"El color es una vibración, es luz. El más hermoso, el del atardecer de la laguna planchada, la línea de horizonte vista cabeza abajo, balanceándome hasta que se borre, hasta que agua y cielo sean lo mismo. Siete años. Ámbar."

Raquel Cané



H, me alegra tu cuerpo encuentre descanso. Un espacio
de silencio.
Practicar yoga te devolverá al eje, decís, flexibilizará tus
movimientos.
A mí me sobra silencio, no sé de mi cuerpo, siento
cuando duele o se cansan los brazos, a veces sostener un
pincel, en la misma posición, es más pesado que arrastrar
leña.
Me maravilla lo que contás de disociar, codo, rodilla,
pie, con sólo respirar.
Yo descubro mi espalda cuando clavo la azada en la
huerta, aunque no distingo, espalda y cadera, están
pegadas.
La tierra es fértil, podría alimentar varias bocas, doy
gracias.
Amo dar de comer, ¿sabías?
Respiro, sí, lo sé cuando me agito o suspiro.
Empiezo a extrañar tus cartas.

Raquel Cané
de Cartas a H.



H, mi útero está seco, no sangro. Es como si un cuarto
vacío supiera nunca más será habitado. Quietud de un
nodo compacto, irrigado, vivo, pero inútil.
Me acuesto en la cama, meto una mano debajo de la
pollera y palpo. Alguna vez sentí la dimensión de esas
paredes flexibles.
En aquella cama de hospital, cubierta tan solo por una
sábana, mientras esperaba una enfermera trajera a mi
hija después de los primeros controles médicos. Pude
tomarlo en mi mano, del tamaño de una manzana,
jugoso latía, como quien practica un movimiento
gimnástico. Se contraía, se relajaba, buscaba su sitio
después del parto. Sentí la ausencia, no escuchaba aún el
llanto, como tampoco sentía su cuerpo dentro del mío.
Me habían vaciado. Pero el útero me decía, vivo, estoy
aquí, yo que me esparcí, me muevo.
Cómo será la vida, esa vida en mí, en el centro exacto de
mi estatura. Imagino la aridez y me asusta se extienda,
que arrase mis huesos, como un zonda, pero no, el útero
se ha vuelto piedra, un saco vacío, silencioso, al que no
puedo dejar de escuchar.
El útero se ha convertido en mi casa, donde me encierro,
como si otra vez pudiera entrar por mi propio ombligo y
esperar.
No sé por qué te cuento esto, será el invierno, no sé.
Entre nosotros, anacronismos. ¿Cómo podrías orillar
lo que en mí se repliega? Cómo, si vos estás regando las
flores de tu balcón. Será el respeto por las estaciones, o
por la dignidad del jazmín que aún perfuma.

Raquel Cané
de Cartas a H.


"La música es un alimento continuo en mi vida. La palabra funcional me hace ruido, la música es cualquier cosa menos funcional. Sí puedo decir que cuando no encuentro mi banda de sonido interna, cuando tengo que afinar para hallar una palabra, una textura, un color, mi diapasón definitivamente es el sonido de un piano. Puedo pasar días escuchando Debussy, Bill Evans, Yann Tiersen o Hiromi Uehara. Así regreso a casa."

Raquel Cané



No es un acto mecánico
traspasar la puerta.
Cada tarde elijo
la intemperie; frío o calor,
las señales del cuerpo son simples
de leer, la libertad
una trampa de referencia.

Raquel Cané
de Cartas a H.


Por qué la silla dispuesta
por qué salir, dejar la casa, dejar 
la comodidad del abrigo, el saberse
o quedarse tranquilo entre paredes
como si ellas retuvieran la pregunta
y allí fuera, El Libro en mis manos 
un ojo de tormenta.

(...)

En la galería que da al jardín
abro El Libro 
que los ojos muertos no verán.
Leo, la voz clara, el oído atento
repito una línea 
en la pausa, una respiración: 
“no lleves el dedo a la boca, 
no mojes el papel”
tan frágil que apenas puedo tomar 
la palabra impoluta
paciencia, tal vez Dios
en la música inexacta de los días.

(...)

Canto, la palabra sigue
un hilo de tinta
mis ojos son mi voz
aunque la música prevalece
¿Él está en los signos?
en este crepitar de las hojas arderé hasta saciar
el hambre, no
canto, la palabra quiere 
encadenarse al aire
barrer dudas, un arrullo me calma
inclino la cabeza, el cielo pesa las nubes
yo me sostengo en El Libro.

Raquel Cané
De "El aprendizaje"



Vivirás en una isla. Pienso en los accesos a los lugares.
Puentes, autopistas, caminos, subterráneos.
Una isla conectada. Las vías radios de corriente
sanguínea.
Llegarás por el aire, caerás hasta entramarte en las calles,
hasta tener tu puerta, hogar, escondite.
Donde vivo, un solo camino llega hasta mi casa. Un tajo
en la tierra que es fango cuando llueve.
Aquí la sangre de los muertos se seca bajo el sol y brota
de los animales que matamos para comer. No hay vías
que drenen el flujo de llegada o de partida.
Lo que vive enraíza, se aprende, se come, se entierra.
¿No es fácil aterrizar, no es así?
De volar, no sé. Sólo miro los pájaros.

Raquel Cané








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