Camarero

-¿Qué querrá?

Rosbif con pan de centeno, tomate y mayonesa

-¿Cómo lo quiere?

Un pellizco de mayonesa. Pimienta. Sal, no.

-Entendido. Rosbif con pan de centeno. ¿Quiere añadir lechuga?

No. Sólo tomate y mayonesa.

-Tomate y mayonesa. Entendido... ¿Sal y pimienta?

Sal, no; sólo un poco de pimienta.

-Entendido. Nada de sal. Quiere tomate.

Sí. Tomate. Lechuga, no.

-Lechuga, no. Entendido. Sal tampoco, ¿verdad?

Correcto. Sal tampoco.

-Entendido. ¿Encurtidos?

No, encurtidos no. Sólo tomate y mayonesa. Y pimienta.

-Pimienta.

Sí, un poco de pimienta.

-Muy bien. Un poco de pimienta. Sin encurtidos.

Eso es. Sin encurtidos.

-Entendido. ¡El siguiente!

Rosbif con pan integral, por favor,
con lechuga, mayonesa y en el centro una rodaja
de tomate maduro.
Las hojas de la lechuga, separadas, por favor,
en una alusión artística del clásico acanto,
y las lonchas de rosbif, bien finas, dobladas
en un diseño multilaminado
que evite pretenciosidades bragdonianas
o cualquier idea de proyección geométrica divina
de hecho, sino que sencillamente proporcione
un marco al tomate
formando un medallón con un toque
de mayonesa como ornamento.
Y -por ecléctico que esto suene-
si también se pudiera aplicar mayonesa
a lo largo de la corteza a modo de voluta vitruviana
y como festón debajo del medallón,
sería fantástico.

-¿Quiere decir como en la catedral de San Pedro de Ginebra?

Sí, pero en un estilo más similar al que hay debajo del rosetón
del palacio real de Ámsterdam.

-Entendido
¡El siguiente!

Paul Violi 












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