"Creo que todos sabemos que el talento no es suficiente. He conocido a muchos poetas talentosos que más tarde resultó que carecían de ambición, no trabajaron lo suficientemente duro, no fueron lo suficientemente curiosos. Mientras que otros, que considerábamos menos talentosos, de repente empezaron a crecer y se convirtieron en poetas por derecho propio.
En mi propio caso, como futbolista joven, no tenía la ambición necesaria y me negué a transferirme a clubes más grandes cuando mis entrenadores me aconsejaban hacerlo. Supongo que mis razones para jugar eran de otro carácter. Y sólo el pensamiento de finalizar una carrera a inicio o mediados de los treinta años me parecía horroroso, ¿qué iba a hacer con el resto de mi vida? Además, comencé a enamorarme de otros jugadores y supe que era el momento de dejarlo."

Niels Frank




El problema, dices, es que no te ves a ti desde fuera, y, joder, él
cree en la densa oscuridad matutina con el camión de la basura
y el crujido del repartidor de periódicos junto a la puerta. El gato, una sombra
furtiva. Como si prefirieras levantarte antes de que el yo despierte
ebrio y te recuerde el último baño de sangre
en el lavabo, el alcohol que en todas partes sisea, fijaciones
como si estuvieras tumbado con carlancas por todo el cuerpo. Los golpes largos
del electroshock por la conciencia, por
diez años, veinte años de desesperación, hasta que todas las palabras empiezan a crujir
y los detalles se salen de recuerdos e imágenes.
Médicos y enfermeras pululan alrededor de ti, actúan
en una pieza de radio llena de voces, pero sin idioma.
¿Y qué más hay que decir? En el orden supremo
dios es una obsesión y la mente te toma el pelo, se cierra
de golpe la puerta contigo en el lado equivocado.
En ese lado la soledad está amueblada con pastillas, los zapatos son
tu mejor amigo, te llevan a los sitios. En ese lado
tienes que obligarte a creer en el orden que falta,
hasta que él en sí mismo sea el símbolo del orden. Ahí
todos los objetos están metidos en sí mismos, también el poso del café,
también las colillas. Sólo los huevos corren, el flujo amarillento,
pero a la mierda los sueños dulces, de los que aún así
uno escapa durmiendo. Ahí no se engaña a la vista, ella es
un engaño. Lo sabes. Ahí la soledad está hasta arriba de dentistas
y vampiresas en el supermercado, tiendas de segunda mano,
el violento paso de las tijeras por el pelo, bolsas de basura en la escalera
de servicio. Como si una tenue luz emanase desde la soledad.
Como si ésta sólo te quisiera a ti. Justo hasta que empiece
a hablarte, increparte, exigirte que pongas el cenicero
totalmente recto, en el borde de la mesa, y pase
por el umbral de la puerta tres veces, antes de que abandones el piso.
Abandonas el piso, sí, pero no la soledad, que cuelga de ti
como un viejo abrigo en un poema zurcido con clichés. Baja
y trae cervezas y un cartón de vino, así irá muy bien. Incluso la lluvia
parece borrachilla. En ella como en tu vida hay sólo dos dimensiones: arriba y abajo,
abajo y arriba. No puedes llegar a nada, salir de nada, volver a nada,
la existencia de los demás es sólo un poco de ruido de hojalata.
Las estrellas están en un acerico en el mismísimo poema. Pelo y uñas
tienen que ser cortados a cada momento, tienen, ni un rizo
tiene que ondear en la camisa cuando esté tendida
en la tabla de la plancha en un nuevo fijado. Y no pides nada más.
Un poco de calma, joder, nada más. Fuerzas para soportarte
en casa en una bolsa de plástico. Nada más.

Niels Frank




"El talento no basta para escribir."

Niels Frank



La lluvia que veías caer en el patio en largas cintas centelleantes
me alcanzó, y me tocó la tarea de clasificar las gotas de acuerdo a la Necesidad
Interior (NI) y empecé a llorar en seguida, así que la tarea se hizo
aún más imposible. Me consolaste junto al canal (NI)
que hizo lo peor. Me consolaste con el vino blanco (NI)
que hizo lo peor. Me consolaste cuando todo salió corriendo hacia una imagen
y me sujetó contra ti con tanta fuerza que en el acto nos hicimos amigas del alma
o quizá zorras del alma, girlfriends in crime.
¿Quizá es tan triste? No. ¿Quizá de todas formas sea
un poquito triste? No. Pero la hierba del parque estaba mojada
como un suelo recién fregado, y nos sentamos en corro sobre mantas
con vino y galletas de chocolate (NI). Desde la altura de un pensamiento
el parque parecía una enorme colcha. Desde esa altura uno podía creer
que esa vida turbada era quizá otra o
incluso la otra. ¿Madrugarías entonces un poco más en la otra vida
para desayunar café con tus hijos no legítimos y recordarles que
la vida sigue más allá del paraíso de los hotentotes?
Pero es lo que hace. Pero es lo que haces.
¿Convocarías a Dios a una reunión y le pedirías que dejase de molestar a la gente?
Porque es lo que hace. Porque crees que alguien tenía que decirlo (NI).
¿Pasearías de noche por los lagos fumando? ¿Atraerías a todos
los hombres casados hasta que sus esposas te estuvieran profundamente agradecidas?
Pero es lo que haces, pero es lo que hace.
¿Traducirías versos como: La pluie, dans la cour
où je le regarde tomber, descend à des allures très diverses?
Porque es lo que hace. Pero eso ya lo he dicho. Y sonaba
casi mejor que el original, como si la traducción fuera su resolución.
¿Cantarías en francés tu chanson sobre la insensata libertad
que hace que nos entren ganas de morir? La libertad siempre dependiente del más allá,
la libertad allí, nunca aquí. La libertad no como una forma de vida,
como una forma de muerte. ¿Cantarías al caracol locatis?
A la alegre “anfibialencia”, en donde las palabras parecen caladas
hasta los huesos y dispuestas a humillarse en cualquier parte (NI).
Porque es que lo están. En donde la muerte se parece a un sistema de contracción.
Pero es que lo es. ¿Te sentarías con los pies sumergidos en mis lágrimas
igual que la libertad retuvo en una intersección con un alfiler?

Niels Frank




Poeta esto, poeta lo otro. Produces
poemas en bata, pero no estás ni un segundo
metido en ellos. Nunca has sentido la poesía
devastarte. Subes trepando por ella
con las rodillas sangrando, eres zalamero con ella,
sólo le imploras una buena palabra
y te da meándote. Luego pruebas nuevas palabras
ante el espejo, pero todas te vienen mal.
Tus versos parecen galardones, te van
a condecorar en mundos supremos. Te encargas poemas
a ti mismo, y justo después de haber escrito
un nuevo poema, llamas a Dios
y se lo lees en alto.

Niels Frank



Retrato con una pizca de verdad

Él es un mal poeta: no sabe leerse a sí mismo; está ciegamente enamorado de sus propios poemas. Se siente agradecido ante la menor señal de que también ellos están enamorados de él.

Él es un mal poeta: todos sus poemas confirman hasta el extremo las expectativas que ha puesto en ellos.

Él es un mal poeta: la poesía no ha llegado a serle comprensible, conceptual; no tiene frialdad ni cinismo. Es miope.

Él es un mal poeta: es pedante con las palabras, las acomoda, las peina, para que ninguna se le erice.

Él es un mal poeta: todos sus poemas son solicitudes para alcanzar la inmortalidad instantánea.

Niels Frank



"Siempre he intentado escribir libros distintos entre sí, ya sea en cuanto a términos de género, materia o, incluso, en formas diversas. Además de ser juveniles, mis primeros tres poemarios fueron algo románticos y visionarios, si no «metafísicos» en un cierto sentido poco claro. Cuando estaba iniciando mis veinte años, me encontraba inmerso fuertemente en el budismo zen, pero después de esos primeros libros no volví a escribir por algunos años, porque me di cuenta de que no podía escribir de esa manera.
Me mudé a Copenhague, forjé una estrecha amistad con el crítico literario danés más influyente de ese momento, me casé, etc. entonces todo pasó a ser totalmente diferente a los primeros años en los que estaba bastante aislado. Estoy seguro de que puedes observar esa transición en mis poemarios."

Niels Frank








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