Direcciones

Ciertas direcciones son modos
improvisados de quedarse en equilibro.
gestos instintivos mandados por una nada.
Por esto las trayectorias precisas
son cosas de aeroplanos, de bandadas en migración
que entienden el viento. Los hombres honestos
no dicen yo voy: cantan bajísimo
si un camino los lleva, si una curva abre de par en par
un mar deslumbrante.

Massimo Gezzi


Grottammare

Las generaciones que han hecho Grottammare,
los hombres que ordenadamente han izado
las piedras de este murallón
en desplomo - los inquilinos de las casas
desiertas todo el año, que han quitado
los postigos agrietados para elegir unos nuevos -
los albañiles, que han situado en los lugares
los cubitos de pórfido, los ancianos
que han trasplantado los brotes de las matas
que ahora enloquecen por los capullos.
Y a la izquierda, este paseo marítimo descarnado
que parece sin límites, de noche,
este dominó de luces que atraviesa
los confines regionales, para todas las personas
que dividen una tierra, y delante de una mesa
conversan o se ignoran -

al débil silencio de la luna, esta noche,
cómo quieren hablar ellos a los transeúntes,
señalar con orgullo el muro edificado
con las propias energías, el agave plantado por juego
y después proliferado, su pasado en esta casa
o en esta otra, invisibles y mudos, convencidos
de que las cosas, al final, se acuerdan de cada uno,
mientras cae la escarcha en el balcón y la autopista
desaparece dentro del túnel, y en una curva de pilares
vuelve a empujar todo.

Massimo Gezzi


Hallazgos

En la tierra se leen muchísimos
acontecimientos, me doy cuenta mientras voy por
un sendero de campo que no había
vuelto a recorrer: los troncos segados a la par
del terreno resisten por siglos;
a veces reaparece un objeto
que parece extraterrestre, tanta es la distancia
que lo separa del presente. Un día, por ejemplo,
he encontrado en el pequeño jardín
de delante de mi casa una máquina
de coser en miniatura, trastería o juguete,
negra y desconchada pero del todo
conservada, que al limpiarla habría dado
una elegancia démodé a un mueble
antiguo. Más raramente se encuentran
confetis de papel, a veces de periódicos pornográficos,
otros de firmas y escrituras impronunciables,
desteñidos por las babas o recortados
por quién sabe qué mandíbula paciente.
                                   Yo también sé decir
dónde están sepultados mis dos perros, blancos
y poderosos, enterrados por mi padre
después de años de paseos vespertinos
y de caricias. Quién sabe qué resiste, ahora,
de aquellos cuerpos, si los largos filamentos del pelo
o los colmillos caninos, o si es como
se hubieran transitado para nada
por aquella tierra, extintos del todo, devorados por insectos
que tal vez habré pisado sin demasiada
atención, no entendiendo que en el cric
de aquellos esqueletos retumbaba el latido
familiar de mis perros, la saliva que dejaba
minúsculos globos más oscuros en el cemento,
breves constelaciones evaporadas
en un segundo, en seguida desaparecidas en otras formas
ellas también.

Massimo Gezzi



Insomnio

Una noche malgastada es poca cosa:
si la miras al trasluz es solo un punto
entre tantos, y un punto
pierde consistencia en el fondo
del tiempo. Por eso sería hermoso
tragar una pastilla para partir
el cansancio del trabajo y estar
fijos en la terraza para dividir el viento,
que bate los postigos no sujetos
de la casa de enfrente —
y escudriñándonos fijamente contemplar
el equilibrio de quietud de la sala,
los diodos de los standby que queman
la oscuridad — pero entender especialmente
lo que dice una golondrina
que pasa y chilla a las tres
de la madrugada: qué fin del mundo
hay en ese grito, y el instante después
qué silencio.

Massimo Gezzi


La memoria de una tierra

Esta tierra está cargada de memoria:
desde los edificios de la costa se cuentan
los claros perfiles de las colinas, hacia el oeste,
y los años que fluyen no cambian
paisaje, la retina permanece fatigada
por la luz o por el medio cono de sombra
observados desde siempre — cambian por estación
las voces de los pájaros; por años las luces
que esclarecen la concha semioscura
entre la casa y el paseo marítimo, corredor
de nieves balcánicas y de albas.
Hay sabiduría en esta
duración de la tierra, en la muda decisión
de las cosas que quedan. Hasta en el peso
que envejece las facciones, hay sabiduría:
pasan los hombres, se rinden ante el espacio,
en el hacerlo se convencen
de que pasar es su único motivo
para estar en el mundo. Es increíble que todo
nos sobrevivirá: la tierra trabajada
perderá cualquier apariencia y será
otra vez maleza, como el automóvil del abuelo,
que se quedó a la intemperie, en los faros escondía
dos nidos de avispas, y los convólvulos
llegados desde el huerto le entrelazaban
las ruedas en el claro,
la reclamaban para ellos.

Massimo Gezzi


La tempestad

Es sólo una tempestad semiveraniega:
el estruendo es del trueno,
la multitud que parece de piernas
aterrorizadas por el granizo se precipita
a la terraza por el viento — las sirenas,
lejanas o más cerca, son los bomberos,
que desalojan un tronco de una carretera
o absorben la salida de purines
de una cloaca — ¿no lo crees?, intenta alargar
la mano en lo oscuro, lo ves, no es sangre
que baja del cielo, es agua fresca,
y no es el silencio del terror
que escuchamos: es lo de la gente
protegida en su cubil y que quizá, como tú,
está buscando un abrazo — es solo
la tempestad de una noche occidental:
podemos dormirnos olvidados
de todo, soñar el mar abierto
desde la orilla de la cama.

Massimo Gezzi


Todo nos sobrevivirá

Esta tierra está cargada de memoria:
desde los edificios de la costa se cuentan
los claros perfiles de las colinas, hacia el oeste,
y los años que fluyen no cambian
el paisaje, la retina permanece fatigada
por la luz o por el medio cono de sombra
observados desde siempre —cambian por estación
las voces de los pájaros; por años las luces
que esclarecen la concha semioscura
entre la casa y el paseo marítimo, corredor
de nieves balcánicas y de albas.
Hay sabiduría en esta
duración de la tierra, en la muda decisión
de las cosas que quedan. Hasta en el peso
que envejece las facciones, hay sabiduría:
pasan los hombres, se rinden ante el espacio,
en el hacerlo se convencen
de que pasar es su único motivo
para estar en el mundo. Es increíble que todo
nos sobrevivirá: la tierra trabajada
perderá cualquier apariencia y será
otra vez maleza, como el automóvil del abuelo,
que se quedó a la intemperie, en los faros escondía
dos nidos de avispas, y las orugas
llegadas desde el huerto le entrelazaban
las ruedas en el claro,
la reclamaban para ellos.

Massimo Gezzi









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