El papel de las naranjas

e con ardente affetto il sole aspetta 
                 Dante, Par., XXIII 8

Aquel papel de seda colorido
que crujía entre los dedos
de quien lo estiraba y lo planchaba con cuidado,
especialmente en las esquinas, para alzar
ante nuestros ojos un frágil cilindro,
una torre precaria, y luego incendiarla
en la punta con un fósforo;
y nosotros que esperábamos absortos 
ver aquel sol de Sicilia
estampado en el papel elevarse
del plato con leve vaivén,
después en vuelo trémulo transformarse
-más se elevaba, más se consumía-
y, tras permanecer suspendido en el aire por un instante
como un pedazo de sol ennegrecido,
un fragmento de torre en llamas,
volver a caer sobre el plato;
y entonces, mientras aún revoloteaban
sobre nosotros cenizas de papel picado,
a pesar de no tener más hambre 
pedía otra naranja para pelar,
le rogaba que volviera a hacerlo, que repitiera
aquel juego con fuego.

Pietro De Marchi 


La casa de Keats

Todo el dolor del corazón me viene
con la lluvia que cae y el verde tan verde.
En estos viejos papeles nada revive
la triste carta que se pierde con el tiempo.

Vacío de ti contemplo las habitaciones,
me siento en tu lugar en la sala de lectura.
Nada mitiga los lamentos.
No huelo ningún perfume de tus años.

¿Fueron en vano tus enfermedades
y las muchas horas dulces de esos días
con amigos y Fanny en el jardín?

No hay ruiseñores en los arbustos,
la luz del sur será la luz extrema,
no espero un mejor destino.

Pietro De Marchi 



Un paisaje invernal

                             About suffering they were never wrong,
                                                                  The Old Masters…
                          W. H. Auden, Musèe des Beaux Arts (1939)


Lo sabían bien incluso los discípulos
de los Viejos Maestros flamencos:
todo depende del punto
en que se posa la vista.
Tomemos a Marten van Cleve, por ejemplo,
su Paisaje invernal
con la masacre de los inocentes.
El ojo va a las lanzas, a los yelmos,
a las armaduras brillantes, al perro
que les ladra a los soldados a caballo,
mientras hacia la izquierda, abajo, un infante
enfunda su espada y otro,
más joven, poco más que un chico,
aferra el puñal y tiene en el rostro
una expresión extraña y cautelosa;
al centro, justo en el medio, un tercero,
un caballero que ha desmontado,
dirige contra el tronco de un árbol
un chorro potente de orina.
Esto vemos,
porque está en primer plano.
Pero si aguzas la mirada,
algo vislumbras y algo intuyes
en el fondo y en la zona más en sombra:
las puertas abiertas con violencia, los
soldados que irrumpen, el desgarramiento
de las madres a las que arrancan los hijos del regazo,
los niños boca arriba en el suelo, con los brazos abiertos,
prefigurando una cruz... Y sin embargo
no hay rastros del rojo de la sangre
sobre la nieve inocente, todo el bermellón
Marten lo extendió, uniforme,
sobre las casacas de los los sodados y sobre los estandartes
que flamean al viento.
También esto querrá decir algo,
¿no crees?

Pietro De Marchi 








No hay comentarios: