Aquí, donde el amor

Aquí donde el amor es el comienzo

de la tristeza, donde inútilmente
esperamos... Aquí donde se siente
a Dios inmenso, inmenso...
Aquí en la tierra de las criaturas,
donde todo el dolor del universo
cabe en un verso, un solo verso,
frágil en las palabras inseguras.
Aquí, donde un día tuvimos
la inocencia primera
de la imagen que fuimos.
Aquí, donde el amor espera, espera, espera...
Donde apenas entiendo,
vine a vivir, estoy viviendo.

Óscar Hermes Villordo


En Huancayo, Perú

En Huancayo, Perú, hay una casa.
Y en la casa hay un hombre.
No sé las señas ni sé el nombre
de la casa y el hombre.

Apenas visto, apenas entrevista,
les diré lo que pasa.

En Huancayo, Perú, perdónenme que insista.

Me dijeron, y es cierto,
que en la casa, un viejo restaurant,
cuando se queda el comedor desierto,
los niños de Huancayo comen pan.
Todos los niños pobres, los que tienen
hambre y ensayan ya, como un mendigo
hecho de muchas manos,
el gesto del castigo
de ser la humanidad de donde vienen,
de estar entre los hombres, sus hermanos.
Los he visto parados en la calle
ante la puerta misericordiosa.
Para que el hambre no los halle,
se ocultan en la sombra,
se hacen guiños.
Brilla la oscuridad como una rosa.
El hombre dice: "Entra, si puedes".
Y el hambre no se asombra.
El hambre hermoso de los niños
por la maldad de ustedes.

Entonces entran, comen.
Saltan entre las ollas con el salto
del pajarito en el asfalto,
del pajarito solo en la ciudad.
Los que se asomen,
verán la cara de la caridad.
Yo no he visto otra cara.
No sé las señas ni sé el nombre
de la casa y el hombre.
Tampoco el hombre preguntaba
si el hambre es mucho o poco.

Les digo esto para
que dejen sus corteses modos:
el hambre de los niños es la maldad de todos.
Si quieren más, yo estaba ahí, miraba.
Me comía mis lágrimas, la parte que me toca.

Óscar Hermes Villordo



Historia

7

Aquí, desde la cama blanca del hospital,
vería la ventana y los árboles... tal vez
un pájaro cantase... porque todo está igual:
sus zapatos, su libro para leer después,

y hay pájaros que cantan... Tal vez la muerte
iría diciéndole palabras, y era el contorno lucio
de las nubes en él, ¡no esta penumbra fría
con su friso deshecho de nubes de humo sucio!

8

Dentro del colectivo tiemblan las ventanillas.
La vida es esto, dicen: buenos y malos ratos.
Oigo en silencio y miro, sobre mis dos rodillas,
el paquete en que van tu libro y tus zapatos.

Óscar Hermes Villordo


La alcantarilla

Párate y oye el agua de insomne alcantarilla:
líquido grillo criba la sombra sin ruidos
-hueca garganta lúgubre, gruta de maravilla-
y abre brocales tímidos de brillos y sonidos.

Herrumbra sordo el sapo; cruje agria la rana;
duerme, casi en el sueño de la noche, y se derrumba...
Ojos, manos y boca gritan lo que se ama.
el grito vuelve, hiere: remota voz, retumba...

Es turbio el mundo y mides, con la sombra, el destierro
del sapo y de la rana, ¡y en la noche tu suela
pisa libre la música del agua sobre el hierro
y ves la alcantarilla que canta y que consuela!

Óscar Hermes Villordo


“La opción es bastante fuerte, pero yo creo, como creí al hablar de la homosexualidad, que la privacidad es muy importante. Yo pude no haber hablado nunca de mi homosexualidad, es una actitud, pero si se puede caer en la hipocresía, es mejor que se hable. Yo lo que te puedo decir del sida es esto: mi sospecha es que podría tener la enfermedad porque es demasiado lo que se arrastra.”

Óscar Hermes Villordo


"Mirá: yo soy católico, muy católico, de esos que creen que Dios es uno y trío, y mi fe y mi homosexualidad vivieron siempre en conflicto, en colisión. Hasta que un día..."

Óscar Hermes Villordo



"Nunca fui feliz. El drama no es el sexo, el verdadero drama humano es la soledad."

Óscar Hermes Villordo


"Soy homosexual, fui promiscuo, y nunca lo disimulé. Ni por vergüenza ni por discreción. Hablo en pasado (fui) porque a los enfermos de sida nos pasa algo muy extraño: cuando conocemos el diagnóstico se nos muere el sexo."

Óscar Hermes Villordo


Un niño espía a Emily Dickinson en su jardín

Que la mirara un pájaro –hostilmente,
por supuesto, ¿qué hacía allí, la intrusa? -,
no era extraño, de modo que su frente
apenas se alteró, e indiferente
siguió sus ademanes de reclusa.
Ni un pájaro, ni un hombre
(ella, en ese caso, lo sabría)
la están espiando. Un niño es quién la espía
Un niño –la inocencia- , ése es su nombre.
Estaba en su jardín, arrodillada
sobre una capa roja. La mirada
curiosa la seguía entre las flores.
¿Por qué el niño guardó, de los colores,
el color de la capa? La memoria
es frágil, pero fiel. Esta es la historia:
“Estaba en su jardín, arrodillada
sobre una capa roja.” Después, nada.
Nada sino el jardín en donde corta
la memoria inmortal sus flores raras
y al que ella sólo entra. Qué le importa
que pájaros -¿o niños?- con sus caras
se asomen al jardín perecedero.
Ella es Emily Dickinson, y acepta.
Y mientras acomoda en el cantero
el brote por nacer, la tierra yerma,
como una flor perfecta
va abriéndose su alma en el poema.

Óscar Hermes Villordo



"Ya no sueño. Es como si lo onírico se hubiera muerto. ¡Yo, que vivía de la imaginación! Recuerdo el último sueño, ya muy lejano. Trataba de consumar el acto sexual con un desconocido en una especie de estadio inmenso y vacío. Después, nada. Cayó el telón."

Óscar Hermes Villordo
















"Yo nunca quise disfrazar el sexo, nunca le puse careta. Sabés a qué me refiero: jamás tomé precauciones."







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