son grises; ninguna estrella, ninguna señal
guiña desde la oscura respiración del portaviones
donde el piloto da vueltas en busca de su compañero; donde,
planeando sobre el armazón de las ciudades, ojo obstinado
entre las cenizas de las naciones, dolorosamente
trazando círculos de ese consumido, inmutable No
-la larga guerra, la perdida guerra de las vidas-, el piloto duerme.

Randall Jarrell



Artillero

¿Me enviaron lejos de mi gato y de mi esposa
A un doctor que contó mis dientes y me empujó
Hacia una línea en el llano hacia una cocina de hierro en una tienda?
¿Les cabecee a las moscas de las escuelas?
¿Y los luchadores se enrollaron dentro del rastro como conejos—
La sangre congelada sobre mí entablillado como una costra
Ronqué, todo quieto y gris en la torreta
Hasta que las palmeras fuera del mar se volvieron rosa con mi muerte?
¿Y los finales del mundo aquí, en la arena de una tumba
Con todas mis guerras encima? ¡ Cuán fácil ha sido morir!
¿Tiene mi esposa una pensión para tantos ratones?
¿Las medallas hicieron regresar mi gato a casa?

Randall Jarrell



El cisne negro

Cuando los cisnes conviertan a mi hermana en un cisne
Desde la ordeñadora, iré por la noche hasta el lago.
El sol observará a través de las cañas como un cisne
El rojo pico del cisne y el pico estará abierto
Y las estrellas y la luna ahí dentro, donde hubo oscuridad.
Afuera, en el lago, una chica reirá.
“Hermana, aquí está tu guiso.”
Llamaré y las cañas susurraran
“Vete a dormir, vete a dormir pequeño cisne.”
Mis piernas estarán todas duras y con membranas y los sedosos
Cabellos de mis alas sumergidos como estrellas a lo lejos
En los murmullos que corren hacia dentro y fuera de las cañas.
Escucharé a través del susurro y el silbo del agua,
Algunos “Hermana, hermana” lejos en la costa
Y entonces abriré mi pico para responder.
Escuchare mi risa áspera yendo hacia la costa
Y dirá – dirá al fin, nadando desde el pequeño
Terraplén del lago, piedra blanca de los cisnes,
El blanco nombre de los cisnes… “Todo esto es un sueño,”
Suspiraré y me extenderé desde debajo de la camilla
Hasta el susurro del agua y el silbido del piso.
“Duerme hermanita” cantaran todos los cisnes
Desde la luna y las estrellas y los sapos del suelo.
Pero el cisne de mi hermana pronunciará: “Duerme al fin, hermanita,”
Y con un ala negra de mis alas, la acariciaré toda la noche.

Randall Jarrell




La cara

Ya no más útil, no hermosa...
ni siquiera joven.
No mía.
¿Dónde está la antigua, las antiguas?
Esas eran mías.

Así es: tengo retratos,
no esos viejos; entonces la gente se conducía
de manera distinta...
Cuando me encuentran dicen:
No has cambiado.
Querría decir: No habéis mirado.

Eso les sucede a todos.
Primero se crece, se sabe más,
luego algo sale mal.
Uno es, y dice: Yo soy...
Y fuiste... Soy desde hace demasiado tiempo.

Lo sé, no es posible negarlo,
pero igualmente lo dices. No.
Me señalaré a mí mismo y diré: No soy así.
Por dentro soy siempre el mismo.
–Y tampoco es así.

Pensé: Si nada sucede...
Y nada sucedió.
Aquí estoy.
Pero no es justo.
Si el simple vivir puede acarrear esto,
vivir es más peligroso que ninguna otra cosa.

Es terrible estar vivo.

Randall Jarrell



"La cita a ciegas que te ha dejado plantado: tu vida."

Randall Jarrell



La muerte del artillero de la cúpula blindada

Desde el sueño de mi madre caí en el Estado,
y me encorvé en su vientre
hasta que mi mojada piel se heló.
A seis millas de tierra, separado
de su sueño de vida,
me desperté ante una negra barrera antiaérea
y la pesadilla de los caza.
Cuando morí me lavaron de la torreta
con una manguera.

Randall Jarrell


La noche que morí

No fue el morir: todos mueren.
No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidentes rutinarios—y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron a nuestras casas,
y aumentó la estadística, todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas a cincuenta millas de distancia.
Cayendo de cabeza en un pajar, peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas que nunca vimos.
Morimos como hormigas o perritos extranjeros.
(Cuando salimos de la escuela nada había muerto que nos hiciera comprender que podíamos morir así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones, bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos remolcados, esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a ser relevos y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
(por un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas y contábamos nuestros vuelos—
En bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela—
Hasta que se nos acabó la vida. Nuestros cuerpos quedaron
con los de la gente que matamos sin conocerla.
Cuando durábamos lo suficiente, nos daban medallas;
cuando moríamos decían “Nuestras bajas fueron pocas”.
Dijeron “Aquí están los mapas”; quemamos las ciudades.
No fue el morir, no, no el tener que morir;
pero la noche que morí, soñé que estaba muerto,
y las ciudades me dijeron “¿Por qué estás muriendo?
Estamos conformes, si tú lo estás”. Pero ¿por qué morí yo?

Randall Jarrell



Pérdidas

No fue el morir: todos mueren.
No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidentes rutinarios—y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron a nuestras casas,
y aumentó la estadística, todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque que no era la nuestra.
Desparramados sobre montañas a cincuenta millas de distancia.
Cayendo de cabeza en un pajar, peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas que nunca vimos.
Morimos como hormigas o perritos extranjeros.
(Cuando salimos de la escuela nada había muerto que nos hiciera comprender que podíamos morir así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones, bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos remolcados, esperamos a ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a ser relevos y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
(por un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas y contábamos nuestros vuelos—
En bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela—
Hasta que se nos acabó la vida. Nuestros cuerpos quedaron
con los de la gente que matamos sin conocerla.
Cuando durábamos lo suficiente, nos daban medallas;
Cuando moríamos, decían, “Nuestras bajas fueron pocas”.
Dijeron “Aquí están los mapas”; quemamos las ciudades.
No fue el morir, no, no el tener que morir;
pero la noche que morí, soñé que estaba muerto,
y las ciudades me dijeron “¿Por qué estás muriendo?
Estamos conformes, si tú lo estás”. Pero ¿por qué morí yo?

Randall Jarrell



Prisioneros

Detrás de la alambrada de púas, descargando los tachos de basura,
los tres vestidos de azul, sucio algodón (la P blanca sobre las espaldas
indicando a seis yardas su frío Norte a la móvil, negra mira
del abrazado fusil, a los ojos del centinela que bosteza).
Se los sigue castigando todo el día, todo el mes, todo el año,
cargando, descargando; suspiran sus suspiros de niños, de bestias, de desesperación,
de resistencia y existencia; miran sin esperar nada
al grueso centinela, oscuro en su uniforme caqui, hacia el polvo de la abrasada llanura.
Los prisioneros, el centinela, los soldados, todos a su modo, están adiestrándose.
De esos momentos, repetidos para siempre, surgirá nuestro mundo nuevo.

Randall Jarrell



Refugiados

En el gastado tren no hay asiento vacante.
Los niños dentro de la mascara rasgada
Tendidos imperturbables en el desierto
Del destrozado compartimiento ¿Es la calma de ellos extravagante?
Tienen caras y vidas como vos¿ Qué es lo que los poseyó
Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?
La seca sangre centellea a lo largo de la mascara
Que ayer poseía
Un país más agradable que éste.
¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior del gastado
Tren que se mueve silenciosamente, los rostros están vacíos.
¿Alguno de ellos habrá encontrado el costo extravagante?
¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían
Aquí todas las bolsas de dinero están vacantes.
¿Y, además, qué podrá satisfacer estas extravagantes
Lagrimas y deseos del Niño?
¿Es obligatorio aceptar la anulación de su terrible mascara
En los días y rostros y en las vidas que ellos derrochan?
Qué otra cosa es sus vidas excepto un viaje a la vacía
Satisfacción de la muerte? Y la máscara
Que ellos vistan esta noche continuara sus derrochados
Ensayos de Muertes. Es realmente extravagante
Leer en sus caras ¿Qué los poseyó
Para que no fueran involuntarios a unirse para esto?

Randall Jarrell








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