Arquitecturas

La casa a la orilla del mar

Arena y ripio dejas como suelo
y cubriendo con algas los suaves cantos rodados
haces de tu casa una cámara de resonancia
que magnifica el viento como un ciclón
y te mantiene con la cabeza en alto y los hombros
sobre el nivel del susurro marino y de la costa.


La casa con forma de huevo

¿Pagas por esta casa a precio de huevo
por sus blanqueados muros limpios como una concha
y la sala el lavadero y dormitorios ovalados
o la doble yema del Cielo y del Infierno
o los días cuando llueve y luego vuelve el Sol?


La casa sobre la pálida pradera

Este tronco de árbol deshojado
puede ocuparse mas nunca habitarse
cuando nieva en la pálida pradera
y la casa más pequeña nunca vista por ti
oculta a quien el lino cuida
desde las mínimas ventanas para ver a los ladrones.


La casa hecha de césped

¿Fueron las chimeneas armadas de piedra
o es solo el lugar para el fuego
en una casa hecha de césped, con sus techos
de astillas, frontis para proteger del agua
esta gran caja de yesca donde hacer una hoguera
de cuanto has levantado y calentado por ti mismo?

Michael Longley



El heladero

Pasas al ron, vainilla, caramelo, nueces, durazno:
Podías rimar los sabores. Eso fue antes
que asesinaran al heladero en el camino de Lisburn
y compraras claveles para ponerlas fuera de su tienda.
Yo nombré para ti todas las flores silvestres de Burren
que había visto en un día: tomillo, valeriana, salicaria,
filipéndula, orquídea, pata de cuervo, brezo, angélica,
geranio de San Roberto, mayorana, zecuta, drosera, arveja,
rosa del monte, germandrina del bosque, flor de cuclillo, estelaria,
aquilea, galio, bolsa de pastor, pimpinela del pantano.

Michael Longley


El lebrato

A mi nieto, Benjamín.

Esta es tu primera noche en Carrigskeewaun.
El Owennadornaun está poblado por la lluvia
Llegaste en el tractor de Paddy Morrison,
Un socavado atajo en los brazos de tu padre
Hacia la cabaña donde, hace un año,
Fuiste concebido, una semilla de fuego en el hogar.
¿Oíste el viento en la esponjosa chimenea?
¿Oíste el viento esta noche y la lluvia?
¿Y el ave costera trinando desde el arrecife de moluscos?
Mañana te presentaré al mar,
Pequeño hoplita. ¿Lo has extrañado?
Estacionaré tu coche junto a las rocas de las nutrias
Y te cargaré sobre las algas hacia el mar.
En el lago de David un pato con moño
Con su pelillo recién salido del cascarón, pompones
De un día y ya aprendiendo a bucear.
Nos encontraremos con el armiño cerca del errático
peñasco, una musaraña en su hocico, o el halcón merlín
cazando la bisbita pratense. Pero no tengas miedo.
El lebrato desayuna cada mañana
Bajo la fucsia y lo estaremos mirando.
He recogido flores silvestres para ti, la escabiosa
Y la centaura en un tarro de mermeladas lleno con agua
Esto inclinará y exaltará la luz del día.
Esta es tu primera noche en Carrigskeewaun.

Michael Longley



El velocípedo

Pasa por la ventana de mi pieza cargando una pala.
Ese Joseph Murphy, padre de cuatro pares de mellizos,
jinete, amante de los caballos, secretario del club de tiro,
si escondiera en su cabaña un folio lleno de poemas
no sería una sorpresa: considerando que su abuelo
peinaba la playa con un balde de mimbre y un palo
y fue el primero en construir un velocípedo en Thallabaun.
Con un paraguas y unas viejas sábanas improvisó
un paracaídas, se lanzó desde el techo del establo
y tras un breve vuelo terminó en el hospital.
Con muletas caseras y soltando todas las sogas
el abuelo de Joseph Murphy pasa por mi ventana. 

Michael Longley


Euriclea

I

Euriclea trajo un lavado, vertió en él agua fría,
Agregó agua caliente, lista para lavar sus pies.

Pero Odiseo se ocultó de la luz de las antorchas
Ella podría notar su cicatriz, la clave de su identidad,
una herida de ataque de jabalí, años atrás, un rasguño.
Su nodriza meció su pie en sus manos y tocó
la herida, y reconociéndolo soltó su pierna
estrellándose contra el lavado – agua salpicada,

Tal dolor y felicidad cubrieron sus ojos de lágrimas.
su vieja voz agrietada al chocar su barba le susurró
“tú eres mi bebé, de seguro, y no te reconocí
hasta que acaricié todo el cuerpo de mi amo”.

 II

Como Odiseo comencé por amar a la mujer equivocada
desaparecida entre los rascacielos de Nueva York
después de errar por miles de años desde Ítaca.
Sola recuerda el bosquecillo, denso y crecido,
donde bajo un abono de hojas muertas se oculta el jabalí
 su columna erizada y ojos rojo-fuego y blancos colmillos.

Michael Longley



Los caballos

Para todos los caballos masacrados sobre el campo de batalla,
aterrados tropezándose en sus propios intestinos,
ahogados en el lodo el mejor homenaje bélico
está en Homero: dos caballos que se negaron a moverse
a pesar de las amenazas y adulaciones y fustas silbantes,
quietos como una tumba encorvaron sus cabezas
frente a las inmóviles y bellas carrozas,
cálidas lágrimas corrían desde sus párpados hacia la tierra
en duelo por Patroclo
su auriga, sus brillantes crines desmarañadas
bajo las almohadillas a ambos lados del yugo.

Michael Longley



Si supiera donde viven los poemas,
allí iría.

Michael Longley










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