Cuando sobre un rostro deseado se vislumbra el signo
de demasiadas estaciones y una vena demasiado oscura
se alarga en la habitación, cuando las incisiones
de la vida llegan en cantidad y la sangre desacelera
dentro de los pulsos que hemos estrechado hasta el amanecer,
entonces no es sólo allí que la gran corriente
se detiene, entonces es noche, es noche sobre cada rostro
que hemos amado.

En ti se reúnen todas las muertes, todos
los vidrios despedazados, las páginas secas, los desequilibrios
del pensamiento, se reúnen en ti, culpables,
en la vigilia de todas las madres, en la tuya
inmóvil. Se reúnen allí, en tus
débiles manos. Han muerto las manzanas de este mercado,
estas poesías regresan en su gramática,
a la habitación del hotel, a la barraca
de esto que no se une, ánimas sin descanso,
labios envejecidos, corteza arrancada al tronco.
Han muerto. Se reúnen allí. Han equivocado,
han equivocado la operación.

Milo De Angelis



En la niebla vespertina, entre los desequilibrios de la mente,
has bajado como aliado
con tu mirada matemática has indicado
algunas cantidades, has dibujado
los minutos de un teorema risueño sobre el asfalto y cada minuto
es una era que abrazo y no dejas
las horas desiertas, a cada uno le das un nombre
y un medir, dibujar ángulos, paralelos
y soluciones, mostrar que los cuerpos,
como un paisaje, se encuentran sin fin.

Milo De Angelis
De "Encuentros y emboscadas"




La esencia de la carne herida
vagaba entre dos muros,
el amor salía
del presente y la sabana
de los rostros estaba allí, y era cemento
entre los dedos y era oscuro
toda la luz estaba encerrada
en el pecho, todas las apariencias
de la rosa, toda la fuerza
de la hora perdida.

Milo De Angelis



Milán ahí adelante, ahí adelante.
Este latido de la idea
entrelaza los acueductos
en un poco de polvo incinerado
hasta que alguien
entre las radiaciones y el vértigo
fija solo su medallón
lápiz perdido en el lápiz estrecho,
y cuando regresen las canciones
nupciales, aquí también es el mismo día.

Milo De Angelis




No había más tiempo. El cuarto había entrado en una inyección.
No había más forma de repartir la esencia. No tenías
más el collar. No tenías más tiempo. El tiempo era una luz
marina entre las persianas, una fiesta de hermanas,
la herida, el agua en la garganta, Villa Litta. No había
más día. La sombra de la tierra llenaba los ojos
con el miedo de los colores desaparecidos. Cada molécula
estaba en espera. Habíamos mirado el remiendo
de las manos. No había más luz. Una vez más
nos están llamando, juzgados por una estrella fija.

Milo De Angelis



No ocurre más. El llanto que se transformaba
en una risa enloquecida, las noches pasadas
corriendo en Vía Crescenzago, persiguiendo el neón
de un quiosco. No ocurre más. No es más nuestro
el palpitar al esperar la medianoche, esperarla
hasta que la medianoche entra en su verdadero tumulto,
en el frenesí de todas las horas, de todas las horas.
No ocurre más. Uno solo es el tiempo, una sola
la muerte, pocas las obsesiones, pocas
las noches de amor, pocos los besos, pocas las calles
que conducen afuera de nosotros, pocas las poesías.

Milo De Angelis



Nosotros que hemos conocido
el corazón de todos los días y el corazón sin edad,
la idea que ilumina la carne,
la sabiduría de las medidas
y el relámpago, nos dejamos
aquí, en dos metros de hormigón, con un acto
de presencia, un latido.
verano, un intercambio de persona.

Milo De Angelis


Todo estaba ya en camino. Desde entonces hasta aquí. Todo
el tiempo, luminoso, rozaba los labios. Todos
los respiros se reunían en el collar. Las sombras
de Lambrate cerraron la puerta. Toda la habitación,
absorta, se convirtió en el primer latido. El negro
de tus cabellos contra el amarillo del último rayo.
Desde entonces hasta aquí. Era el primer día del verano.
El silencio nos llenaba la frente. Todo estaba
ya en camino, desde entonces, todo estaba aquí, único
y perdido, nuestro y remoto, ardiente. Todo pedía
ser esperado, regresar a su verdadero nombre.

Milo De Angelis







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