Condolencia de un dejado de la mano de Dios

Cuánta subjetividad así metida tan adentro de su cuerpo
y este cuerpo tan metido en entretelas y entrecueros
y esta cosa
entregada al oscuro silencio de algún cuarto
y este cuarto tan perdido
en la soledad horizontal de las grandes propiedades
en el corazón sublime de Buenos Aires.
Cuánta subjetividad que no levantará jamás su párpado
sobre el terror de este cuerpo
que respira en la noche de Buenos Aires
el aire seco de su propia extrañeza.
Cuánta alma que es como una gota
una humedad que quiere ser bebida
por algún labio
por un labio y no otro
por un labio que la olvida
por un labio y no otro
que olvida ser un labio y está lejos.

Cuánta pasión que reclama con ahínco su contrario
para asomarse sobre el risco de la soledad
cuánto infortunio, amore mío, cuánta luz
en la sombra, sin alumbrar a nadie
y cuánto tenebroso y necesitado de esa luz.

Miguel Brascó

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