Autorretrato

Yo no soy nada más que
una mancha de sangre
que habla.

Nichita Stănescu


Canción de amor

Me quedé dormido
pegado a tu voz
y allá, muy bien lo era todo.
Tus senos cálidos cuidaban de mis tímpanos.
No recuerdo que cantabas
tal vez acerca de las ramas y aguas
que, temblorosas, recorrieron tus noches.
O de la infancia que dejó de vivir
debajo de las palabras
lo mismo que un hilo de hierba,
que no se resiste a la presión de la piedra
por largo tiempo.
Ni lo recuerdo.
Intentaba deslizar sobre la ondulación de tu cabello
que se negaba permanecer un segundo liso
y ni me tomabas en cuenta.
Por que llorabas, no lo sé...
A lo mejor de la tristeza crepuscular
te llegaban las lágrimas.
O por el cariño,
por la bondad.
Me había acostado muy cerca de tu voz
y te amaba.

Nichita Stănescu



Cuadriga
(a Mihai Eminescu)

Silba una cuadriga sobre la llanura
de mis segundos.
Tiene cuatro caballos, tiene dos luchadores.
Uno está con los ojos entre hojas, el otro
con los ojos en lágrimas.
Uno mantiene su corazón adelante, en los caballos,
el otro arrastra su corazón, atrás, sobre las piedras.
Uno aprieta los frenos con su brazo derecho,
el otro aprieta la tristeza entre sus brazos.
Uno se mantiene firme, con sus armas,
el otro con sus recuerdos.
Silba una cuadriga sobre la llanura
de mis segundos.
Tiene cuatro caballos negros, tiene dos luchadores.
Uno mantiene su vida en las águilas,
el otro, mantiene su vida en las ruedas trastornadas,
y los caballos corren, hasta que quiebran con sus bocas
el segundo,
corren hacia fuera, corren hacia fuera
y no se ven más.

Nichita Stănescu



Emoción de otoño

Ha llegado el otoño, por favor,
cúbreme el corazón con alguna cosa,
con la sombra de un árbol, o mejor con la tuya.

A veces tengo miedo de no verte más,
que alas afiladas hasta al cielo me van a crecer,
que tú misma vas a esconderte en un ojo ajeno
y que va a cerrarse con una hoja de ajenjo.

Y entonces me acerco de piedras y me callo,
llevo todas las palabras y las ahogo en el mar,
silbo la luna, la levanto yo mismo y la convierto
en un gran amor.

Nichita Stănescu


Evocación

Era linda como la sombra de una idea –
sus espaldas olían como la piel de una niña,
a piedra apenas rota,
a grito en una lengua muerta.

No pesaba... era como la respiración.
Riendo y llorando a lagrima viva
era salada como la sal
que los bárbaros sirven en sus festines.

Era hermosa como la sombra de un pensamiento.
En todas las aguas solamente ella la tierra.

Nichita Stănescu



Historia sentimental

Al final nos veíamos cada vez más seguido.
Yo estaba a un lado de la hora
al otro lado estabas tú
como las dos asas de un ánfora.
Sólo las palabras volaban entre nosotros,
adelante y atrás.
Su torbellino podía casi percibirse,
y de pronto,
yo doblaba una pierna,
y el codo lo plantaba en la tierra,
sólo para mirar la hierba inclinada
por la caída de una palabra
como bajo la pata de un león corriendo.
Las palabras giraban, giraban entre nosotros,
adelante y atrás,
y a medida que te amaba más, más
repetía, en un torbellino casi visible
la estructura de la materia, desde el comienzo. 

Nichita Stănescu




La tentación de lo real

Jamás me enfadé jamás con las manzanas
porque fueran manzanas, ni con las hojas porque fueran hojas,
ni con la sombra porque fuera sombra, ni con los pájaros
porque fueran pájaros.
Pero manzanas, hojas, sombras, pájaros
se enfadaron de pronto conmigo.
Heme conducido ante el tribunal de las hojas,
ante el tribunal de las sombras, de las manzanas, de los pájaros, tribunales redondos,
/tribunales aéreos,
tribunales tenues, refrescantes.
Heme condenado por el no saber,
por el tedio, por la intranquilidad,
por la inmovilidad.
Sentencias redactadas en el idioma de las pepitas.
Actas de acusación selladas
con vísceras de pájaro,
refrescantes penitencias grises decididas para mí.
Estoy de pie, con la cabeza descubierta,
trato de descifrar lo que se merece
mi ignorancia…
y no puedo, no puedo descifrar
nada,
y este estado de espíritu, él mismo
se enfada conmigo
y me condena, indescifrable,
a una perpetua espera,
a una concentración de los significados en sí mismos,
hasta que adopte la forma de las manzanas, de las hojas,
de las sombras,
de los pájaros.

Nichita Stănescu


Los jóvenes

Se besan, ¡ah!, se besan y se besan
los jóvenes en las calles, en los bares,
contra los muros,
se besan sin sosiego como si ellos mismos
no fuesen sino los extremos del beso.
Se besan, ¡ ah!, entre los autos que pasan,
en las estaciones del metro, en los cines,
en los buses, se besan desesperados,
con violencia como si la continuación
del beso
no fuera sino la vejez proscrita y la muerte.
Se besan, ¡ ah!, se besan los jóvenes esbeltos
y enamorados.
Tan delgados que parece que
ignoraran la existencia del pan en la Tierra.
Tan enamorados,
como si ignoraran la existencia misma del mundo.
Se besan, ¡ah!, se besan como si estuvieran en lo obscuro,
en la más segura obscuridad,
como si nadie los viera, como si el sol fuera a iluminar
recién cuando las bocas, rotas a besos y sangrantes,
no pudieran besarse sino con los dientes.

Nichita Stănescu


Náceme

Conozco todos tus tiempos, todos tus movimientos, todos tus olores
y tu sombra, y tu silencio, y tu pecho
su vibración y el color que tienen...
y tu forma de andar, y tu melancolía, y tus cejas
y tu labio, y tu anillo y el segundo
y ya no tengo paciencia y pongo mi rodilla encima de las piedras
y te pido por favor,
¡náceme !

Conozco todo lo que está más allá de ti,
tan lejos, que ya no existe cercanía-
después de la tarde, más allá del horizonte, en el otro lado del mar...
y todo lo que está más allá de ellos,
tan lejos que ni siquiera tiene nombre.
Por eso doblo mi rodilla y la pongo
encima de las rodillas de las piedras que la siguen,
y te pido por favor,
¡náceme !

Conozco todo lo que tú nunca sabes de ti.
El latido de tu corazón, él que va a seguir al que tú escuchas ahora
el final de la palabra cuya primera sílaba acabas de decir
los árboles –sombras de madera de tus venas,
los ríos –sombras movedizas de tu sangre,
y las piedras, las piedras –sombras de piedra de mi rodilla
que pongo a tus pies y te pido por favor,
¡náceme, náceme! 

Nichita Stănescu



Poema

¿Dime, si algún día podré coger y besar la
planta de tu pie…
verdad que tu  vas a cojear  un poco, después,
con el temor de no aplastar mi beso?

Nichita Stănescu


Qué bueno que existas 

Me sucede en la vida,
entonces, la felicidad que me brota
es más fuerte que yo y que mis huesos
que haces estallar en un abrazo
de dolor y maravilla.
Hablemos, digámonos palabras
aguzadas como el cristal de un cincel
que separa al río helado de su cálido delta,
al día de la noche, al basalto del basalto.
Lánzame felicidad contra el cielo,
mi sien se golpee en las estrellas,
mi mundo prolongado e infinito
transforma en columna o algo
mucho más alto y más urgente.
¡Qué bueno que existas, qué asombro existir!
Dos canciones somos, que se entremezclan,
dos colores, somos, que nunca antes se vieran:
uno, lo profundo de la tierra
y el otro, lo celeste, casi en jirones,
trenzados ambos en una lucha sin cuartel:
lo maravilloso que eres, el azar que soy.

Nichita Stănescu


Seña 19

El ángel había muerto,
yo no fui capaz de retenerlo en mis brazos,
se convirtió en agua y se me escurrió entre los dedos
me humedeció la rodilla
y me lavó los pies,
los mismos con los que camino...
eso fue exactamente lo que hizo
esa manera de irse
y de dejarme solo
en esta carrera sin fin.

Nichita Stănescu























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