¿Darse al femenino en el encuentro con la muerte?

¿De la ruptura qué, darse
al femenino en altas dosis
de aire rígido y sólo vos existirías
en las salinas del infierno

señora del filo de la luz
dispuesta a hablar en público de lo íntimo
con tu vientre excedido, deforme,
y los continuos leves ruidos que nacen
como humo de la hiedra inmóvil?

¿Y qué del dolor, del extravío?
Si estás así vestida con hábito de puta
¿no es la tela raída a tus espaldas sello
sin fin y vos solo el recuerdo
de un diseño en el oleaje?

Vos señora del filo de la luz
vos muerte imagen de la muerte cuerpo
de piedra y labios que a su señor traicionan
vos mujer ¿y yo tal?, ¿aliento soy de más
allá de las alturas, servidora que trae
parálisis al lecho, bestia insomne que vela
la luz de tu pasado distante inasequible
y sin embargo hiela mi fulgor?

¿Y si expirar quisieras en un beso, si
ver quisieras que se quiebra
la argentinita de Ortiz tan hueva seca
un ala una ramilla y ella
todas las cosas mismas buscándose
para la comunión?

¿Qué del existir entonces
sin beber del alcohol
que aguza mi lenguaje?

¿Vivir en más
sin darme al femenino
con la mente quieta
junto a una hoja de trébol
con la mente que huela
como hierba?

Pablo Ananía



Figuras que inspiran, ¿destruyen?

¿Cómo reconocerlo, adivinar que despertaba
de la muerte, adjudicarle por azar un nombre?
¿Logrará su objetivo, que lo ya perdido,
Irremisible, se convierta en estilo, ritmo, poema,
alucinación de que lo que se vive ha de ser
escrito, vale por lo escrito, aunque lo escrito es nada?

Pablo Ananía





La última conversación de un poeta

                 Ahora tú conversas, padre mío, despierto
                                                          José Portogalo

Bebe, se resigna. Su vida era la rima.
Oye, levísima, una respiración a sus espaldas:
es la tortura física lo que lo aterra.
Habla de las razones de su existencia,
las razones de la locura solidaria que lo acompaña,
la locura que lo acompaña con su música seductora,
con su música seductora a sus espaldas.
"¿Rima, escribe, habla?", le pregunto.

Si vida era la rima, su vida era la rima.

"¿Mueren los afectos también?", me pregunta.
"Es una buena versión", digo.
Nada lo complace, hábitos que ha adquirido con el tiempo,
hábitos de lenguaje, torturas que se complace en reiterar,
hábitos de vida miserable,
sutiles ejercicios de la palabra,
solitarios ejercicios para su rima.

Bebe, se resigna, Oye, levísima,
una respiración a sus espaldas,
entrecortada, una respiración audible.
"¿Rima, rima, rima?"
Se exalta, lo aterra la tortura física.
Si vida era la rima.

Pablo Ananía


Restos mortales

Ama lo que tomó para sí,
los movimientos de su mente.
Presiente caderas rígidas,
huesos que se hacen polvo.
Observa el cadáver, padre,
espíritu, huesos deshaciéndose
en palabras intraducibles.
¿A quién pertenecen los restos,
a ese que los lava, pule, calibra,
o al que se niega a exhumarlos,
acosado por la idea
de que es menester con el cuerpo
contribuir a la supervivencia de la especie?

Una hipótesis como cualquier otra

Alucinado, los ojos
dándole vueltas, la boca
incontenible, alimentando,
proveyendo de excusas
al cazador de locos.
Siempre sostuvo, desposeyéndose,
con obcecada insistencia,
la torpe, vanidosa teoría
de su inalienable pureza.

Pablo Ananía



Revelación

Lava en alcohol los huesos de tu padre.
Hunde tus manos en tinieblas, arrima tu nariz
a los fosos donde lidian los sepultureros,
demuéstrales con el movimiento de tus mejillas
qué les espera el último día, el primero.
Inclínate, huele: ¿qué esperabas encontrar
en su jardín, lo que Donne pretendía de su muerte,
almas en libertad? Hay sólo malas hierbas,
aires mezquinos como oscuras plegarias.

Pablo Ananía









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