Comencé por la bolilla que menos sabía

En un impulso por abandonar el examen
le dije al profesor
que la Facu era secundaria en mí.
Afuera estaban mis padres y amigos,
mamá fumaba yendo de un lado a otro
y de a ratos miraba el reloj. Papá esperaba serio
en un banco del pasillo, no quiso hablar con nadie
hasta que yo saliera.
Mis amigos escondían en bolsas de nylon
distintos frascos
con cócteles de olores putrefactos.

Si lo que más querés es otra cosa
no dejes de hacerla, me dijo el profesor.
Sentí una fuerza extraña
y con la seguridad de quien decide su propia muerte
le propuse que me preguntara lo más difícil.

Entonces fijó su vista
en la cruz de arriba de la ventana

y cuánto vale ser
lo que uno quiere en la vida, me preguntó.

Martín Maigua

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