Desde las lilas

árboles largamente doblados
por un ventarrón que arrastra
una enorme sombra de recuerdo
ofreces en vasija desbocada

haces tallar y tallar a una garza con cosas conmovidas:
niños con estrella filosa en las encías
que juegan sobre la fatiga de lo maternal:
la ácida rosa de todos los ciclos, aquella
que responde, aunque no tenga llamadas, y reincide

de noche atravesamos esos puentes,
un blanco río sube a las espaldas, junto con españoles
ásperos, campos que titilan, llamas en chozas largas como
sorpresas de un inicio y confusiones que cuidan
o arremeten con botas y gallos

pero cuál es el prado desde donde empieza
a germinar todo — hasta las cejas de
ella?, pareces dibujarnos en la tierra; o cuál aire
desorienta las manos que con nuevos ojos
quedan; en qué momento llega el diluvio insondable
de afirmarse entre halcones y recuerdos?,
            parecemos hablarte, blancos, desde de las lilas
ignorantes de cada hora ida,
            ignorantes siempre de cada ojo, lluvia — como tus pisadas

aunque sabedores de que a veces también hablamos, andrei,
hablamos como las horas, la lluvia, lo inverso
o lobos púrpuras de pasos intocables.

Emma Villazón Richter



Haciéndome cargo

              En algún lugar, alguien viaja hacia ti,
              viaja día y noche.
              Anne Carson

Trato de hacer todo con cuidado.
Se me encarga que mantenga la casa en orden
y así lo hago, primero con desesperación, luego sin pensarlo
(sin preocuparme como cuando estoy frente a la luz);
entonces barro las hojas que cubren el patio,
estiro la ropa en sogas, cocino, quito el polvo,
atiendo a los capullos de las jardineras de ladrillos:
velo su crecimiento, su raro sueño de puños cerrados.
Asumo mi tarea con sudor y culpa,
pero cuando boto las conservas vencidas por el inodoro,
me quedo allí parada por varios minutos.
Es un alivio ver cómo el agua limpia absorbe y se lleva todo.
Descanso increíblemente viendo cómo es succionado
el mal olor de nuestras vidas, y emerge de eso que parecía vómito de niño,
una espuma similar a la del mar.
Es difícil estar pendiente de la suciedad, de los restos
que dejamos en los baños, en los platos, en los pasillos,
es como estar levantando lo que el tiempo nos hace a cada minuto
en nuestra intimidad y queda con telarañas en unos rincones.
Realmente es duro, pero cuando veo esa espuma que se ha llevado
lo malo, es para mí como una canción, una que me dará fuerzas
cuando venga la noche
y no tenga otra voz
sino esa con la que contesto el teléfono.

Emma Villazón Richter







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